Tres días de amor por la música
Del viernes 10 al domingo 12 de enero se vivió la sexta experiencia del festival de música emergente llamado Woodstaco. El Guillatún se hizo presente en los tres días de música que tuvieron una producción que dejó a casi cuatro mil espectadores satisfechos y llenos de rock, psy trance, blues y otros ritmos. El ambiente invitaba a los jóvenes, niños y adultos a compartir en torno a la música, la comida sana y el cuidado del medio ambiente.
Al sur de Santiago, en el cruce del Manzano con La Montaña de Teno, estaba la puerta del Woodstaco Festival. El recibimiento era claro al indicar que los autos quedarían afuera estacionados, y que el camino a seguir sería a pie unos 15 minutos, cargando solo lo necesario para el camping. Inmediatamente el polvo se apoderaba de los pies mientras se buscaba el lugar perfecto en los laberínticos cerros que rodeaban el río.
Los ritmos
El espectáculo musical comenzó el viernes 10 de enero abriendo con el escenario del Rock desde las seis de la tarde, para luego exponer a más de 80 bandas durante todo el festival. El primer grupo que se presentó fue De Fonchis, una banda curicana compuesta de cuatro integrantes que sedujeron al público con los ritmos del saxo, guitarra, batería, bajo y dos voces. Le siguió Mandala, banda de rock grunge psicodélico que hizo vibrar a los oyentes. La luz comenzó a bajar y la banda Kayros se apoderó del escenario con un metal que prendió el ambiente con los rockeros de pelo largo que movían sus cabezas al son de la guitarra eléctrica y saltaban al ritmo de la acelerada percusión de la batería. Este grupo estuvo acompañado de una proyección visual catalogada como arte psicodélico, a cargo de Claudia Rudloff. La artista cuenta que ha trabajado con Kayros en más de cinco presentaciones, dándole un toque multifacético a la presentación del grupo. El arte de Rudloff consistía en el movimiento de aceites de colores que formaban burbujas sobre una placa de vidrio, al ritmo del rock de la banda.
Pasada las ocho de la noche comenzó a sonar la música en otros dos escenarios: Blesstaco presentó a Felipe Nadeau con temas chill out e indie dance. Este espacio tenía la gracia de estar junto al río para poder escuchar música cerca de los sonidos del agua. En un ambiente rodeado de arte visual hecho en papel maché y telas, el lugar daba para bailar y relajarse en un espacio de colores tropicales. El escenario Enjambre presentaba a las bandas pertenecientes al colectivo que lleva el mismo nombre. Este ambiente dejó una estampa bailable con bandas como La Bélica, La Guachaca Blues Band y Solteronas en Escabeche, entre otras. Se situaba en una pradera lejos del río, había que ir cerro arriba para llegar a la planicie que albergaba los ritmos de las trompetas, percusiones, acordeones y bajos. Las bandas plasmaban una identidad que entremezclaba ritmos latinoamericanos, blues, cumbias y algo de folclor chileno, mientras el público bailaba a pie descalzo sobre el pasto.
Para rematar el baile, a las 22:00 hrs. se abrió el escenario Psy, que reunía distintos artistas bajo las estrellas en el ritmo acelerado de la música psy trance. Un escenario iluminado por luz ultra violeta que reflejaba los colores fluorescentes de mandalas y telas rosadas, verdes, amarillas y naranjas. La oscuridad de la pradera ambientaba místicamente el espacio donde las recargadas estrellas del cielo acompañaban el ritmo bombeado de músicos como Antark y Freerom.
La historia
El origen del festival se remonta al 2008 cuando los ahora organizadores del evento hicieron un asado para casi cien personas, y juntando plata le pagaron a una banda para que fuera a tocar. Esa banda llamada Los Gatos Negros tocó en esta sexta versión del festival, siendo el plato fuerte por su único reencuentro especialmente para este Woodstaco. Con los ritmos del blues y el rock setentero, cautivaron a un público que los aclamó por sus letras y sonidos. El vocalista montó un espectáculo a lo rock star, donde muchos de los presentes coreaban sus canciones junto a él.
La segunda versión del festival fue el 2009 en Rauco, donde se invitaron a siete bandas que tocaron gratuitamente durante medio día y una noche reuniendo a quinientas personas. El 2011 se hizo en San Rafael; fue el último año en que no se cobró entrada y el primero en ser un festival de tres días, además de agregar el escenario Psy. Hoy, en su sexta instancia congregó a casi cuatro mil espectadores en torno a una variada oferta de estilos musicales, en cuatro escenarios simultáneos, a cargo de bandas emergentes y destacadas en el underground musical chileno.
