El Guillatún

«Valparaíso me convirtió en la mujer que soy»

Natalia Ahumada

Natalia Ahumada.

Si bien Natalia Ahumada (30) estudia música en la Universidad Católica de Valparaíso, admite que los dotes musicales que la caracterizan se han desarrollado en la calle. A punta de observación, experiencias y guitarreo, esta cantora popular —como se autodenomina— ha recorrido cerros porteños de arriba abajo desde pequeña y es reconocida en diferentes lugares por su cantar folclórico y «romanticón».

Siempre entonando con su voz melodías latinoamericanas que remecen el corazón, nuestra entrevistada de esta semana es, sin duda, un talento subterráneo, pero latente en la cultura popular de la ciudad puerto. Sólo basta escucharla en el Rincón de las Guitarras o en el Club Deportivo Lord Cochrane cantando junto a músicos consagrados en ese rubro —como la Isla de la Fatansía— para comprender que su canto viene del alma y que probablemente será recordada por más de algún auditor sagaz.

Su talento es, además, su trabajo. Gracias a él es capaz de solventar económicamente su vida y a su hijo Vicente. De esta manera, Natalia toma muy en serio su cantar y también, según cuenta, día a día se llena de más aprendizajes y alegrías y desventuras gracias a la música.

—¿Cuándo y cómo comenzaste a cantar?
—A mediados de los ochenta, vivíamos en Santiago, en plena dictadura militar. Mi viejo era músico de oposición, popular y callejero, por lo que era blanco constante de la persecución policial. Así que decidimos trasladarnos a Valparaíso para estar más tranquilos. Fue el día de la mamá de 1986 cuando nos subimos, con mi «taita», a cantar en el escenario del colegio. Yo tenía cinco años y mi mamá todavía tiene unas fotos de ese momento. Después me nutrí de canto en algunas peñas clandestinas, a las cuales mis papás me llevaban porque íbamos juntos para todos lados. Especialmente me acuerdo de El Churrascón, un espacio donde cantaba cuando pequeña y me pagaban con copas de helado que para mí eran gigantes.

—¿Cuáles son tus referentes musicales?
—La música popular es mi gran referente. En general, un buen músico es un buen referente para mí y un buen músico es el que hace bien su «pega».

—Te autodefines como cantora popular. ¿A qué se refiere esa denominación? ¿Qué implica?
—Las cantoras eran las responsables de llevar la música en la tradición folclórica, eran quienes interpretaban las tonadas. Me presento como cantora popular porque vengo de esa tradición, del folklore, pero la he reinventado en mis propios personajes. Asumí dos personajes femeninos que no son muy diferentes: la Cebolla Frita y la María Esperanza Cachorrita. Con la primera interpreto el repertorio de antaño del puerto, o sea, los valses peruanos (que son mi debilidad) las cuecas, las tonadas y otros géneros. La cebolla es llorona, sabrosa y repite. Ese personaje lo tengo pegado hace «cualquier» año.

—El segundo, es decir el personaje de la Cachorrita, es más «vivaracho» y «pelusón», más avasallador: te lo dice todo en la cara y sin pelos en la lengua. Este personaje está ligado a mi banda «María Cachorrita», donde también revivimos esa personalidad cebollenta del puerto pero con un estilo musical propia y bailable.

—Tú papá, Víctor Ahumada, también es artista. Cuéntanos sobre eso y cómo aportó o aporta a tu desarrollo como cantante.
—Este año mi papá cumple 30 años de trayectoria artística y yo, 26. El Víctor, mi «taita», es el facilitador y el guía también. Siento que tengo que seguir aprendiendo y mejorando los patrones desordenados que me regaló. Me refiero al desinterés, de mi parte, hacia la plata. Desinterés por no tener ni llevar una vida como se debe, según esta sociedad… No estoy en Afp, ni en Fonasa; estoy en Dicom por la Universidad. No pienso en mi futuro monetario mucho que digamos. Vivo mi presente. El qué dirán y todas esas chayas no me interesan y se lo debo en gran parte al Víctor. Nosotros vamos en contra de la corriente.

—¿Crees que la Universidad ha sido una herramienta importante para tu desarrollo como artista popular?
—Sí. Me hizo más dura, porque al ser autodidacta me encontré con gente del mundo académico que sabía mucho y que, en ocasiones, me dañaba, el artista tiene una sensibilidad diferente. Allí aprendí bases para entenderme con académicos y populares. Esa experiencia (universitaria) me hizo amar más la calle, ser más crítica. Por eso ahora me encuentro activa en la lucha por la igualdad de la calidad en la educación y la ferviente creencia de que la resilencia existe y que podemos hacerla realidad allá, donde los recursos escasean, en la periferia, para que la educación no sea sólo el arma de batalla de unos pocos.

