El Guillatún

Bitácora de una Feria: FILSA 2014 «Santiago está lleno de autores»

Filsa 2014

Filsa 2014

Día 1 (jueves 23)

A las 18 hrs. todos los expositores deben abrir sus stands. La Feria no se abrirá al público sino para los invitados al acto inaugural, al que asistirá la presidenta de Chile. En la mayoría de los stands aún se resuelven los últimos detalles, se acomodan libros, se mueven cajas, se limpian muebles. La presidenta y sus invitados recorren fugazmente los amplios escaparates de las más grandes empresas del rubro (editoriales, librerías y distribuidoras) que ocupan la nave central de la Estación Mapocho: Pengüin-Random House, Planeta, Ediciones B, Océano, Fondo de Cultura Económica, Zig-Zag, Contrapunto, Catalonia y Mundilibros. A las 21 hrs. sólo queda gente con credencial dando tímidas vueltas, trabajadores de producción, expositores, proveedores, guardias, empleados que se pasean aburridos y consternados: no hay nadie que visite, indague o compre. No hay a quién atender.

Día 2 (viernes 24)

Se abre la Feria. Una extranjera comenta: ¿qué pasó que no está Alfaguara? Alguien la corrige: sí está, pero el stand es de Alfaguara Infantil y Juvenil + Santillana. Otra visitante agrega: esta feria cada año está más aguachenta. Una tercera va más allá: hay como 2 ferias, la parte cuica y ésta. Se refiere a la notoria división entre la ostentosa nave central y la parte posterior de la Estación Mapocho, en donde los pasillos se tornan estrechos bajo una carpa dotada de aire acondicionado. Es el «Pabellón de Editoriales Independientes», una suerte de feria de las pulgas donde se confunden literatura chilena de editoriales como LOM y Cuarto Propio, con el INE, los Testigos de Jehová y hasta vendedores de lentes.

Día 3 (sábado 25)

Las expectativas de los Editores Independientes resultan conmovedoras. Cualquiera que haya estado en versiones anteriores de esta Feria sabe cómo se comporta el público. Un joven editor, con cara de angustia, pregunta: ¿cómo van las ventas? Su catálogo se reduce a 10 títulos, todos de literatura chilena. Hoy vendió dos libros. Dos libros, y la feria estuvo llena. Ayer viernes la venta se redujo a uno. En cambio, en Editorial Planeta se soban las manos: Megan Maxwell fue la estrella de la jornada. Literatura erótica para señoras.

Día 4 (domingo 26)

En el día del Señor, los Testigos de Jehová convocan a sus huestes. Su puesto está frente a la Fundación Iguales. El enfrentamiento es simbólico y feroz. Nunca más esos stands tendrán tanta afluencia de público. No se dicen nada. Sencillamente se paran cada cual frente a su respectivo stand, como si con eso irguieran una bandera. Es una demostración de fuerzas. La Biblia versus Nicolás tiene 2 papás.

Día 5 (lunes 27)

Hay una serie de talleres que se titulan «Todos somos autores» y que con inscripción previa permite a los interesados asistir a breves instancias para ejercitar la escritura, de la mano de autores chilenos y latinoamericanos perfectamente desconocidos para la inmensa mayoría. Cosa curiosa: estas instancias son organizadas por la Cámara Chilena del Libro, aunque muchos de los participantes son escritores publicados por las editoriales que no son de la Cámara sino del Pabellón Independiente, como Mariana Enríquez o Simón Soto. Pasa lo mismo con unas mesas de conversación llamadas «Diálogos Latinoamericanos», con temas y escritores que probablemente la gran mayoría desconoce. Instancias que a la postre avergüenzan por la mínima concurrencia de público. Mesas con mejor suerte son las que abordan temas que de plano convocan a fanaticadas, del tipo «la música que le gusta a Álvaro Bisama» o «las bandas favoritas de Diego Zúñiga». Por la noche hay una exclusiva fiesta para escritores y editores, organizada por Editorial Hueders y Catalonia Libros, en el Cine Arte Alameda. La invitación anuncia como si fuera algo sumamente atractivo, que Alejandro Zambra será el disc-jockey. Y habrá whisky gratis.

