El Guillatún

No hay fusil que destruya tu guitarra gentil

Mil Guitarras para Víctor Jara

Mil Guitarras para Víctor Jara Foto: Hélène Jouvet

¿Para qué nos recogemos sobre las tumbas de los grandes artistas? Sobre la tumba de Jim Morrison, en el cementerio del Père Lachaise en Paris se dejan velas, botellas de cervezas y rosas de un rojo sangre. Tales reliquias rock’n’roll dan un sentido aparentemente pagano o idólatra a la peregrinación que se realiza en la lápida del rockero psicodélico. Pero si uno lo piensa, dejar una botella de cerveza en un cementerio es un gesto algo transgresor a la imagen del ídolo fallecido. Para contestar a nuestra pregunta, quizás haya que fijarse en la manera como se honra a un artista. Recogerse sobre la tumba de Jim Morrison con alcohol e imágenes provocativas significa dejarse poseer por el mismo «fuego sagrado» que animaba el alma salvaje e imprevisible de Morrison, sus transes y su anhelo de subversión. ¿Pero qué significará recogerse sobre la tumba de Víctor Jara?

Este sábado 27 de septiembre se presentó el concierto homenaje al cantante: Mil Guitarras para Víctor Jara. Buscando el lugar del encuentro, nos adentramos en los senderos del Cementerio General, buscando entre los mausoleos la famosa tumba alrededor de la cual pensábamos encontrar a los mil guitarristas, pensando que tal cifra era más bien una metáfora y que iban a estar los que cupieran no más. Pero las voces de una multitud cantando, al exterior del cementerio, contestaron a nuestra inquietud pragmática. En la plaza del Cementerio General, habían efectivamente mil guitarristas —1020 si quieren datos precisos— sentados en dos grandes galerías a cada lado del escenario. Vestidos de blanco, a la manera de aquellas congregaciones que invitan al bautizo, ensayaban los últimos acordes antes de que empezara el concierto. En sus guitarras y charangos, habían pegado una etiqueta con su nombre seguido de dos palabras: «para Víctor». En un escenario central, Eduardo Peralta, que lideraba la multitud en la interpretación de El hombre es un creador, se interrumpió al darse cuenta de que no le seguían el ritmo. Y en medio de la risa general, confesó que siempre le reprocharon ser un poco acelerado. En fin, no había ningún desfile de adeptos del culto a Víctor Jara llevando ofrendas a su tumba. Y pensándolo bien, fue la manera adecuada de honrar al símbolo que representa aquel hombre de coraje e integridad. Es decir, uniéndose en torno a valores comunes, porque Víctor Jara no era un ídolo ni tampoco un fenómeno de moda, era un cantante popular, en el sentido noble de la palabra.

Mil Guitarras para Víctor Jara fue un acto político y un levantamiento contra el apagón cultural que impusieron los años de dictadura. Al evocar las razones de ser de tal conmemoración, el alcalde de Recoleta, Daniel Jadue, recordó que desde hace cuarenta y un años, los artistas de Chile realizan su labor en condiciones precarias. Esa falta de reconocimiento del artista es tanto más injusta, cuando se sabe que el artista, en Chile, ha sido siempre el que se encuentra en primera línea de las luchas sociales. Y que la capacidad del artista a avivar en el espíritu del pueblo chileno el coraje que lo motivará a luchar por sus derechos, es el motivo por el cual es tan temible. Por eso también, son los primeros en caer cuando llegaron las noches oscuras del golpe militar. La apertura del concierto fue la ocasión para la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos de presentar su campaña «Verdad y Justicia ahora» con la cual reafirmaron su convicción de que no se podrá construir una democracia sólida sin luchar contra la impunidad de los 17 años de terrorismo de Estado y de imposición a sangre y muerte de un modelo económico. No se podrá construir una democracia legítima si siguen impunes los civiles y uniformados que todavía no son juzgados por los actos de barbarie que cometieron hacia la gente de su propio país. Lorena Pizarro, presidenta de la Agrupación, hizo un llamado al cierre de Punta Peuco, a la anulación de la ley de amnistía y a la realización efectiva de los derechos humanos en Chile, no sólo con la condena del terrorismo de Estado, sino también con la reivindicación del derecho a la gratuidad de la educación y de la salud y a una cultura accesible a todos y de calidad.

Para que la muerte de Víctor Jara no sea el pretexto a un mero culto de personalidad sino que se transforme en un motor de cambio social a favor del pueblo, tenemos que recordarle por la empatía que tenía por la gente de su país, por el niño Luchín, por los trabajadores y por los humildes de Chile. Y si hay que recordar un momento del homenaje de Mil Guitarras para Víctor Jara, sería quizás la copla de Eduardo Peralta: «No hay fusil que destruya tu guitarra gentil. Quisieron matar la tuya y se levantaron mil».El Guillatún

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