ANTENA.06 / Back to the Fütur
El martes 11 de junio estuve de cumpleaños, enteré 44 años dándole la vuelta al Sol, recordé cuando era niño y después de leer a Asimov calculaba los años que faltaban para el 2.000, que era lo mismo que llegar a Marte, bases en la Luna y, por sobre todo, autos voladores. Esa noche desperté a las 2 de la mañana con una epifanía que resolvió el enigma más grande de mi vida: ¿Por qué no hay autos voladores en este futuro esplendor que nos prometieron los maestros de la ciencia ficción? La respuesta es simple: no vivimos en el timeline correcto, vivimos en el universo donde Biff Tannen recibió el almanaque de deportes. Nunca regresamos con Marty McFly. Cosa de mirar alrededor, las batallas con escopeta en la periferia, el mundo desatado del dinero, los tiburones merodeando por el cielo de la ciudad con sus focos y sus sensores esnifando olor a sangre, mientras nos escondemos de acreedores y del Estado, porque sentimos que el Estado ya es nuestro enemigo, que nos golpea, nos cobra y nos vigila.
La ciencia ficción ha tenido dos paradigmas potentes: uno el original, ese sueño del iluminismo del siglo XIX que prometía que las máquinas, la tecnología y la planificación iban a llevar al hombre directo, como un cohete, hacia la felicidad. La promesa del progreso para un mundo mejor, el mundo del mañana. La ciencia ficción optimista encarnada en la sonrisa bonachona del «buen doctor» Asimov que incluso recalcaba en sus relatos que cuando la tecnología fallaba el responsable era el factor humano, como si algún día el factor humano fuera a desaparecer de la ecuación. El segundo paradigma vino más tarde, a fines de los ’60 y encontró su peak en la novela Neuromante, de William Gibson. El futuro sería el hombre merodeando entre los escombros de la civilización, la pesadilla de la tecnología. Porque asumimos que el factor humano no sólo no desaparecía de la ecuación, sino que tomaba completo control de ella, con toda su bajeza. La primera ciencia ficción buscaba salir del planeta, hacia el infinito y más allá, y se equipara con el pionero del oeste que encuentra planicies interminables, animales desconocidos, civilizaciones nuevas y horizontes limpios que seguir descubriendo. La segunda ciencia ficción es la de los puebluchos que iban quedando detrás de sus descubrimientos, asentamientos humanos infectos gobernados a pistola por un sheriff corrupto, alcohol, burdeles, enfermedades, hollín y hacinamiento. Star Trek v/s Blade Runner, o, mientras Kirk anda saltando de planeta en planeta como pony encantado con sus trajes ajustadillos de lycra perfecta, abajo los humanos y replicantes se arrastran entre la inmundicia de un pueblo hediondo, como Marty McFly lo hace vestido de rosado en el pueblo del Oeste de Mad dog Tannen.
No hubo libertad en este futuro, está súper bien diseñado, eso sí. Las cosas se ven maravillosas y la televisión nos dota de recuerdos que creemos que vivimos, mujeres perfectas, lugares donde nunca viajaremos y cosas que nunca tendremos, es decir, no tenemos acceso a las cosas, nos compramos una ventanita para ver lo que no tendremos; zanahorias que nos mantienen corriendo en la ruedita de hámster, cansados, pero para eso está la cafeína y los estimulantes. Cada vez más vigilados, cada vez más Big Brother is Watching you. Nos gobierna Biff Tannen que fabricó su enorme edificio en la Costanera de Santiago, con su antena de vigilancia psicotrónica en la punta, diría Serrano. La web nos da porno y nos vigila de vuelta. Cómo no desilusionarse si hasta el inmigrante modelo, el primer negro de la historia en ser presidente de USA, el niño símbolo del progresismo y el «yes we can», utilizaba las leyes de Bush, el más Ku Klux Klan de todos, para vigilar a sus ciudadanos en redes digitales avanzadas, redes de telaraña que se meten hasta en tus neuronas (Obama podría ser el nombre de una golosina ochentena, chocolate relleno de malva; negra por fuera blanco pegajoso por dentro). 1984, de Orwell, es el libro más vendido en USA en este momento producto del impasse. BIG BRODA IS WATCHING YOU, habría que decir ahora que toda tu info la está leyendo un mudda fucka broda turro satánico del north. Somos la primera generación en exponer toda su vida transmitida online para todo el planeta non-stop. Fuimos, gracias a dios, la única generación que pudo hacerlo sin que sus padres estuvieran metidos revisándola. Pero ya no más. Lo que me lleva a otra pregunta: ¿tendrán claro estos niñitos que hoy ponen sus fotos muertos de curados, cortando cachorros de perro, siendo publicados desnudos por sus parejas despechadas, que todos esos documentos van a pesar cuando quieran postular a diputados, jueces, gerentes, en algún momento de sus futuras vidas? por que NADA desaparece, NADA puede ser borrado, cada frase que ponen en Facebook, cada foto que suben es un tatuaje para el que no hay borrado. Twitter y Facebook como el futuro tesoro de tus enemigos para rastrojar tus miserias y destruirte, traumas y dolores secretos que ya no serán secretos y volverán para hacerte pedazos, porque sólo la completa publicidad será la futura privacidad, sin lugar para esconderte como en una fotografía de Tunick… pero nos acostumbraremos. Tu propia y personal enmienda patriótica, tu Biff Tannen is Watching you. La peor pesadilla de la ciencia ficción está aquí, pero viene en colores, súper bien diseñada, en cómodas cuotas y te mueres por tenerla.El Guillatún