El Guillatún

«Me he inventado como guitarrista, compositor y profesor. He creído»

Juan Antonio Sánchez

Juan Antonio Sánchez. Foto: Ernesto Merino

Autodidacta. Patudo. Sin fronteras. Niño prodigio de la raíz folclórica. Un compositor que no cree en la nacionalidad, los pasaportes y los ejércitos. Tanto así, que compuso su propia versión del Himno Nacional. «Mi versión no es una marcha, sino una armonización dedicada a los torturados y ejecutados», dice Juan Antonio Sánchez, más conocido como Chicoria Sánchez.

Desde pequeño que fue Chicoria Sánchez. En Alemana donde nació, en Valparaíso a donde llegó a los cinco años tras cruzar el canal de Panamá en un barco proveniente de Hamburgo, en Argentina, México, Mozambique, etc. En tantos lugares del mundo ha sido siempre Chicoria Sánchez.

En Chile, estudió Licenciatura en Música en la Universidad de Chile, Guitarra con Oscar Ohlsen, Composición en el «Taller 33» y flauta con Alberto Harms, entre otros. Ha grabado con Terra Nova, Francesca Ancarola, Entrama, Antonio Restucci, Magdalena Mattey, Patricio Manns, Santiago del Nuevo Extremo, y así, otros tantos más.

Chicoria Sánchez ha grabado dos discos como solista: Local 47 (2001) y Soyobré (2003), ambos discos inspirados, creados y dedicados en torno al Folclor Latinoamericano. Ha sido distinguido por la Sociedad Chilena del Derecho de Autor como mejor compositor de fusión y el año 2002 recibió el premio Altazor por su disco Local 47. Un tramo largo, transitado y agitado ha recorrido Chicoria, desde aquellos días en donde era un fanático de The Beatles que emprendía el vuelo desde Chile junto a sus padres exiliados.

ANÉCDOTAS MUSICALES Y VIAJERAS

Ninguno de sus padres es músico, pero desde pequeño oía en su casa a The Beatles, Violeta Parra, tangos y los intérpretes de la Nueva Canción Chilena.

También, siendo muy pequeño, le regaló a su abuelo una melodía en flauta de Johann Sebastian Bach, y a su abuela, una melodía de Frank Sinatra.

—¿En qué momento aparece la música en tu vida?
—Conscientemente, la música aparece después del golpe de estado. Yo me voy con mi mamá y mi padrastro a Argentina. Nos vamos a comienzos del año 1974 a Mendoza, luego a Neuquén. Mi padrastro, Roberto Espina, dramaturgo, llenaba la casa de músicos y guitarras. Un recuerdo que tengo y que lo he contado muchas veces (que ya no sé si es real o lo he llegado a inventar), es que uno de esos músicos que transitaba por la casa toca Gracias a la Vida en charango, entonces yo con ocho años le digo que me enseñe eso, que yo quiero aprender. Él, al día siguiente me trae una quena y aprendo a tocarla. Me cuesta sacar el sonido, hasta que me sale. En ese momento comienzo a hacer mis melodías y no me detengo más. Después de la quena siguió la zampoña y la flauta traversa. Después de eso, nos fuimos a México. Ahí estuvimos durante tres años, tiempo en el cual seguí haciendo música con mis amigos. Luego partimos a Mozambique y allí fue lo mismo, más música. Siempre con la raíz folclórica latinoamericana. La música que interpretaba era del cono sur, del movimiento latinoamericanista.

—¿Cómo se relaciona la música que tú interpretabas en esos años, con los países en los cuales viviste? ¿Cómo se vive y compone esa música?
—En México, durante el año 1975, hay una gran presencia de exiliados chilenos, por lo tanto se reproducen muchas peñas que practican esa música y cultura. Los mexicanos terminaron incorporando la música chilena como una corriente, como un movimiento. Luego de México nos vamos a Mozambique porque a mi mamá le ofrecen un trabajo en Naciones Unidas. Ahí, a fines de los `70, existe una colonia importante de inmigrantes y yo sigo componiendo con los chilenos, que eran una suerte de Inti Illimani. En ese momento yo tenía 13 o 15 años, era una especie de niño prodigio dentro de la raíz folclórica.


Juan Antonio en Guadalajara, México, 1978.

Para Chicoria Sánchez, nuestra geografía (mar, desierto y hielo) influye en un constante estado de reflexión en el ámbito de las artes. «Los argentinos tienen una pampa y escriben una novela. Nosotros escribimos poesía en un profundo estado de introspección». A su vez, para Chicoria, no existe un país más chovinista que Chile. «Es cuando Cortázar habla de patriotismo y patrioterismo. Hay un patriotismo muy exacerbado para el 18 de septiembre y ¿qué celebramos? ¿qué independencia? Querer Chile es haber apoyado a Violeta Parra, es leer a nuestros poetas, y no sólo apreciarlos por los reconocimientos. El hecho de que se escuche cueca en septiembre, es un asunto de hipocresía. Somos chilenos versus los chilenos, versus los peruanos, versus los argentinos. Por mi parte, no creo en los ejércitos, en la nacionalidad, en los pasaportes, en las fronteras, por eso hice una versión del himno nacional que no es una marcha, sino una armonización dedicada los torturados y ejecutados».

