El Guillatún

Ver la música

«La música no sólo se escucha, hay que verla», dice una frase de Stravinsky. Nos revela que la interacción más profunda con la música se alcanza cuando uno logra imaginársela. ¡Qué invitación más poética! No es crearla de la nada. En un sentido muy directo, es visualizar una imagen de lo que se está escuchando. Hace unos días, Cristián Warnken recordaba el concepto del arte como «atención enfocada», del poeta mexicano José Emilio Pacheco. La exhortación de Stravinsky está estrechamente ligada a esta idea. Nuestros oídos siempre están abiertos, pero cuánto escuchamos de verdad. Hay que recordar el nombre de las cosas, no obviarlas, «verlas»: darles sentido.

Esta cita se ha acuñado para abrir el programa de conciertos y en Frutillar, esa frase resuena de forma muy literal. En la bajada de la calle Richter hacia el lago, la figura de un director de orquesta saluda al visitante. Luego aparece la gente, unos escapando de la lluvia en una esquina, otros sacándose la chaqueta en la siguiente, complicados entre bolsos y estuches de instrumento. Desde un taxi colectivo, se pasa junto a un símbolo enmarcado por el Volcán Osorno al fondo: una llave de sol. Unos doscientos metros más allá, caminando hacia el sur, se ve el Teatro del Lago rematar el paisaje urbano sobre el agua. A la hora de almuerzo se repletan los cafés, los restaurants. Ahí es cuando se reconoce a algunas caras. El primer violín de la Orquesta Sinfónica caminando con su familia. La presidente de la Corporación Cultural SMF conversando detrás de una vitrina. Un pianista polaco espera su almuerzo en solitario mientras mira al Llanquihue, nublado.

Frutillar propone una versión del mundo dominada por la música, donde lo más importante es compartir una pasión inútil. Desgraciadamente, con sólo diez días de vida, este mundo seguirá siendo un castillo de aire. Consciente de esta realidad está Manuel Jiménez, arpista de la Sinfónica. El día viernes a mediodía hizo un concierto que convirtió en una magistral clase de arpa, un instrumento del que sabemos poquísimo —y tan arraigado a nuestro folklor—. Jiménez repasó el repertorio desde el barroco (Haendel y Bach), pasando por el clasicismo (Krumpholtz y Dussek) y el romanticismo (Glinka y Zabel), hasta aterrizar en lo moderno. Entre pieza y pieza se va soltando hasta que ya no puede evitar pararse y conversar unos minutos con el público. Se refirió al origen del arpa, su técnica y su personalidad clásica y folklórica. Como el intérprete virtuoso que es, demostró a lo largo de su didáctico programa todas las posibilidades del instrumento, explorando efectos sonoros, una amplitud de matices impresionantes en las dinámicas de volumen, toques secos o reverberantes al momento de elaborar frases musicales y melodías que viajan desde lo más agudo hasta adentrarse en la oscuridad tierna de los bajos. Al referirse a su carrera, recordó su ingreso al Conservatorio Nacional Superior de París. Ahí se dio cuenta que para convertirse en un profesional debía comprometerse y no cumplir a medias con sus responsabilidades, como sucede mucho, especialmente en el medio chileno. Confesó que ha tenido que tocar muchas puertas para demostrar su nivel y sacar adelante una carrera de la que se siente muy satisfecho, por lo que agradece el espacio que le ha ofrecido las SMF para seguir desarrollando una labor musical en Chile. Manuel Jiménez es hoy uno de los arpistas más importantes a nivel latinoamericano.

Otro de los agradecidos por participar de las SMF es el ganador del Concurso Internacional Dr. Luis Sigall, versión 2013, el tenor coreano Myong-Hyun Lee. Para su concierto del día sábado fue acompañado por la excelente pianista rusa Svetlana Kotova, radicada en Chile hace muchos años. El programa se dividió en dos bloques para organizar, primero, repertorio de cámara y luego reducciones al piano de arias con las que concursó en Chile y Alemania. Con 25 años, deslumbró a un anfiteatro lleno. Goza de un bonito timbre y de una técnica que le da la confianza para enfrentarse a piezas que son imponentes para un joven cantante. Y queda bien parado ante los desafíos técnicos, aunque no siempre en los interpretativos, ya sea por cortes anticipados en su fraseo o por una gestualidad física limitada. Aun así, promete. Sus grandes momentos fueron las canciones finales de ambos bloques: una entretenida canción coreana, Beat No Rae, de Dunam Cho, y una muy sentida angustia en Il lamento di Federico de la ópera L’Arlesiana de Francesco Cilea. Aprovecha de forma increíble al piano como acompañante íntimo a la psicología desolada del personaje hasta que logra olvidarse del canto para confundirse con Federico, para que pudiéramos verlo. Contamos con su testimonio después del concierto:

—Usted ha ganado los concursos Neue Stimmen y Dr. Luis Sigall el año pasado, ambos concursos para músicos jóvenes. ¿En qué sentido se ha visto favorecido por participar en estos concursos?
—Actualmente, en Corea no tenemos oportunidades para un cantante profesional, pero en Europa o en Chile he sentido que hay más opciones para los cantantes jóvenes. Estoy muy agradecido de Frutillar porque soy muy joven y no tengo currículum para acceder a un escenario profesional, pero me lo han brindado en estos dos conciertos, cantando con la orquesta y acompañado con pianista. Creo que la actuación de hoy fue bastante buena. Espero, después de esto, seguir presentándome en Sudamérica.

—Como músico joven, ¿cuáles son los desafíos que ve hacia el futuro en vista de la carrera que está construyendo?
—Mi sueño es convertirme en un cantante de ópera, así que creo que éste es mi primer paso. Porque en Corea he participado de algunas producciones [universitarias], pero nunca he actuado en Europa o América. Espero tener más oportunidades para presentarme en el escenario, ojalá exitosas y ganar más terreno en mi disciplina.

—¿Y en términos de interpretación?
—¡Por supuesto! El estudio es ilimitado. Voy a seguir haciéndolo para mejorar mi voz. También la musicalidad y la experiencia son cosas muy importantes. Tengo un excelente profesor en Corea. Él estudió en Italia con Carlo Bergonzi, Gianni Raimondi y Renata Scotto. Me enseñó todo lo que aprendió de ellos tres. Por eso tengo una técnica que me permite cantar más de una hora de corrido. Le debo mucho. Ahora tengo que aprender del escenario, que también es un gran maestro. Tal vez con ese aprendizaje logre alcanzar un nivel mucho mejor del que tengo en este momento, espero.El Guillatún

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