El Guillatún

«Mira tú», el libro que todos estábamos esperando

Mira tú

Mira tú (págs. 194-195)

Bueno, no sé si todos lo estábamos esperando. Pero me entrego con descaro y sin vergüenza a tal fórmula publicitaria porque me gustaría que todos de verdad lo estuvieran esperando, porque es una publicación que debería, así lo creo, tener un lugar en todas las casas o por último en todas las escuelas del país. Un libro que deberían leer todos los niños y adultos, hijos y padres.

También sucede que Mira tú está, según me informan, liderando los ranking de ventas en ese cambalache que es la categoría «libros de no ficción». Y mi exabrupto de agente de márketing tiene su causa en que yo celebro ese hecho, porque es una verdadera joya, porque su invitación a perderse en Chile es una lúdica propuesta para mirar nuestra historia, nuestra identidad.

Sin embargo huelga decir que conozco desde hace años al autor. Juan Pablo Barros es uno de mis mejores amigos, y más encima yo formé parte en algún momento del equipo que trabajó en la edición de este libro. O sea que viene de muy cerca la recomendación, a qué negarlo. Pero puedo dar fe de que Barros no es sólo el dueño de una divertida pluma que adopta el tono impostado de hombre culto para reírse de sí mismo, sino que además es un auténtico enciclopedista del que siempre se aprende algo, de esas personas a las que puede resultar gravemente grato encontrar en la calle, puesto que si se tiene programado el día o si se tienen compromisos agendados se corre el riesgo de desatenderlos atrapado por el cúmulo permanente de interesantes datos que fluyen en su conversación de historiador, urbanista, astrólogo, ornitólogo, y cultor del sinfín de ciencias que pueda enumerarse en el vasto universo del conocimiento humano. Barros es un renacentista admirador de Da Vinci y al mismo tiempo un redactor de entradas en Wikipedia. Ese sesgo laico, desprejuiciado y humanista, esa mirada de investigador, de sujeto crítico, o si se quiere sencillamente de niño preguntón, enciende su manera de mirar el mundo que nos rodea, y cae implacablemente sobre la hipocresía de la iglesia, sobre el cinismo de los poderosos, sobre los vicios nacionalistas, sobre la prepotencia de la ignorancia.

Entonces: Mira tú tiene 12 capítulos, 12 lugares escogidos al azar: Iquique, Valparaíso, Sewell, el Parque Nacional Conguillío, y en Santiago, la Quinta Normal, La Moneda, la Iglesia de San Francisco, el cerro Santa Lucía, el Teatro Municipal, el Cementerio General y la Plaza de Armas. Finalmente, el más extraño de todos porque no es un lugar sino un medio para recorrer y visitar lugares: los ferrocarriles chilenos. Cada uno de estos umbrales son atravesados por el lector como si estuviera viajando en el tiempo. Esa es la intención explícita del libro, que se vale del hábil recurso de exhibir simpáticas curiosidades para introducirte sin que te percates en distintas zonas a veces oscuras de nuestro presente y pasado. Por eso en la presentación realizada el jueves 30 de octubre en la FILSA, Barros decía que por ejemplo el capítulo dedicado a La Moneda habla del poder, así como el capítulo dedicado al Parque Nacional Conguillío habla de nuestra relación con la naturaleza y con la nación mapuche. Se trata de hablar de esas cosas, de grandes temas, a través de la recopilación de datos freak de la historia, rescatados con el aleatorio procedimiento de la intuición, y desde el sentido del irónico humor que es propio del sujeto apasionado por el conocimiento, pero que tiene la gracia de no ser exclusivo del entendido, del erudito. El libro se desplaza por esa delgada línea, coquetea con el estereotipo nerd, ronda la trivia, pero atraviesa indemne esa cuerda floja sin caer en lo burdo. Se trata de reírse de lo ridículos que son ciertos comportamientos atávicos cuando se descubre su origen o procedencia. Reírse de las propias patrañas con que nos mentimos para ocultar los vicios y desgracias que luce nuestro largo proceso de conformación identitaria como país. De la cursilería obtusa de nuestras clases altas, de la ingenuidad ramplona de nuestras clases bajas. Mirar descarnadamente y hurgar en toda respuesta como mecanismo para descubrir la albricia.

