El Guillatún

El tiempo de contemplar

El Guillatún - navidad 2012

Ilustración por Macarena Ortega

Queridos lectores,

¿Conocen a aquellos prisioneros legendarios quienes, a pesar del vacío de sus celdas, lograban imaginarse historias que los llevaban muy lejos, adonde ningún carcelero los hubiera podido seguir? Fueran poetas reales, como el turco Nazim Hikmet, o fueran poetas inventados, como el Paltiel Kossover del escritor Elie Wiesel, nos demuestran que un hombre que tiene imaginación es un hombre fundamentalmente libre. Aquel hombre será siempre capaz de contemplar el mundo incluso en las horas más oscuras. Ahora bien, aunque la imaginación sea propia del hombre, es un arte que se cultiva lentamente, en el silencio de las largas horas de ocio de la niñez, cuando la mente divaga y los sueños toman forma.

Sin embargo, queridos lectores, nuestras sociedades nos ponen ante una paradoja: la democracia garantiza nuestras libertades como nunca antes y a la vez, nuestro modo de vida agota nuestra imaginación. En efecto, el ritmo desenfrenado del cotidiano convierte los momentos de mera contemplación en desperdicios y el rumor imparable de los medios invade los rincones más profundos de nuestros cerebros. La mente asaltada del hombre del tercer milenio se rinde, e, incapaz de crear sus propias imágenes, termina conformándose con las que otros concibieron para ella.

Este mes, los columnistas de El Guillatún se preguntaron qué papel desempeña el arte en un mundo donde superabundan los mensajes y las imágenes. En efecto, si el arte puede actuar como un electrochoque sobre las imaginaciones adormecidas, puede también convertirse en un ruido más. Puede limitarse a no ser más que otra forma de consumismo. Es el caso cuando se busca simplificar y estandarizar las obras de arte. Sea porque pensamos que el público no será capaz de apreciar una obra compleja, como lo desmiente Nicolás Emilfork en la última columna de Tañer, o sea porque sometemos el financiamiento del arte a una serie de criterios que limitan las posibilidades de innovación y de creación, como lo describe Camila González en su reportaje Tan lejos, tan cerca: Reflexiones de una semi-turista sobre teatro chileno.

Al hacer un arte simplista y monótono, corremos el riesgo de encerrar en un mundo estrecho a un pueblo que ya dispone de escasos momentos para soñar. Corremos el riesgo de imponer a la imaginación del pueblo una camisa de fuerza. Ahora bien, tal deriva es el resultado de un sistema que confunde espectadores y consumidores y que confunde artistas y productores. Y aunque este sistema no sea oficialmente represivo, no alienta en nada a los hombres a ser fundamentalmente libres.

Por lo tanto, este mes, en El Guillatún, saludamos a los artistas y cultores que tienen el coraje de salir de los caminos trillados, a las editoriales independientes que se atreven a publicar a desconocidos con tal de que escriban buenos libros (lean Delirios de 2 argentinos publicados en Chile, de Rodrigo Hidalgo), y a los experimentadores, los kamikazes del arte, las cabezas locas y todos los artistas íntegros que tienen fe en la imaginación de los hombres.

Amigos de El Guillatún, la imaginación es el tesoro que permite al hombre aguantar cualquier prueba, es el motor de la libertad, es lo que le permite diferenciar la mirada indiferente de la contemplación.

¡Hasta la vista!El Guillatún

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