El Guillatún

Opus 5 / Blues y alma

A las almas en pena y a sus remordimientos

¿Pueden esas almas ambiguas, que saben más del dolor que de los pajaritos y la primavera, cantar mejor que los monaguillos? Aquí va la respuesta de los Hermanos Cohen…

En algún lugar en medio del Mississippi, dos carreteras dibujan en el mar de maizales una cruz de hormigón. Y en el centro de esa cruz, un hombre negro lleva un sombrero y una funda de guitarra. Está parado en este cruce desde la noche anterior, esperando a que el zumbido de algún motor de auto se eleve en el horizonte. Y mientras gira en torno a un eje invisible, repasa en su mente los detalles que su memoria pudo rescatar de su encuentro nocturno. Su cita vino también sola pero fue como si miles de entes invisibles hubieran asistido a la transacción funesta.

Por fin un vehículo llega en su dirección. En el auto, tres convictos en fuga y entre ellos, uno que tiene una fijación por la gomina. La vida de fugitivo no les ha quitado las ganas de disfrutar una buena conversación con un total desconocido, por lo tanto, invitan al hombre y su guitarra a tomar sitio en el asiento del pasajero. Everett, quien está manejando, le pregunta cómo llegó a este lugar donde no se ve ni un alma. Y él le contesta con la sencillez de un recién nacido:

—Me llamo Tommy, Tommy Johnson. Tenía que encontrarme en este cruce ayer a medianoche para vender mi alma al Diablo.
—¿Y qué fue lo que te dio en cambio?
—Me enseñó a tocar bien esta guitarra.
—Oh no… ¿Fue para eso que vendiste tu alma al demonio?

Tommy se encoge de hombros: «No la ocupaba».

Aquel Tommy Johnson es, en la película O’Brother, el símbolo del bluesman mal nacido en una tierra donde pululan histéricos jinetes enmascarados con fundas de almohada blancas. Y bueno… parece que Tommy prefiere tocar un buen blues que ser canonizado.

Si entramos en un debate teológico-musical, tenemos que resaltar una paradoja en el origen del blues… El blues, que deriva en parte de los cantos espirituales, lleva su nombre en referencia a los blue devils —diablos azules— es decir los sentimientos de melancolía y tristeza, el delirium tremens, los pensamientos negros… Se podría decir entonces que el blues nace de un imaginario que asocia los demonios de la tristeza a cantos que pretenden llevar el alma del creyente un poco más cerca de Dios.

Toda una ambigüedad, ¿no? Para cantar sobre los tormentos del alma, no hace falta ser un santo… Algunos grandes se fueron a los sótanos de su conciencia a conocer sus inconfesables rincones y de su bajada al infierno nos trajeron el don de la inspiración. Claramente, a la hora del Purgatorio tendrán que arreglárselas ante Dios, pero para eso, Nina Simone ya les tiene una canción preparada:

«Oh Baby, ¿no sabes que soy humana? Como todos, tengo pensamientos. A veces me sorprendo al arrepentirme de cosas tontas, de cosas simples que hice. Pero soy solo un alma cuyas intenciones son buenas. Oh Señor, por favor no me malinterpretes».

Del blues viene el soul, queridos lectores… Oh yeah.El Guillatún

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