—Llegaste de pequeña a vivir a Valparaíso. ¿Cuál es tu relación con el puerto? ¿Crees que te ha inspirado en el camino de la música popular?
—La verdad es que he sido una patiperra. Desde chica he viajado por todo Chile. He vivido en Punta Arenas, en Ovalle, en Santiago, en Huatulame, en la Quinta región costa e interior. Eso tal vez hace que ame más a mi puerto. Acá he conocido tremendos músicos, tremendos amigos de la música y maridos musicales. Valparaíso es la cuidad que une y divulga, llena de quebradas y caídas al mar. Por ahí se ha ido mi corazón y mi canción se ha convertido en un constante ir y venir de ideas locas y sentimientos cálidos. Valparaíso me convirtió en la mujer que soy, y en la artista que busco incansablemente. Soy un poco de ese mar que recorre nuestra costa.

—¿Consideras que la música popular debe traer consigo un mensaje político o social? Si es así, ¿cuál crees que es tu mensaje?
—Estoy convencida del tremendo aporte que la música, como mensaje, entrega a las masas. Sin embargo, mi propuesta no es política en temática. Mi propuesta es más conciliadora. Hemos peleado toda la vida, hemos luchado en todas direcciones, así que yo le canto a las desventuras del camino y a las alegrías del paso del tiempo. Más que un canto social o político, lo mío es un canto a lo humano. Mi propuesta es mantener una tradición, más que ser una canción de lucha y todas esas pomadas que, por lo demás, ya viví, ahí cuando las papas quemaban, con mi familia en los años 80.


Natalia Ahumada.

—¿Alguna vez dudaste de ser cantora popular?
—No, en algún momento no sabía que lo era y no entendía mi vocación pero cuando descubrí, me negué y renegué a dejar de serlo. Ha habido momentos en mi vida en que me he visto en la necesidad de dejar el canto, porque no me ha dado estabilidad económica y otros motivos han intentado que me «baje de la micro». He sufrido mucho cuando eso ha sucedido, pero sólo me callo un poquito y espero que de nuevo salga el sol. No sé hacer otra cosa, ni me imagino haciendo otra cosa porque amo tanto el canto y amo tanto lo que hago para vivir, que moriría en el intento.

—¿Dónde te podemos encontrar cantando?
—Los fines de semana me pueden encontrar en diferentes bares y cafés de los cerros top (Concepción y Alegre) y a veces, si tengo ganas de cantar por amor al arte no más, pueden verme en el plan en un bar que se llama El Rincón de las Guitarras. En la semana, estoy en distintos lugares como el Molinón y el San Carlos. Pero no tengo muchas rutas trazadas. Voy donde me lleve el canto para negociar unas lucas voy o para pasar un momento musical con los músicos que admiro de este puerto.

—¿Cuáles son tus proyectos actuales?
—María Cachorrita es el proyecto al cual estoy entregando todas mis energías, tiene todos mis emociones ocupadas, con esta banda estoy aprendiendo el oficio de tocar con más colegas ya que siempre he sido solista. Esperamos llegar al público con letras diferentes al corazón, a los acontecimientos sociales, a cuidar nuestro medio ambiente, etc, con una mirada femenina y actual.

—¿Cuándo y cómo te sientes reconocida por tu público?
—Cuando bailan con mi música, con mi canto, también cuando me regalan sus miradas y sus almas con ellas; cuando escuchan mi trabajo y vuelven por un poquito más otra vez. O cuando los miro y veo en sus ojos un poco de los míos.

—¿Cuáles son tus expectativas hacia el futuro?
—(…) Alimentarme de Latinoamérica en un futuro próximo, de su música y su cultura para volver más sólida a mi tierra. Además de estudiar canto, siempre más, ya que siempre se puede aprender algo nuevo. Mi expectativa es ser una voz que logre cautivar y emocionar al que escucha y ser recordada por ello, y porque siempre he creído en los sueños y sólo sé regalar un poco de eso.

—Por último, recomienda a nuestros lectores bandas o solistas de tu gusto.
—A Juan Pou, Lucy Briceño, La isla de la Fantasía, Juan Daniel Núñez, don César Olivares, el Flaco Morales y tantos otros. A Huechunche, a La Longui, a la Salsativa, María Cachorrita, Víctor Ahumada Silva, Cahuín Relonche, R.O Morris, Pepa Díaz, La Bandurria, Pebre. Puros amigos. Se me quedarán bastantes en el tintero. Son las personas en las que hoy creo y quienes hacen mi corazón andar y mi piel erizarse de emoción.El Guillatún

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