Día 6 (martes 28)

La Cámara Chilena del Libro, entidad organizadora de esta Feria, entrega el «Premio a la Edición 2014». Este año recae en Editorial Hueders, que ha publicado por ejemplo el libro Mira tú de Juan Pablo Barros. Mientras, por los altoparlantes se anuncia que el premio nacional de literatura Antonio Skármeta se reunirá en un conversatorio abierto con sus jóvenes lectores. ¿Qué se entiende por «jóvenes lectores»? ¿Será una charla con estudiantes y escolares? No. Sin embargo lo notable es que tras una vuelta rápida, el propio director de la Estación Mapocho constata consternado que no hay libros de Skármeta por ningún lado.

Día 7 (miércoles 29)

Como es ya ley, los miércoles las mujeres entran gratis. Hay mesas ad-hoc sobre Gabriela Mistral y se exhibe Viola Chilensis. Una decena de bibliotecarias norteamericanas recorren la Feria. No tienen ninguna obligación de quedar bien con nadie. Vienen con la intención de comprar y en grande. Se instalan en el Pabellón Independiente y es tan notorio su interés por el trabajo de estos sellos editoriales pequeños y atendidos por sus propios dueños, que desde el sector de las grandes empresas comienzan a aparecer emisarios y promotoras, empleados que portando los nutridos y abultados catálogos de las transnacionales hacen fila para que las gringas les presten atención. Es en vano. La literatura está acá, ustedes ni siquiera saben qué es lo que venden, remata categórica la representante de la Universidad de Princeton.

Día 8 (jueves 30)

Se pasean, sometidos al karma de la firma de libros, varios escritores nacionales por los pasillos desangelados de la Feria. Es posible ver, cansado, a Hernán Rivera Letelier cumpliendo el contrato que lo obliga a permanecer horas sentado mirando el tránsito lento y atarantado de los visitantes. El puesto de firmas como un patíbulo. Cada cierto rato algún lector mínimamente informado se da cuenta de quién es este caballero y se acerca, compra un libro, se lo lleva firmado. Francisco Ortega tiene más suerte, Logia se ha puesto repentinamente de moda y sus fans logran hacer bulto por algo más de una hora. Más tarde, el castigo se repite con otro condenado al cadalso. Su suerte es aún peor, pues no tiene ni siquiera la fama de que goza el pampino salitrero, es Leo Sanhueza, que comenta al borde de la risa que ni siquiera le compran el libro. Van, le hablan de cualquier cosa y se marchan. Se acercan a contarle sus achaques, sus problemas, su última pelea con el jefe en el trabajo. Hay que ser sicólogo más encima. Hay que buscar una razón para no volarse la tapa de los sesos ahí mismo. El que sí está rodeado permanentemente de seguidores, atendiendo una fila larga como sus propios fantasmas, es el ex prisionero Claudio Narea, que en el stand de Alejandría Libros se sienta debidamente acompañado por un sujeto que no se sabe si es un fan pegajoso, un sicópata, un palo blanco, un pariente, un guardaespaldas, o su fotógrafo personal. Y claro, también está Pedro Engel, que firma como todos los años, un nuevo horóscopo chino.

Día 9 (viernes 31)

Feriado, noche de brujas. Desfilan jóvenes disfrazados de zombies. La multitud esperada comienza a comprar. Hasta los editores del pabellón independiente sonríen y transpiran. Se hacen reclamos airados por el problema de las entradas y las invitaciones. El problema consiste básicamente en que se difundió por redes sociales que el público general podía descargar e imprimir invitaciones para asistir sin pagar entrada a un sinfín de actividades, lanzamientos, presentaciones. Pero la orden en los accesos de la feria, fue que sólo se debían aceptar hasta 25 o 30 de esas invitaciones por actividad. Son muchas las personas que llegan hasta la Estación Mapocho con su invitación impresa y los guardias no se la aceptan: «la sala ya está llena». Queda únicamente la opción de pagar entrada o marcharse con la cola entre las piernas. En el acceso esos guardias y recepcionistas son hombres y mujeres que enfrentan el desagrado, la rabia, la decepción. A una de ellas la escupieron y a otra incluso la golpearon.