Javiera Martel ha ido al festival todos los años desde el 2011 y cuenta: «Siempre rescato el hecho de estar al aire libre disfrutando de bandas que complementan el amor por la música y logran la construcción de este festival que hoy traza una ruta musical de diferentes sonidos». Agrega que una de las diferencias positivas de la producción del año pasado (que fue en el mismo lugar) fue la redistribución de los escenarios, porque así permitió descentralizar la zona baja del festival y evitar el atochamiento de personas, aprovechando mejor los espacios donde se situaban los espectáculos.
El reciclaje en Woodstaco. Foto: Lucas Hermosilla
Felipe Hermosilla es uno de los organizadores del evento y cuenta que se organizan en cuadrillas con distintos turnos para así trabajar y disfrutar a la vez. Los turnos de la puerta reciben a los espectadores y les ponen una pulsera naranja que acredita el acceso. Otros están organizados para contactar y recibir a las bandas. Una cuadrilla se encarga de la separación de basura, disgregando tachos para los deshechos orgánicos, plásticos, cartones y vidrios. Además, en los faroles del camino colgaban botellas plásticas cortadas que servían como colilleros de cigarro. Una cuadrilla se encargaba de reforzar la conciencia ambientalista con carteles como «¡Colilla al suelo patá en la raja!».
La entrada costaba $7.000 en preventa y $10.000 en la puerta, costos que son destinados únicamente a la producción de tres días de música y naturaleza. Con las bandas sólo se comprometen a pagarles el transporte y darles el espacio de presentación. Durante el año el grupo de veinte jóvenes organizadores juntan dinero a través de eventos llamados PreWoodstaco donde prueban y ven a las bandas que tocarán en el festival. Este año postularon y ganaron un Fondart en la línea de Festivales de Trayectoria que financiará el próximo Woodstaco.
Los músicos y el ambiente
El Rock estaba situado al lado del río, por lo que los espectadores agobiados por el calor pudieron disfrutar de la música desde las aguas frías del cause. El sábado este escenario comenzó a sonar desde las 13:00 hrs. con Fósil, una banda que mezcla el rock con el folclor andino a través de los sonidos de la quena, charango, flauta traversa, saxo, guitarra eléctrica y percusiones. Le siguió la banda del padre del blues chileno, Iván Torres, en Zapatillas Social Blues. Hipnotizaron al público con sonidos y letras transandinas acompañadas de la infaltable armónica del blues. El baterista de este grupo, Bruno Ardito, cuenta: «Yo pasé de ser espectador en Woodstaco 2013 a ser músico en él este año. Es un festival impecable donde todo funciona y el ambiente que se respira es sobre todo de camaradería, de cooperación mutua».
Mientras tanto, en Enjambre sonaba la música de Nicolás Sotomayor, quien fue invitado por segunda vez a Woodstaco. A diferencia del año pasado, tocó junto a una banda. Sotomayor comenta: «Es agradable estar en un escenario con un público tan buena onda. Lo que me gusta de este festival es que hay mucho respeto y apertura a escuchar todo tipo de músicas, eso lo hace más dinámico y es maravillosa la idea de estar tocando en un ambiente natural».
La música no fue la única actividad artística del lugar. Se podía apreciar la pintura en vivo de Nicolás Riquelme, la proyección de documentales como Piedra Roja de Gary Fritz, cuerpos pintados por Loreto Espina, taller de slackline y taller de construcción y reutilización de desechos generados en Woodstaco dictado por Tomás Lantadilla, entre otras.
Los tres días estuvieron acompañados de ritmos y musicalidades diferentes donde destacaron grupos como Newen Afrobeat entre los más bailables y Aguaturbia entre los más rockeros. Vago Sagrado con las letras más populares y chilenas, y Pulsar & Thaihanu en la psicodelia del psy trance. El festival no estuvo exento de músicos extranjeros ya que se presentaron bandas como PróGó de Brasil, tocando con instrumentos como el saxo y la guitarra electroacústica, el triángulo y otras percusiones, y Lovorne de Argentina entregando un rock con el uso de armónicas y la vos de Luciano Napolitano.
Sin duda fue un fin de semana de tributo y amor por la música en varias de sus facetas expresivas, haciendo llegar la calidad creativa de artistas que no siempre tienen cobertura nacional. Todas las bandas tenían un sello propio que potenciaban arriba del escenario haciendo de este festival un espacio para la presentación, difusión y consolidación de diferentes bandas. El Guillatún los invita a conocer y escuchar la variada producción musical para que en los próximos Festivales Woodstaco puedan disfrutarlos en vivo.El Guillatún