El Guillatún

Dulce electricidad…

Queridos lectores y auditores,

¿Les invitamos a un tango? ¿Un twist? ¿O una hora quizás? ¿Conocen la hora? Es una danza que los judíos de Europa del Este solían bailar en los tiempos de pogromos. Es el mismo baile que el fantasma de Gengis Cohn —un judío vengativo inventado por el escritor francés Romain Gary— danza cada vez que quiere penar y atormentar a un nazi jubilado. ¿Qué inesperado, no, enfrentar al cataclismo o al opresor con un baile desenfrenado? Inesperado pero no absurdo. Después de todo, el baile podría ser el coraje del cuerpo.

Deben haber notado, queridos lectores, el particular interés de El Guillatún por el tema. Nos podrían cuestionar: ¿qué más paradójico que dar un espacio a la danza en una plataforma virtual? ¿Qué poco pragmático querer ser atravesado por la corriente eléctrica del baile en el reino de lo impalpable? Sin embargo, El Guillatún no se deja desalentar por las leyes de la lógica. Y es por eso que consiguió a alquimistas para transmutar el movimiento en palabra.

Siguiendo la coreografía de Lorena Hurtado, los columnistas de Problematizando la Danza se hacen los descodificadores y traductores del lenguaje del cuerpo. Nos muestran cómo el cuerpo es el lugar de la sociedad encarnada, el lugar de los juegos de la moral y el lugar del poder. Encadénenlo, ríanse de él, y se podrá leer el miedo en sus miembros encorvados. Pero háganlo bailar, elevarse y girar y girar en su eje como un derviche, y será el lugar de la rebelión y la euforia.

Conecten al cuerpo a una red de aparatos electrónicos, pantallas, fibras ópticas, i-pod, i-pad y otras quimeras en «i» y harán del cuerpo un híbrido del tercer milenio cuyas manos febriles teclean y en cuyos oídos vibran los decibeles de un par de audífonos. Y ese híbrido de carne y coltán, ¿a qué le tiene miedo? ¿Al cuco? ¿A la soledad? ¿A lo imprevisto? ¿A no tener a su mundo bajo control? Al híbrido le es fácil enamorarse de un sistema operativo, sobre todo si tiene la voz de Scarlett Johansson. A ese híbrido le es fácil propagar el viento de la rebelión en las redes virtuales. Pero a ese híbrido, ya no le resulta fácil desconectar sus prótesis para bailar con su solo cuerpo, como lo solía hacer Fred Astair o el Rey del Pop.

Queridos lectores de El Guillatún, su virtual interlocutor no tiene el propósito de hipnotizar sus sinapsis o de atar sus cuerpos a la pantalla. Al contrario, pretende despertar en sus venas las ganas de caminar, de sumergirse en la oscuridad de una sala de teatro donde los cuerpos se mueven en el escenario, de bailar y danzar y sentir el furor del mundo en sus tripas.

Por lo tanto, les invitamos a una labor de traducción para que, de la misma manera que nuestros alquimistas transformaron la danza en palabras y en una secuencia de 1 y 0, ustedes, lectores, vuelvan a pasar el código binario a la realidad palpable del movimiento.

¡Hasta la vista!El Guillatún

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