Día 10 (sábado 1 de noviembre)

Tocan los Electrodomésticos y lee Pedro Lemebel, pero la estrella hoy es la adolescente Violetta, el último hit televisivo de maqueta estilo Disney. Multitudes de niñas y púberes chillando por doquier. La doctora Cordero firma libros, el comediante Pedro Ruminot firma libros, Pablo Simonetti firma libros. Los periodistas Roberto Careaga (El Mercurio) y Juan Carlos Ramírez (La Segunda) recorren la feria tomando nota, mañana publicarán sendos artículos con lo mejor y lo peor, lo lindo y lo feo. No mencionarán a Bryce Echeñique y a Horacio Castellanos, escritores de talla internacional que pasan sin pena ni gloria por una feria que les debe resultar casi pintoresca, rústica, folclórica, conocedores de ferias importantes como Guadalajara o Gijón, donde sí hay no sólo un mercado de lectores-consumidores masivo e informado, sino que se producen transacciones importantes, se hacen negocios editoriales de envergadura. La oficina de producción, encargada de la organización de la feria, está preocupada sin embargo de otros asuntos: instruye a los expositores para que los stands se abran puntualmente mañana domingo a las 11 de la mañana, lo mismo para que se cierren a las 22 hrs. y no antes. Quien no cumpla los horarios se expone a multas en UFs. No hay solución tampoco al problema de las invitaciones: en la entrada se siguen suscitando enfrentamientos, la oficina de reclamos se llena de gente molesta.

Día 11 (domingo 2)

Han pasado y siguen en Chile algunos escritores como los argentinos Pablo Katchadjian y Selva Almada, el uruguayo Eduardo Milán, el mexicano Alain Paul Mallard. No son famosos, su escaso público se compone principalmente de escritores chilenos igualmente desconocidos y de editores. En la vereda opuesta, los locutorios de Radio ADN y de Radio Cooperativa le dan vitrina a famosillos como el periodista Iván Núñez o la actriz Lorena Bosch. Algunos otros rostros de teleseries pasean y se sacan fotos con sus fans, como Blanca Lewin, Francisco Pérez-Bannen, Vanessa Miller. También se dan vueltas autoridades políticas como Carolina Tohá o Francisco Vidal, y opinólogos como Fernando Villegas y Jordi Castell, o el candidato eterno Marco Enríquez Ominami. Y aunque estas emisoras no transmiten el clásico universitario de hoy, hay un momento en que se habla de fútbol mientras repartiendo abrazos y sacándose fotos por doquier, recorre la feria una mascota de Colo Colo, un personaje disfrazado de indio, con su cabeza gigante de espuma. Desde el locutorio se anuncian mesas de conversación en torno a la educación y el lucro, los derechos de las familias o el futuro de la izquierda. Otros dictan charlas sobre cómo bajar de peso en una semana, o hacen «coaching» de liderazgo poniendo en valor la capacidad de escucha. Es domingo: de todo se ve y se escucha.

Día 12 (lunes 3)

La FILSA instaura hoy el «Día de la diversidad», que significa básicamente un precio rebajado de 2×1 en la entrada. El efecto se logra de manera parcial: para ser lunes hay un flujo de público relativamente más alto, lo que no siempre se traduce en ventas. Hemos sobrevivido a más de una semana de feria y en los ánimos comienza a notarse los efectos de esta maratón. Por los altoparlantes ponen música clásica. Pero como si se tratase de una competencia por atraer a melómanos, el stand de Cuba pone año tras año el mismo par de discos de Buena Vista Social Club, una y otra vez, todo el día. El stand de Cuba merece un capítulo aparte. No es ninguna representación oficial. Es una tienda de joyas, discos y libros. Un emprendimiento privado de una comerciante que explota el arquetipo turístico y de marketing de lo que es Cuba. Quienes colindan con su stand comienzan, al cabo de una semana de gardenias para ti, a odiar la voz de Ibrahim Ferrer.

Día 13 (martes 4)

Hoy los mayores de 60 años entran gratis. Una mujer mayor da vueltas preguntando dónde están los libros de hojalatería. Otro par de ancianas pasa de stand en stand preguntando si tienen algo que regalen, lápices, chapitas, marcadores de libros. Al igual que ellas, buscando cosas gratis, los niños de distintos colegios corretean haciendo transpirar a sus profesores. El Pabellón Infantil, donde incluso hay un escenario en el que se han realizado presentaciones musicales de diverso calado, se llena ocasionalmente de vida. Presentan sus libros las autoras de comics exitosos como Sol Díaz y sus Bicharracas. Las actividades infantiles duran poco, como la capacidad de concentración de un menor. Así la mañana pasa volando. Luego se suceden sin aspaviento las presentaciones de autores políticamente tan disímiles como Roberto Ampuero o Luis Sepúlveda, escritores con un renombre que no se condice con el injusto y magro público que llega a las salas donde se los entrevista o presenta. Hay en cambio filas permanentes en los 4 o 5 puestos de venta de comida: completos, helados, sándwichs, bebidas. A ellos el proveedor les exigió hoy que el precio del café no sea inferior al de las cafeterías de la estación, es decir los obligaron a subir el precio, de luca a luca y media.

