El Guillatún

Las lentas obsesiones del escritor

Conferencia «Lo que se dijo y se dice sobre ser autor...» - Filsa 2014

Conferencia «Lo que se dijo y se dice sobre ser autor...» - Filsa 2014 Foto: Filsa

En los antiguos andenes de la Estación Mapocho, las casetas de la Feria Internacional del Libro de Santiago abundan en visitantes. El zumbido de la muchedumbre y los anuncios de los altavoces, que indican la partida de la próxima conferencia literaria, resuenan a lo largo de la carpintería metálica de la antigua estación. Y si uno alcanza, en la agitación general, a dejarse llevar por el ensueño, se acordará probablemente de algunas escenas de una vida anterior, cuando en el siglo XIX visitaba los salones parisinos de las exposiciones universales que glorificaban la ciencia, la modernidad y la triunfante industria. En efecto, la feria literaria a la cual asistimos parece dar todo su sentido a la expresión «industria del libro».

En la efervescencia de los lanzamientos de libros, de las sesiones de dedicatorias, conferencias y conciertos, son las voces pausadas de dos escritores, Mariana Enríquez y Diego Zúñiga, que llaman nuestra atención. Su dialogo, moderado por Juan Manuel Silva, se desarrolla en el marco de una conferencia largamente titulada: Lo que se dijo y se dice sobre ser autor. Pero escribí y me muero por mi cuenta. Porque escribí porque escribí estoy vivo, de Enrique Lihn. Y al escucharles, descubrimos que en aquel lugar cohabitan dos relaciones al tiempo bien distintas: están el tiempo de la publicación, y el tiempo de la escritura. El escribir para vivir, y el vivir por escribir.

Cuando Juan Manuel Silva les pregunta si la escritura es la causa de su vida, los autores insisten sobre las dos formas de escritura que experimentan. Está, por una parte, la escritura periodística, que implica adaptarse al ritmo sostenido de las publicaciones y a los imperativos de una línea editorial. Y está, por otra parte, la escritura literaria, que obedece a una lógica bien distinta, más íntima y vital y que supone una relación al tiempo imprevisible. Aquella escritura literaria, cuando está confrontada a los imperativos de la edición, se vuelve un ejercicio complejo. Los dos autores evocan la época de los 90 cuando, tanto en Chile como en Argentina, el escritor solía firmar con editoriales para libros que todavía no había escrito y que tenía que entregar a la fecha acordada. Aquel compromiso en producir un libro en su debido tiempo le recuerda a Mariana Enríquez las lógicas parecidas de la industria del disco y el famoso trauma del segundo álbum parido en el dolor: «Ahí se quemaron un montón de escritores».

En efecto, escribir un libro implica dejarse llevar por el vagabundeo imprevisible de sus obsesiones. Así, Mariana Enríquez cuenta que tardó diez años en escribir su segundo libro, y que el resultado fue muy distinto de lo que se esperaba. Quiso escribir una novela fantástica y terminó escribiendo una novela urbana y realista, impregnada de las angustias de la crisis argentina (Cómo desaparecer completamente, 2004). Si su proyecto estaba pre definido, el mundo que la habitaba en el momento de escribir la llevó, a pesar de ella, a explorar algo distinto, pues en la escritura literaria existe una parte de fortuito: «No sé realmente por qué sigo escribiendo después de tantos años. Es una especie de pulsión. Tengo ganas de leer cosas que me gustan exclusivamente y que no encuentro en otra parte. Me tengo que decir cosas a mí misma y no las puedo expresar de otra manera. Me obsesiono al punto de que necesito desahogar aquellas obsesiones. Y si no lo hago, mi vida se me hace muy complicada».

Al escuchar conversar los dos autores, aparece que las impulsiones y obsesiones forman parte de la realidad de la escritura literaria y le confieren un carácter atemporal, y quizás vital, de búsqueda. Así, Diego Zúñiga también ignora las razones que lo llevan a escribir: «Si las conociera, es muy probable que dejaría de escribir (…). Imágenes aparecen, palabras, tonos… y me obsesionan. Quiero saber por qué se me aparecen y trato de resolver ese misterio a través de la escritura. Al escribir un libro, trato de entender por qué necesito escribir ese libro».

Al final del diálogo y al volver a sumergirse en la agitación de la feria, uno trata de imaginarse de qué camino místico habrán nacido las novelas presentadas en el hall de la estación y entiende que la palabra del autor, en un lugar así, es necesaria para recordar que tras las pilas de libros-objetos, entran en juego las lógicas insondables de la creación.El Guillatún

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