La danza también está de luto
Empezando agosto falleció Margot Loyola a la edad de 96 años. Todos lamentaron su partida, destacando su aporte invaluable a la música folclórica, como recopiladora, investigadora, maestra, músico, compositora y cantante. Pero, a los medios, se les anduvo olvidando el inmenso aporte que ella hizo a la danza. Acá, una pequeña recapitulación del inmenso registro que ella dejó en nuestra disciplina.
Margot Loyola ha muerto. La Premio Nacional de las Artes (1994) deja tras de sí, un invaluable aporte al folclore de Chile. Sin embargo, el obituario dedicado a ella la circunscribía casi exclusivamente a la música. Y si bien en esa disciplina es donde quizá esté su máximo aporte, no hay que olvidar que lo suyo era el folclore en su sentido más amplio. Es decir, incluyendo tradiciones, costumbres, artesanías, adivinanzas, cuentos, leyendas, proverbios, historias orales, supersticiones, entre otras expresiones culturales de un pueblo… y por supuesto: la danza.
¿Cuál es la importancia que ha tenido para la danza la existencia de esta gran recopiladora?
Un aporte invaluable, que tal vez queda escondido porque su labor en la danza quedó demasiado circunscrita a unos pocos cultores de las danzas tradicionales y a quienes han tenido un acercamiento a la danza desde lo popular. Tal vez por eso las otras áreas de la danza no conozcan tanto el aporte de Margot Loyola.
En parte como homenaje, y en parte para promover el diálogo entre quienes danzan, creo que es importante recordar los textos de Margot Loyola y la danza: Bailes de Tierra en Chile (1980), El folklore de Chile (1990), El cachimbo: danza tarapaqueña de pueblos y quebradas, La zamacueca (1999), La cueca: danza de la vida y de la muerte (2010) y 50 Danzas Tradicionales y Populares en Chile (2014), además de los videos: Danzas Tradicionales de Chile (1994), La Zamacueca (1999) y Los del Estribo, Cantos y Danzas Populares de Chile (2001). Todos son aportes sin precedentes, que han trazado esta historia de la danza que siempre está en construcción.
De particular valor me parece que es el libro 50 danzas tradicionales y populares en Chile, del cual también es autor Osvaldo Cádiz, esposo de Margot, en el que se individualizan 58 danzas según su área de expansión, de las cuales no sabíamos mucho de su existencia hasta que ella las recupera de una manera notable y prolija.
En este libro existe una clasificación de las danzas realizada de manera muy acuciosa y precisa, e imbuida en los estudios de Curts Sachs (Historia Universal de la Danza) y Carlos Vega (musicólogo argentino). En la obra se establece una clasificación formal, detallando la organización estructural de la danza y sus intérpretes, donde se diferencia las danzas según su configuración: individuales, colectivas, de pareja, de pareja suelta-tomada, independiente o de parejas independientes. A partir de ahí se explica su estilo (modo de bailar) y su carácter (espíritu de la danza), mostrando la relación entre los bailarines, la manera de unión y la correspondencia entre sus movimientos. Luego se exponen indicaciones generales que inciden en el estilo, como la posición de la cabeza, la expresión facial, el uso de brazos y pies, y el uso del pañuelo. Realiza observaciones respecto a la música, como la morfología sonora, la armonía representada, los esquemas rítmicos y el perfil melódico. Y lo más valioso, en mi parecer: se expone una descripción de las coreografías, tal como la expresión lo indica. Es decir, abordando el detalle de la escritura de la danza, a través de dibujos y explicaciones respecto a los desplazamientos y pasos.
De acuerdo a la Enciclopedia del folclore de Chile, de Manuel Dannemann, «en la cultura folclórica confluyen siete diferentes tendencias de interés por ella: la de investigación, de docencia, de proyección, de aplicación, de intervención, de conservación y de preservación». Como se ve, la obra de Margot Loyola en la danza aborda todos los aspectos relevantes del folclore.
La cueca sola de Margot
Mención aparte merece la cueca. En cuanto a su baile, Margot Loyola escribe en su libro La cueca: danza de la vida y de la muerte: «Cuánto puede expresar una cueca cuando es nacida de la tierra, cuando es bailada como opción de vida o como anhelo de perpetuidad, cargada de sentimientos y embriaguez, con todos sus mensajes de verdad. Ella, la cueca, sabe bien cuando es realmente cantada hasta el desgarro de la garganta o cuando el pañuelo se levanta altivo flameando como bandera o se baja sumido en las sombras y el desconsuelo».
En este libro también es posible deleitarse con detallados análisis sobre la cueca, que afortunadamente se ha puesto de moda y se baila más que antes, pero que sin embargo no todos saben bailar. Y es lógico que sea así, pues la danza está invisibilizada en los currículos escolares, por lo que no prosperará jamás como lo hace en Brasil, donde la Cámara de los Diputados ha aprobado una propuesta que establece la danza, la música y el teatro como asignaturas obligatorias en la educación básica.
Y yo sé del aporte que las danzas tradicionales pueden hacer a los procesos de formación de las personas y de valoración de nuestro patrimonio inmaterial.
En mi caso, tuve la fortuna de tener profesores de educación física que tuvieron la lucidez de organizarse para enseñar distintos bailes folclóricos con motivo de las fiestas patrias. Lo hacían de un modo muy formal o esquemático, es cierto, pues lógicamente no tenían todos los conocimientos ni la experiencia suficiente como para adentrarse profundamente en los bailes que rescataban. Pero, así y todo, todos los estudiantes del Liceo Manuel de Salas, hasta el día de hoy, recibimos rudimentos suficientes como para bailar una cueca el 18 o entender la melancolía de las danzas chilotas o la efervescencia comunitaria y religiosa de los bailes del norte.
También pienso en la fortuna de haberme encontrado con Gabriela Pizarro, en la escuela de danza del Espiral (UAHC), donde fui su alumna y de quien recuerdo perfectamente tratando de enseñarnos el baile chilote «el cielito», recopilado por ella. No tuvimos mucha suerte con esa danza, pues su estructura es muy compleja, pero sí logró hacernos ver a sus alumnos que la cueca podía ser bailada más desde lo que sentíamos que desde los pasos establecidos, lo que le agradezco.
La verdad, desde que murió Margot Loyola, no dejo de pensar en Gabriela, pues ella fue otra gran recopiladora que no tuvo la suerte de ser reconocida en los medios de comunicación masivos, y quién falleció el año 99, estando ahora un poco en el anonimato. No creo que Margot tenga problemas en compartir un poco este homenaje. Después de todo Margot Loyola dice de Gabriela Pizarro en una sentida carta póstuma: «Te escribo estas líneas al correo de las galaxias donde debes estar cantando la canción universal, para decirte muchas cosas y recordar los caminos que nos vieron juntas… ¿cómo pudiste emprender tan pronto este viaje sin retorno?, ¿cómo pudiste trocar la tierra por una estrella? Esta tierra que pisaste firme con largos y seguros pasos con tu compañera guitarra».
A bailar con pañuelos hacia la galaxia y que ojalá sigan existiendo mujeres tan valientes y trabajadoras, como Margot, como Gabriela, quienes han construido nuestra historia.El Guillatún