Día 14 (miércoles 5)

Son 18 jornadas intensas, agotadoras. El valor de la hora de trabajo por atender un stand varía entre los 20 mil y los 10 mil pesos por hora. Alguien contratado para atender todo el tiempo un stand, alcanzará a ganar entre $150mil y $250mil pesos, aproximadamente. El personal contratado para cumplir funciones de producción y coordinación por la Cámara Chilena del Libro, entidad organizadora, percibe en promedio un honorario de $300mil pesos. La promotora de Radio Cooperativa, una modelo morena que atrapa la atención del público masculino de toda edad, gana $500mil. El precio de los stands varía según su tamaño. Los pequeños, los del Pabellón Independiente, cuestan alrededor de 2 millones de pesos. Los grandes, los de los sellos trasnacionales, rozan los 10 millones. El valor de la entrada es de $2mil pesos de lunes a jueves, y de $3mil de viernes a domingo. Un completo cuesta $2mil pesos. ¿Y un libro?

Día 15 (jueves 6)

Es el «día del profesor». Los docentes entran gratis. Un maestro con aires de sabelotodo pregunta por todos lados dónde hay libros del último premio nobel, nadie logra decirle nada concreto, hasta que uno de los editores del pabellón independiente lo orienta: Patrick Modiano publica en Anagrama, sus libros están en el stand de Fernández de Castro, en el ingreso principal de la Feria, y el título más barato suyo cuesta $15mil pesos. Vittorio, voz oficial y sempiterna de la FILSA, anuncia un nuevo concurso especial para profesores: el primero que llegue a la sala de prensa con dos marcadores o plumones de pizarra se lleva de regalo un par de libros. O el primero que llegue con tres corbatas de liceo se lleva otro. O incluso: el que llegue a la sala de prensa y sepa de qué ciudad es oriundo el escritor Luis Sepúlveda, se lleva su último libro de regalo. Una profesora pregunta si hoy no viene Claudio Narea. No, viene mañana. Pucha, ¿le puede dar un recado? Dígale por favor que se deje de pelear con Jorge González. Ellos tienen que volver a ser amigos, tienen que volver a hacer música juntos. Por el bien de la música chilena. Por los jóvenes. Dígale, de parte mía, de Jacqueline.

Día 16 (viernes 7)

Es el «día de los bibliotecarios». Se abre más temprano y se tienta a los editores: los bibliotecarios son los principales compradores de libros en Chile. Premunidos de sus catálogos, las promotoras y los editores, todos los que atienden sus respectivos stands, se lanzan como gaviotas sobre el cardumen de bibliotecarios, que carpeta en mano recorren los pasillos convertidos de pronto en divas codiciadas. Por la tarde Tomás Moulián, Hernán Rivera Letelier, Jaime Collyer y Ramón Díaz Eterovic matan el tiempo en el planeta de la firma de libros. En el stand de Ediciones B se alternan imágenes inmensas de la misma escala con los rostros del difunto fundador del MIR, Miguel Enríquez y del comediante televisivo Pedro Ruminot. Se anuncia un slam poetry, duelo de poesía, con los raperos Jimmy Fernández de La Pozze Latina y CO2 de Makiza. Ayer algo similar hicieron los poetas Carlos Soto y Martin Gubbins, que junto al grupo musical González y los Asistentes, pusieron la nota exótica-experimental en un homenaje sonoro a Nicanor Parra. A pesar de lo que podría esperarse, en ambos casos hubo público, no multitudinario, pero al menos la sala no se veía vacía. El corazón parriano de fierro que se ha instalado al pie de las escalinatas centrales es el punto de encuentro general. Por la noche los escritores y editores amigos de Planeta y Random House son invitados a una fiesta privada en el bar Radicales (arriba del The Clinic). No se sabe bien qué, pero se celebra.

