El Guillatún

Carnados, la seguridad de los imbéciles

6 a 29 de mayo – Centro Gabriela Mistral

La compañía de danza multidisciplinaria Zanda, dirigida por Francisca Keller, estrena Carnados, La seguridad de los imbéciles, obra que entrecruza la potencia de diversos elementos escénicos (dramaturgia, danza, música, proyección audiovisual, animación, escenografía), además de unir distintos temas de investigación: el rastreo histórico y corporal sobre el espiritismo de comienzos del siglo XX, con el cuestionamiento sobre nuestras seguridades materiales, además de las posibilidades de la creación artística y su relación con el espectador.

El elenco incluye a miembros del equipo técnico y musical, a una estudiante y a una bailarina profesional de ballet, además de miembros de Zanda. Hay música en vivo: el piano se une a la rareza electrónica del Theremin, además de acordeón y bandoneon. El proyecto recibió el Fondart 2010, con el monto más alto dado a una compañía de danza. La compañía tuvo gran éxito con su montaje anterior, La carcelaria, que indaga en el mundo marginal y popular del cambio de siglo anterior. Carnados muestra lo que quedó fuera de esa investigación.


Tal como ocurrió en muchos países de América y Europa, a comienzos del siglo XX la clase alta chilena practicaba el espiritismo como fuente de conocimiento y diversión. Sus cultores eran personas de mentalidad liberal, que viajaban constantemente a Europa y traían las últimas tendencias del momento, que incluían, por supuesto, técnicas de espiritismo, práctica y creencia denominada por sus detractores como «la metafísica de los imbéciles». Este momento social y cultural fascinó a Francisca Keller durante su investigación para la obra La carcelaria (2009), que exploró el mundo marginal, prostibulario y miserable de fines del siglo XIX. Esa obra se restringió a lo popular y tuvo un tono narrativo, señala Keller. «Ahora retomamos el espiritismo, en especial el libro Voces de ultratumba, de Manuel Vicuña. Asumimos una estética contemporánea, con escándalo y mucha ironía».

El espíritu liberal, además de cierta charlatanería propia de lo paranormal, están en el centro de Carnados, que conjuga la visión contemporánea y la visión clásica del cuerpo. Keller, que además de bailarina es documentalista y autora de videodanza, suma como principio de trabajo la idea de la teórica argentina Susana Tambuti: el cuerpo contemporáneo está disconforme y busca trasmutarse como remedio a su frustración. Esta noción de búsqueda se une a la del espiritismo como «metafísica imbécil»: así, nuestra seguridad en el cuerpo y en lo material es improbable, «como la misma idea de hacer una obra artística y suponer que el espectador reaccionará de algún modo», señala Keller. Esa carga de ironía y cuestionamiento marca el ritmo de la obra, que por el mismo afán crítico no cuenta con actores profesionales. Sí incluye a una bailarina clásica profesional, Alejandra Ubilla, que juega como polo opuesto. Simboliza la conexión con lo romántico y espiritual, y también es un elemento de autoparodia: si alguien dudaba que esta era una compañía de danza, podrán ver su expresión más convencional en medio del total colapso del discurso artístico.

Asumiendo esta «imbecilidad», la obra comienza con el diálogo entre dos miembros del equipo técnico, de diseño y efectos audiovisuales (Andrés de la Cuadra y Mario Contreras), quienes están en crisis pues quieren montar una obra y no pueden. «Desde el cuestionamiento de cómo hacer una propuesta de vanguardia se derrumban los paradigmas de la creación y de la materialidad», señala la directora. Surge, entonces, un espacio escénico «en donde se hace posible visualizar un cuerpo que no pertenece al mundo material y que interpreta un cuestionamiento al personaje real, es decir, al cuerpo vivo, corroído y afectado por la muerte», explica.

La escenografía está formada por un cubo que es como una caja de mago, animada por iluminación, cámara negra y abundante proyección audiovisual. La música señala la línea de continuidad de la pieza: une tonos románticos de piano con la rareza sonora electrónica del Theremin, además de acordeón y bandoneón, todos instrumentos que toca en vivo uno de los compositores, Inti González. La dramaturgia es fragmentaria y tiene fuentes diversas, explica Keller: desde estudios serios como el citado libro del historiador Manuel Vicuña hasta testimonios de publicaciones de época, como la revista Psíquica de Valparaíso.

La obra es fruto de una investigación de más de un año realizada tanto individual como colectivamente por un equipo multidisciplinario. «Por medio del suspenso y la ironía, Zanda, el movimiento de danza al revés, invita al espectador a preguntarse si es la seguridad de su cuerpo, de su carne, sus órganos, una seguridad imbécil»: esa es la provocativa invitación.

Dramaturgia y dirección: Francisca Keller
Asistente de dirección: Roxana Salinas
Intérpretes: Camila Delgado, Inti González, Andrés de la Cuadra, Mario Contreras, Alejandra Ubilla, Paloma Ragal, Francisca Keller.
Diseño integral: Zanda
Asesoría en diseño integral y tecnologías: Karl Heinz
Diseño gráfico: Carlos Abalos, José Oportot
Construcción escenografías: Francisco Vera, Carolina Díaz, Roberto Maira
Diseño audiovisual: Francisca Keller
Realizador audiovisual: Mario Contreras
Realizadores audiovisuales y multimedia: Ignacio de la Cuadra, Max Díaz, Gabriela Lazcano
Animación: José Oportot y Andrés de la Cuadra
Programador multimedia: Mico Petrovich
Composición musical: Inti González y Rodrigo Rojas
Sonido: Cristián Zamora
Vestuario: Francisca Keller
Diseño gráfico: Andrés de la Cuadra
Operador visual: José Oportot
Agente de prensa: Claudia Manríquez
Producción general: Andrea Navea y Zanda

Centro Gabriela Mistral, sala B1
Viernes 6 a domingo 29 de mayo de 2011
Miércoles a sábado 20 hrs, domingo a las 19 hrs.
Entradas: $5.000 (general) y $3.000 (estudiantes y tercera edad)
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