El Guillatún

«El flamenco habla sobre la vida misma»

Constanza Mardones y Compañerita mía de mi alma

Constanza Mardones y Compañerita mía de mi alma. Foto: Diego Sandoval

Constanza Mardones es bailaora, es decir, se dedica al flamenco de manera profesional. Con sólo 21 años de edad —y mientras se encontraba estudiando Artes en la Universidad de Chile— un inesperado «flechazo» la llevó a incursionar en este tipo de baile de origen gitanesco y andaluz, comenzando una redonda carrera que hoy la posiciona como una de las figuras del flamenco más reconocidas a nivel nacional. Hace pocas semanas estrenó su último montaje NN, el cual fue muy bien recibido por la crítica.

Además, Mardones cuenta con su propia compañía, «Compañerita mía de mi alma» y se ha presentado en diferentes escenarios a nivel nacional e internacional, participando como bailarina y coreógrafa. También, desde el 2002, es profesora en la escuela de baile La Fragua y ha perfeccionado su técnica en España, donde tomó clases con importantes maestros andaluces como Miguel Caña, Adela Campallo, Yolanda Heredia, entre otros.

Para ella, las ganas y la inspiración son las claves para conseguir los sueños. Por eso, esta semana la entrevistamos en El Guillatún, esperando que todas y todos nuestros lectores se inspiren con esta admirable artista chilena.

AMOR A PRIMERA VISTA

—¿Es cierto que lo tuyo con el flamenco fue una suerte de «amor a primera vista»? En una entrevista que te hicieron, cuentas que de casualidad asististe a una presentación en la academia Jeaninne Albornoz de Santiago y dijiste «esto es lo mío»…
—Sí, exactamente así fue. Fui a parar a esa presentación como acompañante, sin saber ni conocer nada de flamenco y cuando comenzó la música y el baile, sufrí como un ataque, con síntomas físicos y todo: se me acelero el corazón, me puse a sudar; en fin, igual que un flechazo de los potentes. En ese momento estaba embarazada y tuve que esperar tres años para empezar a tomar clases, pero fue tal la certeza de que me había topado con algo importante en mi vida, que no me desalenté y siempre lo tuve en mente durante el transcurso de este tiempo.

—De alguna manera, tu carrera como bailaora y los logros que has conseguido, rompen con la idea que se impone socialmente de que las personas deben comenzar a desarrollarse como artistas o deportistas desde pequeñas, sino no lograrán mayores éxitos. ¿Qué opinión te merece esta reflexión?
—Es verdad, no me lo había planteado de esta manera. De todas formas, debo comentar que desde pequeña tuve mucha relación con lo físico: en el colegio fui deportista y siempre estuve compitiendo en su representación. O sea, no llegué de cero al flamenco. Sabía ya lo que era el entrenamiento y la disciplina. Sin embargo, creo que lo más importante son las ganas, la perseverancia y el «amor-pasión» por lo que se hace. Esto es lo fundamental. Es una realidad que en algunas disciplinas es requisito empezar de muy pequeño —el ballet, por ejemplo— en otras, hay que asumir que se debe trabajar y estudiar el doble, triple, cuatro veces más… Pienso que, en el caso de las artes en general, se debe poseer una cierta sensibilidad y profundidad natural; lo físico se adquiere con mayor facilidad (…).

—Considerando que, antes de bailar, estudiabas artes, ¿de qué modo crees que tus aptitudes artísticas ayudan, o se relacionan, a tu actual trabajo como bailaora y directora?
—La sensibilidad artística —más aún cuando se ha podido desarrollar, o pulir, a través de estudios— es de gran ayuda, o más bien, es el fundamento. Personalmente, gracias a lo que he podido vivir, sé que la investigación, funciona como soporte de la inspiración, dándole forma y encausando a este proceso mágico y a ratos escurridizo. Me gusta que las cosas tengan un por qué y que, para empezar, esto esté claro dentro del equipo de trabajo. Para mí, esclarecer y discutir en grupo el concepto con el que se está trabajando —el guion, la historia— antes que todo lo estético, es clave para lograr una buena productividad creativa. Más que buscar límites, se trata de guiar a la inspiración y que, de este encausamiento, vayan naciendo las figuras estéticas.

FLAMENCO: «IMPORTA LO QUE SE QUIERA DECIR»


Constanza Mardones. Foto: Diego Sandoval

—¿Qué tipo de flamenco haces: moderno, clásico, gitanesco…? ¿Tienes un estilo definido?
—Siempre siento que hay que tener mucho cuidado cuando se habla de esto, la verdad no sé bien por qué. Primero, siento que trato de hacerlo todo con un profundo respeto por el conocimiento tradicional, el flamenco en sí mismo y por las otras disciplinas a las que, de repente, les robamos los aires; el contemporáneo, por ejemplo. Yo aprendí y me formé en «La Fragua», donde Angélica Cires siempre se ha preocupado de extraer el conocimiento desde lo más tradicional. Ella convivió muy de cerca con el mundo gitano, siendo pareja del gran guitarrista Parrilla de Jerez (Q.E.P.D). De esto, yo aproveché de aprender todo lo que pude. Por el contrario, también siempre me ha gustado la vanguardia y he visto las cosas que se hacen actualmente, sobre todo en Madrid, donde el flamenco ha tomado muchísimo del contemporáneo. Desde estas dos bases trato de hacer algo personal, sin que prime el estilo formal. Me interesa más lo que se quiere decir.