Dicho lo anterior, y por si aún a alguien le quedan dudas de sus méritos, explicaré entonces a riesgo de redundar, por qué dije que este libro es el que todos estábamos esperando. Creo que el ánimo que lo inspira es urgente y necesario en el Chile actual, en que algunos padres tienen la impudicia de gritar a los cuatro vientos su clasismo más decimonónico, su deseo de que sus hijos «no se mezclen» en el colegio con los hijos de otros chilenos; un país en que se habla de patrimonio mientras se incendian y caen nobles inmuebles, que atenta contra su propia memoria sin darse cuenta de que borrar el pasado no es sólo torpe sino además imposible, pues sólo desde el pasado es que se construye presente y futuro; un país que sigue luciendo contradicciones dignas del semanario de lo insólito, en que se habla de reforma educacional y de derecho a la libertad y al lucro, con el declarado propósito de mantener la distancia, la brecha que separa como en un apartheid criollo, a ricos de pobres, a ciudadanos de salvajes, a mineros ingleses de mineros chilenos, a mineros chilenos de mineros peruanos, a indios de indios conversos, a moros de cristianos. Apartheid que debe perpetuarse en hogares, barrios, colegios, trabajos y hasta en el más allá, en el cementerio. Un país que parece no darse cuenta de que así como se está autofagocitando en el literal sentido de consumir y agotar sus riquezas naturales, devastando su geografía, está además caminando a su desintegración como identidad mientras en un gesto esquizoide desesperado reivindica el delirio de ser una auténtica raza chilena. Es necesario y urgente y por eso es el tipo de libro que todos esperamos, porque supera en potencialidad terapéutica a cualquier volumen de autoayuda, pues incita a abrir los ojos y despierta la sed de saber, que es el primer paso para que un país se dé cuenta de que está enfermo.

Tanto es mi entusiasmo, que estoy tentado de contar acá algunas de las rarezas que se encuentran en el libro. Como la historia del mítico duelo entre los poetas Teillier y Lihn, más aspaviento que otra cosa; o el accidente en la Estación Mapocho cuando una multitud enloquecida de mujeres la repletaron e hicieron ceder a los balcones mientras aguardaban la llegada del ídolo de cine del momento, el mexicano Jorge Negrete. Esas anécdotas conviven con datos que ilustran como por ejemplo la explicación del significado u origen de distintos símbolos que cotidianamente vemos sin ver en realidad, como puede ser el signo peso ($); o de esculturas que no son lo que aparentan, como el sioux que alguna vez se hizo pasar por araucano. Estoy seguro de que los millones de santiaguinos que usan el metro y alguna vez han pasado por la estación de metro Toesca, jamás se han preguntado qué significa esa palabra. Toesca, el apellido de un italiano que vino a construir el palacio de La Moneda y se terminó adjudicando la construcción de decenas de edificios emblemáticos.

También estoy tentado de contar algunas infidencias de las bambalinas del libro. Bueno, hay cosas que quizás no esté de más mencionar. Quizás no todo lector lo sepa. Mira tú fue una serie de televisión que buscaba entregar de manera entretenida contenidos que para la pantalla chica son siempre aburridos, habida cuenta de ese ideológico prejuicio casi axiomático de que el conocimiento es una lata y de que la diversión no tiene nada que ver con la peligrosa actividad de pensar. Era una serie que apelaba a la capacidad empática de Blanca Lewin y de Néstor Cantillana para ensayar en el perezoso hogar chileno, un posible acercamiento a temas patrimoniales. La productora APLAPLAC tuvo inicialmente como aliado al MINEDUC, y los contenidos de la serie se llevaron a formato web. Desde entonces la idea de convertirlo en libro horadó el corazón y cerebro de su autor. Como con tantos otros proyectos de esta envergadura, hibernó una larga y mentirosa glaciación, durante la que lejos de dormir fue creciendo, mutando mil veces, buscando su definitiva forma, su diseño, llenándose de imágenes, de conflictos internos, cambió de pronto de propietario y ya no fue de APLAPLAC sino de la agencia FELICIDAD (de la diseñadora Piedad Rivadeneira), y al final del ciclo, cobró vida de la mano de Editorial Hueders.

Pero esa información pertenece al ámbito de la ficha técnica, y quizás sólo podría agregársele que el libro está distribuido en las librerías más importantes y conocidas del país, y que su elevado precio es en realidad una ganga si se considera el invaluable placer que sin duda reportará a quien emprenda el maravilloso viaje a que se invita a través de sus páginas. Y perdido ya todo el decoro, me acuso de ser prácticamente juez y parte ante este libro, me inhabilito para emitir un juicio imparcial al respecto, y declaro públicamente mi total calidad de fan.

Para que se tiente, le dejo el link miratu.cl donde puede ver para muestra un botón. Mira tú de Juan Pablo Barros, es el libro que todos estábamos esperando.El Guillatún

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