EL POR QUÉ DE LA GUITARRA, LA MÚSICA PARA NIÑOS Y LA PEDAGOGÍA

A Chicoria lo sedujo el sonido y sus múltiples posibilidades. Cree incluso, en una visión más chamanística de la vida, es decir, que la guitarra lo eligió a él. «A lo mejor, quién sabe, es el instrumento que lo elige a uno. Me gusta esa lectura».

—¿Por qué la guitarra? ¿Por qué se transforma la guitarra en la protagonista de tus composiciones?
—Primero, hay una circunstancia, es un instrumento accesible. Hay una cosa cómoda en la guitarra. Lo segundo, es que es suficiente. Tú puedes construir con ella algo que es suficiente y armónico, que no necesita de otros instrumentos y que resulta bastante completo, como una pequeña orquesta. Otra cosa, es que la guitarra se adapta a mi necesidad de expresión.

—¿Hoy en día estás componiendo música para niños junto a tu guitarra? ¿Cómo llegas a eso? ¿Por qué escoges esta vez al oyente más pequeño?
—Yo estaba en España y había un concurso para hacer canciones para niños. En un mes hice 15 canciones. No gané el concurso pero quedó un repertorio entretenido y a la gente le empezó a gustar. Ese repertorio se complementa con mi música. Sabes, mucha gente me ha dicho que debería ponerle más energía a la música para niños, porque mis canciones tienen una lectura más inteligente, tanto para niños y adultos. Pero aún no me lo propongo por completo. Por ahora me entretengo, es un pretexto que sea para niños.

—Tú haces clases. ¿Qué te sucede con eso? ¿Cuál es la importancia de la pedagogía en la música?
—Las clases que hago me satisfacen porque estoy enseñando algo que yo he inventado, una manera de ver la guitarra vinculada a la raíz folclórica latinoamericana. Considero que esto, es importante de enseñar. Afortunadamente lo que hago es contribuir a formar un movimiento en el que creo profundamente. En la Universidad Arcis estoy desarrollando un poco más, entregando las herramientas que yo he adquirido para que los alumnos y alumnas puedan crear e investigar.

—Así como lo has hecho con la mayoría de los instrumentos, en la pedagogía ¿te consideras un autodidacta?
—Absolutamente. Yo no he estudiado pedagogía, yo no he estudiado composición, ni tampoco he terminado mis estudios de guitarra. Yo he sido medio autodidacta y patudo, y sobre todo, he creído en algo. Me he inventado como guitarrista, me he inventado como compositor y me he inventado como profesor. He creído. He creído en lo que enseño y no he seguido el camino de alguien. Estoy desarrollando algo que está bastante en ciernes.

Chicoria Sánchez se pregunta «¿Cómo hago para enseñar lo que yo sé?» y él mismo se responde «lo primero que tengo que responderme es de dónde viene lo que yo sé».

Hay un proceso que ha hecho para poder llegar a encontrar esa respuesta, y se llama Fondart. Dice que ha tenido que sistematizar su enseñanza, y por lo mismo, escribió un libro: Recorriendo el Laberinto. Un libro de armonía aplicada a la guitarra que busca ser el primer volumen de una colección de varios libros que está trabajando poco a poco. Él lo sabe, otra cosa es con guitarra.

—¿Hoy por hoy, en qué proyectos estás trabajando?
—En este momento estoy a punto de sacar 3 nuevos discos y 3 nuevos libros. Los discos son Viajes para guitarra de guitarra sola y Tercer tiempo, con la participación de varios músicos amigos como Freddy Torrealba e Ítalo Pedrotti en charangos, Antonio Restucci en mandolina, Emilio García y Simón González en guitarras, Pedro Suau en flaunacho, Raul Suau en tiple, Cristian Gutiérrez en cello, Andrés Pérez en clarinete, Marcelo Maira en flauta, el cuarteto de cuerdas Andrés Bello y la participación de Tecla Negra en tambores uruguayos. Y el tercer disco es El tren de los animales con canciones para niños, este último será editado por Shagrada Medra en Argentina y por Carlos Aguirre. Los libros en los que estoy trabajando contienen composiciones para guitarra y son la continuación de mi anterior libro Piezas esenciales para guitarra.

—Y luego de todo eso ¿Algo más que teja entre manos Chicoria Sánchez?
—También hay en carpeta varios proyectos: una gira a Mendoza a comienzos del próximo año a tocar y dar talleres; un disco a dúo junto a Eli Morris con arreglos de música popular chilena; la organización de un encuentro de guitarristas-compositores de raíz chilena y latinoamericana, y la grabación de un disco de ese evento. También el montaje de un repertorio de mi música junto al cuarteto «Krinético»; la creación de obras para diferentes formaciones, como un concierto para guitarra y orquesta; la publicación de nuevos libros didácticos de música y guitarra.

—En fin, siempre hay proyectos que surgen en mi cabeza y mi corazón y me inyectan energía vital.El Guillatún

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