—Sé que puede ser parte de un cliché, pero ¿es el flamenco algo «de» españoles? ¿O se puede decir que se adapta?
—Ya a estas alturas, donde el flamenco se encuentra presente prácticamente en todo el mundo, es un poco risible tacharlo solo de españoles, en todo caso debiera ser sólo de andaluces o de gitanos. El flamenco nació en Andalucía. Que se dé en el resto de España, es casi lo mismo a que se dé en Chile o Perú, o cualquier otro país (…) Artísticamente, se ha absorbido por diferentes culturas y gente. Es de fácil absorción por su fuerte carga emocional plagada de sensaciones universales, de situaciones que se dan aquí y en la quebrada del ají; habla sobre la vida misma, la muerte, el amor, lo básico presente en cualquier lugar.

—Relacionado un poco a la pregunta anterior, ¿qué significó para ti el viaje a España en 2005, donde te instruiste con reconocidos bailaores? ¿Marca un hito en tu carrera?
—Mira, la verdad es que me quedó gusto a poco de ese viaje. Fui por muy poco tiempo y las clases que alcancé a tomar fueron también muy, muy pocas. Lo que más me sirvió, fue todo lo que vi: gitanos cantando y bailando en las plazas y bares, niños dándose una vueltecita por bulerías… Lo mismo que me sirve cuando veo a los cuequeros, a los que hacen paya por puro gusto o para ganarse unos pesos en la micro; en fin, es el arte mezclado con la vida, fundido.

—¿Crees que es difícil hacer flamenco en este país? ¿Cómo es, generalmente, el recibimiento del público?
—Creo que, en este país, es muy difícil dedicarse al arte en general. Hacer flamenco es igual de difícil que en cualquier parte. Lo que se dificulta mucho es la gestión, los fondos para poder crear obras de calidad, los espacios, el reconocimiento dentro de las artes serias o por parte de las artes formales, en fin. En cuanto al público, siempre es bueno el recibimiento, sobre todo de los no aficionados, que generalmente tienen la visión cliché del flamenco y que quedan muy sorprendidos y comprenden inmediatamente de que se trata de algo complejo y profesional.

INSPIRACIÓN EN MOVIMIENTO

—¿Cómo ha sido tu experiencia como directora de la compañía «Compañerita prima mía de mi alma»?
—Es de lo mejor que he logrado, he aprendido mucho. Ser líder de un grupo siempre encierra algo de soledad y también es fuerte sentir que todo el grupo te está entregando su confianza, y hay que trabajar duro para no decepcionarlos. Yo también formo parte eventualmente de otras compañías como bailaora, así que conozco los dos lados de la moneda, lo que es muy importante a la hora de asumir como directora, de aplicar la empatía. Siempre en un grupo se provocan roces, problemas de ego, cosas que son propias del ser humano; lidiar con eso se aprende, se aprende a ser director y yo estoy empezando en ese camino.

—¿Qué te motivó a dirigir tu propia compañía?
—La creación y la libertad para ésta.

—¿Cómo te inspiras para bailar, sacar nuevos pasos, crear una obra o enfrentarte a un escenario?
—Conectándome con los sentimientos que yacen bajo la música, el canto. Los asocio con pasajes de mi vida, con anhelos, experiencias y recuerdos…

—¿Qué artistas te inspiran?
—Muchos escritores. Me gusta mucho la literatura: los rusos, los clásicos, los cuentistas norteamericanos, la poesía nuestra, Rimbaud, Emily Dickinson; el folklore latinoamericano, mejicano y el canto de lo humano a lo divino es algo que realmente me conmueve. Muchos artistas visuales: Chagall, Marcel Duchamp, Gonzalo Díaz. Todas las flamencas gitanas, todos los flamencos actuales contemporáneos, verdaderos extraterrestres de talento genial: Israel Galván, Rocío Molina, Yerbabuena, Mercedes Ruiz, Manuel Liñan, etc.… El jazz clásico; también el vanguardista, Billie Holliday…

—¿Cuáles son tus aspiraciones como bailaora y directora, en el futuro?
—Crear, crear, crear, más que bailar.

—¿Dónde podemos verte bailar o tomar clases contigo?
—En La Fragua pueden tomar clases conmigo, y verme bailar en los próximos montajes que espero concretar.

—Finalmente, ¿quieres dar algún mensaje, anuncio o saludo a los lectores de El Guillatún?
—Sí, que se esfuercen por lo que aman. Que amen, que tengan siempre presente lo rápido que pasa el tiempo, y, sobre todo, que no se den por vencidos.El Guillatún


Constanza Mardones. Foto: Diego Sandoval
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