El Guillatún

«El crecimiento literario tiene que ver con huir del estilo»

Jorge Baradit

Jorge Baradit. Foto: Pablo Poulain

En palabras del mismo Baradit, él fue un «lector promiscuo desde niño», no tenía filtro en la lectura, ni criterio cultural a su juicio. Si bien es diseñador de profesión, quiso mezclar eso con su pasión por la lectura —más selectiva cuando grande— y también por la escritura. Por lo anterior, hoy se ha hecho conocido, entre otras muchas cosas, por novelas como Ygdrasil, que tuvo excelentes comentarios, así como también por su incursión en la novela gráfica, con Policía del Karma.

AMOR POR LAS PALABRAS

Baradit asegura que quiso completar su educación estudiando «algo que me enseñara del mundo que me circundaba, más allá de los paisajes interiores, que ya estaban bastante deformes y pervertidos». Con lo anterior, decidió entrar a estudiar arquitectura, lo que finalmente desembocó en diseño gráfico, vinculando a Baradit para siempre con la comunicación: «La literatura nunca ha sido mi amor, las palabras sí, los libros sí, las imágenes dichas y descritas sí. El lenguaje como herramienta pobre para telepatear alguna imagen que me perturbaba», dice. En este sentido, hoy Jorge Baradit ha tratado de entregar sus obras de todas las formas posibles, no quedándose sólo en la escritura de un libro, si no que también incursionando en cosas olvidadas hasta ahora como la novela que está presentando en el diario La Segunda a través de entregas semanales, o bien su incursión en la novela gráfica chilena, que en sus propias palabras «ya está despegando».

—¿Dónde encuentras inspiración para escribir tus textos?
—De la manera anómala en que me funciona el encéfalo. Me robo a mí mismo, anoto y aplico criterios gastronómicos con los ingredientes, luego articulo, construyo usando materiales preexistentes. Las catedrales se hacen con piedras y ladrillos que existen a granel.

—Has trabajado la ciencia ficción, la novela gráfica, y hoy estás escribiendo para La Segunda en entregas semanales, entre otras cosas que has hecho. ¿Me podrías contar un poco de cada uno de tus trabajos, cómo van surgiendo las ideas…?
—Todas nacen de lo mismo, las lecturas hechas, los miedos nocturnos al infinito, los miedos a lo cotidiano. La libido, el cuerpo. La necesidad de unir los signos del Cielo con los de la Tierra. La necesidad enfermiza de dios, la disciplina para no matar a nadie y los demonios que surgen de esos deseos. La memoria, la identidad. Quién soy-somos. Develar un embalaje que no tiene nada al centro.

—¿Consideras que tienes algún estilo literario particular?
—Los estilos son la propia incapacidad que va arrojando forma de tanta insistencia, un «modo». Si lo vemos así, sí, tengo un estilo, muy a mi pesar. Las posibilidades son limitadas. El crecimiento literario tiene que ver con huir del estilo.

—¿Cuáles son tus influencias literarias? ¿Tienes algún autor favorito?
—Sí, Antonin Artaud, Hyeronimus Bosch, Borges, Tristán Tzara, Basquiat, Mike Mignola, Gerschom Scholem, Miguel Serrano, William Burroughs. Lautreamont. Puros limítrofes.

TRABAJOS DE INVESTIGACIÓN

—Algunas de tus obras tienen datos y momentos históricos. ¿Existe un trabajo previo de investigación? ¿Por qué la decisión de considerar esos datos y hechos para incluirlos en tus trabajos?
—Soy muy acucioso con la investigación, luego olvido todo y trato que el órgano que ordena mis sueños mande el tapiz. La memoria se parece más a un delirio poético que a una máquina fotográfica. Hasta la Historia es solo un puñado de historias, otra forma de la literatura con timbre oficial.

—Si pudieras mencionar un hilo conductor para tus historias o una forma de agrupar tus trabajos, ¿qué podrías decir?
—La memoria del pasado, la memoria del presente, la memoria del futuro. La nube de ruido blanco en la que vivimos. La imposibilidad de recordar las cosas completamente, los equívocos, los hechos de los que nos colgamos como anillos sobre un acantilado, para no despeñarnos. La cultura hecha de memoria frágil, recuerdos equívocos y mentira.

PAINTBALL LITERARIO

—Estás haciendo una novela por entrega para el diario La Segunda. ¿Cómo surge la idea? ¿Qué te gusta de ese formato tipo «serie de televisión»? ¿Cuántos capítulos son?
—Me interesaba la posibilidad de escribir una novela surfeando el tiempo real, una carrera con los días, contando las horas, recibiendo feedback, rearmando la carga en el camino, arreglando el avión en vuelo. Se me hacía lo más parecido a una imagen que pongo en práctica usualmente: lanzarme por un acantilado e ir armando el paracaídas mientras me desplomo. Además me interesaba acercar un formato considerado erróneamente anticuado a una nueva velocidad, la del cliffhanger. Una especie de juego extremo, paintball literario. Ponerle algo de adrenalina al oficio que siempre se ve hecho para guatones sentados en un escritorio.

—Tú trabajo también ha estado marcado por tu incursión en la novela gráfica. ¿Qué opinas sobre lo que se está haciendo sobre esto en Chile?
—Es un cohete que está despegando, que hay que cuidar para que no se chingue. Talento hay. Lo que no hay es mercado para darle sustento real. Todo lo que se hace hoy es sobre una base muy frágil, realmente no hay sustento económico y así no se hace industria. Ojo.

Policía del Karma, tu novela gráfica, ¿tendrá más capítulos?
—No estoy seguro, supongo que tendrá que entrar a la fila de proyectos. De momento PDK es una idea que permea mis otros proyectos como líquido percolado, infectando mi memoria con imágenes que necesito sacarme de encima. Bueno, para eso sirve la literatura, al menos para mí.

—Ya que tus libros tienen un potente desarrollo gráfico, ¿te imaginas alguno convertido en película o adaptado como serie de tv?
—Por supuesto. Algún día.

—¿Estás trabajando en alguna obra en este momento? ¿Nos podrías contar sobre los proyectos en los que estás trabajando?
—Siempre estoy haciendo otras cosas, soy el señor otra cosa. Supongo que es un tipo de droga, la posibilidad de terminar algo y quedarme sin proyecto me da pánico y abstinencia. De momento está Synco, la novela gráfica, un par de guiones por ahí esperando florecer, y esos enjambres que flotan por todos lados que eventualmente se convierten en novelas.El Guillatún


Jorge Baradit. Foto: Pablo Poulain
Exit mobile version