El cortometraje como arte. Oriente/Occidente
La muestra de cortometrajes del FESANCOR exhibida en el Museo Nacional de Bellas Artes fue curada bajo la idea de entregar al espectador puentes y rupturas entre oriente y occidente. Bajo esta lógica, que es bastante clara y ambigua a la vez, las cintas que se exhibieron en ediciones anteriores del festival en nuestro país, nos remiten a ese nuevo continente cultural, que se ubica sobre cualquier espacio físico y que ha llegado a removerlo todo. Así como los choques de las placas tectónicas, estos movimientos culturales pueden ser sigilosos y promover el cambio lentamente o pueden ocurrir de un momento a otro.
Lock (Ming Kai Leung, 2007)
En el techo de un edificio de la ciudad de Nueva York, que podría ser cualquier otra ciudad, hay una joven fumando un cigarrillo, la misma joven nerviosamente sentada, la joven caminando sobre el edificio y tocando la ropa que está colgada. Luego aparece un hombre en escena. La móvil cámara de Leung capta el momento en que la puerta se cierra y quedan atrapados en el lugar. El corto funciona como un iceberg en medio de la ciudad, donde se muestra un pequeño porcentaje de la historia y las posibilidades de la misma son muchas, pero permanecen escondidas. Eso aumenta con los diálogos mínimos y en una escena que otorga unos minutos de desconocimiento y ansiedad por los personajes que llegan a un clímax sencillamente inmortalizado en una respuesta que nunca se obtiene.
Es la no historia de dos desconocidos que quedan atrapados durante unos minutos. Es lo que sucede —o lo que no sucede— en ese lapso de tiempo. Es la naturalidad de la inmigración y la naturalidad misma con que se trata la xenofobia.
The Pillars (Moustafa Zakaria, 2012)
Funciona como un pequeño cuento cuyos cinco capítulos (basados en los pilares del Islam) cuentan en forma desordenada, paralela y mixta, la historia de un ex matrimonio en una ciudad de los Emiratos Árabes. Aquí la mujer ya no vive con su marido y busca un trabajo en el supermercado para mantenerse junto a su hijo.
Este corto de Zakaria tiene todo lo que uno puede esperar de una obra en una compilación como la ofrecida: machismo islámico, raíces feministas de occidente, supermercados, desiertos, camellos, religión, smartphones y el fin de una relación.
La cinta, pese a lo clásico de la historia, se mueve de forma ágil dentro de una cultura con características ostracistas pero en ningún momento adopta un tono fatalista ni moralizador sobre lo que entrega en la pantalla.
Existe un cariño por los personajes que a ratos provoca cierto dualismo en la percepción de los mismos, cuestión que se agradece enormemente en tiempos que la oferta cinematográfica comercial abusa de los personajes y las historias monotemáticas. Porque la globalización, la interculturalidad y los ámbitos de la vida que abordan no pueden responder a una sola conducta o una visión única, la riqueza de estos procesos está en la multiplicidad de fórmulas de encararlas. Así como vemos los que intentan adaptarse al nuevo escenario, hay otros que se resisten al desplazo, y eso es lo que vemos: los que cambian, los que se niegan a hacerlo y aquellos que no se plantean ni lo uno ni lo otro y son llevados con el viento.
Canopy Crossing (Gary Yong, 2011)
En un pueblo al interior de Tailandia, dos jóvenes trabajan en el mercado local. Pennepa espera que su madre se recupere de su enfermedad y así ella pueda volver a Bangkok; mientras que Arthid también quiere partir a la gran ciudad, pero su objetivo es convertirse en actor.
El mercado opera más allá de ser el decorado de la historia, es el lugar donde suceden las acciones, y como tal, determina parte importante a través del ritmo que impone. La feria está ubicada a los costados de la línea del tren, siendo sus rieles el pasillo por donde transitan los clientes. Pero eso no es todo, sino que cada vez que pasa el tren, los trabajadores deben distender los frágiles techos de los locales y correr sus productos, de lo contrario pueden ser aplastados. Esta acción es una rutina que casi alcanza la decena al día, por lo tanto sus conversaciones, sus acciones, sus miedos, miradas y flirteos ocurren entre el paso de los trenes. Son como capítulos temporales donde ocurren distintas cosas como la enfermedad de la madre, el trabajo rutinario, la visita del príncipe y la grabación de una película.
La estética del documental bajo la que está filmada esta historia permite una atmósfera de sencillez y verdad que finaliza en una mayor credibilidad a lo que se cuenta. Yong es bastante ingenioso y modesto a la vez, narra de buena manera una historia simple, con un escenario que deja de ser una locación y se transforma en personaje.El Guillatún