Día 17 (sábado 8)

Una veintena de cuentacuentos y susurradores de la Fundación Mustakis recorren la feria con sombrillas y tubos coloridos, ofreciendo breves relatos a mamás y niños. Manuel Jofré y Naín Nómez charlan sobre Julio Cortázar y su obra; también hay una lectura de homenaje a José Emilio Pacheco organizada por la Embajada de México. El recinto ferial hierve de gente, pero esas salas no logran llenarse; ante la invitación el público reacciona comentando la última siniestra masacre de estudiantes en el país de los cuates. Se anuncia un nuevo concurso: un libro de Gabriela Mistral como premio para el que sepa el nombre del hijo de la poetisa y las circunstancias de su muerte. Comienzan a hacerse evaluaciones. El disc-jockey de los altoparlantes pone a los Beatles, tango, folclor peruano. La Estación Mapocho se prepara para enfrentar a las airadas víctimas de robos de bicicletas, entre las que se cuentan el hijo de la Directora de Editorial Cuarto Propio, la productora de Radio ADN, y un joven poeta que fue birlado el día del lanzamiento de su libro. Hay una queja generalizada por el magro margen de utilidades, las ventas bajan año a año tanto para las grandes transnacionales como para las pymes del pabellón independiente. Pareciera que los únicos que sacan cuentas alegres son los vendedores de cursos de inglés, de lentes, de flaps. Y Carlos Quiroga, autor que todos los años firma su eterno e incombustible best seller «Curso de súper lectura veloz». Se cifran altas esperanzas en el día de mañana.

Día 18 (domingo 9)

Último día nadie se enoja. Esta FILSA, dedicada «al autor», paradójicamente mantuvo y acrecentó el malestar entre los escritores nacionales: el pago de entradas y las escasas invitaciones restringidas definitivamente no colaboran a que el público masivo se acerque al libro y la lectura. El lema o eslogan de la Feria dice: «Santiago está lleno de autores» y pareciera que una escandalizada voz detrás susurra: «y todos quieren entrar gratis». Porque habría que decir en cualquier caso, que casi todos los escritores nacionales son los más clásicos habitués de FILSA, son finalmente los que dan algo de vida. Desde Rivera Letelier y Lemebel hasta los más emergentes y desconocidos, pasando por cierto por los súper ventas como Simonetti o Fuguet. Y tan curiosa como clásica es la convivencia con gente que es difícil considerar escritores, como los integrantes del Club de la Comedia que año a año publican sus chistes, o los infaltables charlatanes de la autoayuda. El aire acondicionado no logra refrescar a la concurrencia, que se ha pasado el dato: el último domingo se rebajan los precios, se multiplican las ofertas, nadie se quiere regresar a casa con cajas de libros sin vender. La muchedumbre y el calor hacen fatigosa la tarea de los vendedores, promotoras y guardias. Aumentan con la multitud también los robos. Hay cansancio, se caldean los ánimos. Hay amagos de reyertas entre trabajadores de distintos rubros (producción, aseo, seguridad) y ocasionalmente alguien del público, algún cliente, exaspera a los vendedores con el cliché del comprador de libros, metáfora del analfabetismo cultural de nuestro país: «estoy buscando un libro que no me acuerdo el título ni el autor, pero la tapa es azul». Claudio Narea debe ser probablemente el personaje que más libros firmó en total, llega a las 18 hrs. que es el horario en que comienzan a llegar las multitudes y se retira al término de la jornada, a las 22 hrs., extenuado. Se abrazan al encontrarse Poli Délano y Luis Sepúlveda, un expositor le declara su amor a la promotora de Radio Cooperativa, los muchachos disfrazados de zombies apuntan con armas de juguete a cuanto peatón se les atraviesa, el armario de Fundación Iguales tiene la puerta desvencijada casi de tanto visitante que ha aceptado la invitación a entrar y salir del clóset, se entrega el disc-jockey y pone una salsa tras otra invitando al relajo. Es un cambalache la FILSA. La voz de Vittorio recita el más esperado de sus textos: «finaliza la trigésimo cuarta Feria Internacional del Libro». Se oye el inconfundible sonido de descorche de botellas, acompañado de un eeeeh! de alivio emitido por los invisibles trabajadores que sustentan esta acaso absurda maratón. Misión cumplida.El Guillatún

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