El Guillatún

Zia: mitos y folclor de Nuevo México

Joseph Williams. Foto: Megan Wyeth

El compositor y guitarrista norteamericano Joseph Williams. Foto: Megan Wyeth

Durante los siglos XX y XXI el repertorio de la guitarra clásica se ha expandido de una manera extraordinaria a nivel de estilos y técnicas de ejecución, gracias a compositores de diversas nacionalidades que han encontrado en la guitarra un instrumento capaz de desarrollar sus ideas composicionales. Es por esta razón que tanto compositores que conocen la guitarra como aquellos que la han abordado por primera vez, han sido capaces de crear trabajos que han logrado afianzar el lugar de la guitarra como instrumento de concierto, debido a la creación de obras de gran envergadura y complejidad. De esta manera se rompe con la idea equívoca de que el repertorio de la guitarra clásica es limitado.

Y de vez en cuando, uno tiene el privilegio de conocer de cerca a creadores que están justo en esta línea, conociendo sus motivaciones, su desarrollo y sus objetivos. La posibilidad de estar en Austin, me ha permitido entablar contacto con grandes músicos que han confirmado que la guitarra goza de excelente salud en relación a la innovación en la composición y en su elección como instrumento de concierto. Tanto compositores como académicos ven a este instrumento con respeto, no enmarcado necesariamente a una tradición española, sino como un instrumento capaz de generar distintas sonoridades, más aún cuando es posible contar con intérpretes de gran calidad en la ejecución. Es por esto que la figura del compositor-guitarrista puede alcanzar nuevos vuelos, sobre todo cuando su idea va en la línea de expandir el repertorio a través de la innovación temática y de recursos tímbricos que ésta puede entregar.

Éste ha sido el caso con el compositor y guitarrista Joseph Williams, doctor en artes musicales de la Universidad de Texas en Austin y actual profesor en la Universidad de Mary Hardin Baylor. Williams ha compuesto obras para ensamble e instrumentos solistas, ocupando la guitarra un lugar fundamental, debido a que él mismo es un gran ejecutante con varios galardones. Y es justamente la obra Zia la que ha captado gran atención, debido a su concepción programática y los recursos que utiliza especialmente ligados a técnicas extendidas. El símbolo de Zía representa el sol y está conectado a la tribu Zía de Nuevo México, que luego fue adoptado como parte de la bandera estatal en 1912.

En primer lugar hay que señalar que Zia es un grupo de siete estudios de concierto. ¿Qué quiere decir esto? Son obras que poseen un elemento técnico específico en la concepción misma de la obra; sin embargo, en este caso específico cada pieza aborda una técnica extendida distinta (percusión, pizzicato, campanela, etc), por lo que dichos recursos van más allá de lo que tradicionalmente se conoce como tal. De la misma manera, la búsqueda de distintos timbres se convierte en un aspecto estructural del ciclo de estudios. Por otro lado, cada estudio recibe el nombre de un tema relacionado con el folclor, mitos y leyendas de Nuevo México —el estado al sur de Estados Unidos—, y detrás de cada uno está la historia y la inspiración que ésta tiene en la generación de cada uno de los estudios, razón por la que la colección completa lleva el nombre de Zia.

Y es justamente en este punto donde la originalidad de Zia radica. Una combinación de obras donde la técnica posee un rol fundamental, pero que a la vez combinan elementos programáticos basados en las tradiciones del lugar original del compositor.

De los siete estudios, hay tres que creo podrían entregar una idea de la concepción de Williams detrás de estas obras, y a la vez lograr mostrar de qué manera la interpretación y la obra se nutren no sólo de la escritura misma, sino que también de toda la gama de recursos tímbricos señalados en la partitura, razón por la cual el uso de colores y dinámicas posee un rol crucial.

El primer estudio es el número 2, «Pedro y Diablo», basado en la historia del mismo nombre de Nuevo México. Básicamente la historia cuenta de dos hombres ebrios que se quedan dormidos en un cementerio debido a que no pueden volver caminando a sus casas. En ese mismo lugar, dos ladrones, Pedro y Diablo, se reparten las manzanas que acaban de robar de un lugar. Por esta razón empiezan a contar en voz alta «una para Pedro, una para Diablo, una para Pedro, una para Diablo». En ese intertanto, los hombres borrachos que no han captado su presencia, se despiertan y empiezan a escuchar con terror esta repartición, pensando que son San Pedro y el diablo quienes están repartiendo las almas. Finalmente, Pedro pregunta a Diablo, «y las dos del rincón, ¿qué hacemos con ellas? San Pedro responde: llévatelas tú; yo ya tengo suficientes».

El estudio número 7 llamado «Zozobra», guarda relación con las Fiestas de Santa Fe en Nuevo México, donde la gente construye un gran muñeco de papel que rellenan con sus miedos y preocupaciones. Luego esta gran figura es quemada en frente de la multitud, en una práctica similar a la que ocurre en países de América del Sur cuando se quema la imagen de Judas, y que encuentra sus antecedentes más lejanos en la Edad Media. En este caso la técnica extendida es el uso de rápidos ornamentos a cuatro dedos en dos cuerdas, al estilo clavecín que reemplazan los tradicionales en una cuerda. Al mismo tiempo, el uso de colores (timbres) solventa los cambios de carácter mediante la utilización de rasgueos.

Finalmente, tenemos la obra llamada «Kokopelli», quien es el espíritu de la fertilidad, la agricultura y la música en la tradición de los pueblos nativos de América del Norte. En el mismo sentido, es definido como un personaje embaucador (trickster en inglés), debido a su capacidad intelectual, conocimiento y secretismo. En esta obra, Williams alterna la utilización de elementos de percusión, en los cuales el instrumento desplega diferentes colores dependiendo del recurso utilizado. Simultáneamente, Williams alterna el material con acordes y escalas que le dan mayor variedad a la obra, sin que ésta pierda su característica principal que la define como un estudio de concierto.

Las otras obras también se relacionan con distintas tradiciones, mitos, y leyendas de Nuevo México. El gran aporte de la obra de Williams es que utiliza la tradición de Nuevo México como inspiración programática sin enmarcarse en los límites composicionales que el uso de la tradición podría provocar al utilizarla sin mayor alteración. Williams decide explorar el uso de técnicas composicionales modernas, polirritmia, tonalidad expandida, disonancias, técnicas extendidas, y búsqueda de nuevas sonoridades tímbricas para ofrecer una serie de obras breves de gran complejidad y solventes en el discurso. Al mismo tiempo, la estructura de las obras escapa de una concepción binaria, para en ocasiones alterar el orden de la utilización de secciones, u organizando el material en la superposición de los elementos. Más aún, el hecho de que Williams sea guitarrista, no conlleva a una sobreutilización de soluciones guitarristicas; por el contrario, la maestría con la que él maneja las técnicas extendidas son complementadas por una escritura musical que sabe los límites del instrumento, pero que no busca soluciones fáciles, sino que el discurso musical es la primera idea en mente. De esta manera, el material tiene coherencia, y da solvencia a la obra total.

Como señalaba anteriormente, los siglos XX y XXI han entregado a la guitarra una gran riqueza de repertorio que refuta los argumentos de que éste puede ser limitado. Por el contrario, gracias a la gran diversidad de tendencias, posee una literatura riquísima; sólo hace falta que los intérpretes seamos capaces de llevarla a las audiencias.El Guillatún

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