El Guillatún

La Guitarra y la Música de Cámara: Carga, Necesidad, o Posibilidad

La guitarra y la música de cámara

Los guitarristas clásicos somos formados, al igual que muchos otros instrumentistas, para ser solistas. Esto no tiene nada de extraño, ya que no somos músicos de orquesta y además, nuestro repertorio define nuestra actividad concertística. Por ende, desde temprana edad comenzamos a dar conciertos en forma individual con el fin de fomentar la experiencia sobre el escenario, la memorización total de las partituras y una serie de aspectos que ayudan a mejorar nuestra actuación en salas de concierto. Sin embargo, hay una faceta que paulatinamente ha comenzado a desarrollarse en algunas latitudes, pero aún no con la fuerza necesaria en Chile: la guitarra como miembro de una agrupación de cámara.

Es cierto que la guitarra ha desarrollado su mayor actividad de cámara a través de dúos, tríos y cuartetos de guitarra desde ya la década de los 60. Esto ha incluido la ejecución de repertorio original para las agrupaciones, pero también la utilización de distintas transcripciones de música orquestal, de piano o de otras combinaciones instrumentales. No obstante, no ocurre lo mismo con agrupaciones de cámara con otros instrumentos, entendiendo éstas como conjuntos estables que desarrollan una actividad frecuente en temporadas de música y no sólo como agrupaciones de cámara esporádicas para eventos o situaciones similares. En otras palabras, agrupaciones que son desarrolladas con la misma disciplina y seriedad que un solista.

Internacionalmente este tipo de agrupaciones existe, pero tampoco abunda, en gran medida porque la guitarra está íntimamente ligada a festivales específicos del instrumento donde durante una semana o parte de ella distintos conciertos de solistas o dúos completan la agenda del festival incluyendo concursos o clases magistrales. Sin embargo, la audiencia de estos principalmente son los mismos guitarristas que acuden a participar activamente como estudiantes o competidores. Esto ha implicado que la guitarra encuentre dificultades para acceder a formatos de cámara compartiendo la temporada con otros instrumentos. ¿Cuántas agrupaciones que incluyen guitarra están presentes en temporadas en las que alternan con cuartetos de cuerda, tríos con pianos, u otros similares?

En términos globales, las hay y de gran calidad. Y el gran mérito es que han podido expandir su rango de influencia, no sólo siendo invitados a festivales de guitarra sino que también a temporadas de música de cámara que incluyen todo tipo de agrupaciones, algo similar a lo que en Chile se conoce como la temporada de la Fundación Beethoven, por dar un ejemplo. Una de las agrupaciones de cámara más importantes es Cavatina Duo, integrada por el guitarrista Denis Azabagic y su esposa Eugenia Moliner. Azabagic es un guitarrista bosnio ganador de una gran cantidad de concursos internaciones, siendo conocido como uno de los grandes intérpretes de su generación. A esta actividad de cámara suma una ocupada agenda solista. Cavatina Duo incluye una gran versatilidad de repertorio, una ajetreada agenda anual de conciertos, y un gran número de obras que han sido encargadas por ellos. De esta manera realizan una alta labor de difusión de música contemporánea a través de una constante colaboración con compositores. El mismo Denis Azabagic señalaba en una entrevista la importancia que había tenido para ellos, la integración del dúo como parte de temporadas de música de cámara que incluían otros instrumentos. Esto les permitía crear nuevos caminos fuera del ambiente puramente guitarrístico, y también implicaba la validación de la guitarra como instrumento de cámara a niveles del piano o el violín. Otros ejemplos incluyen al Duo Sonidos, Duo Diez, Duo Villalobos, Bandini-Chiacchiaretta Duo, entre otros.

En Chile, en términos generales, la situación de la música de cámara posee una realidad de dulce y agraz. Por un lado existe una escena de música de cámara que se encuentra en permanente actividad. Sin embargo, las agrupaciones estables no abundan. Por ejemplo, en este momento sólo dos cuartetos de cuerdas han podido mantenerse estables durante los últimos años, el Cuarteto Andrés Bello, ligado a la Orquesta Sinfónica de Chile, y el Cuarteto Surkos que ha desarrollado actividad en distintos escenarios. No obstante, ambas agrupaciones son jóvenes, y están lejos de la trayectoria de otras agrupaciones similares en otros países. Existen agrupaciones vocales que sí tienen años de trayectoria, pero en términos generales a nivel instrumental muchas agrupaciones no mantienen una actividad regular a lo largo de los años ya que muchos conciertos de cámara son construidos a partir de la reunión esporádica y puntual para dicho evento. Pese a que los intérpretes son de calidad individual, el hecho de que ésta también se manifieste en la agrupación como conjunto, requiere de conocimiento y experiencia sobre los escenarios, elemento ligado a los años de actividad como agrupación.

Por otro lado, en las escuelas de formación, es decir los conservatorios, la música de cámara es enseñada con frecuencia y como parte estable, pero no es posible ver una proyección de ésta en agrupaciones en el campo profesional, quedando todavía por desarrollar elementos de profundidad en el desarrollo mismo de la asignatura. Y este punto está íntimamente ligado al hecho de la falta de agrupaciones profesionales que puedan transmitir no sólo sus opiniones musicales del momento, sino que también su experiencia y cómo ciertas decisiones estéticas están determinadas también por su actividad a lo largo de los años sobre el escenario. En otras palabras, un equilibrio entre teoría y práctica que pueda generar un mejor resultado de la obras para la agrupación específica que es enseñada en esa asignatura.

Debo reconocer que gran parte de esta perspectiva la he profundizado en los últimos años debido a mi estadía en Estados Unidos. En Chile, practiqué música de cámara durante mis años en la universidad y también fuera de ella, tanto con canto como con flauta traversa. No obstante, una vez iniciados mis estudios de postgrado he tenido la fortuna de recibir clases de miembros del Miró Quartet y ser parte del programa de extensión de mi institución lo que ha posibilitado la creación de una perspectiva distinta en varios aspectos.

En términos generales, he aprendido que la música de cámara puede desarrollarse con tanta profundidad como la música solista, algo que puede sonar obvio, pero que no se da de esta manera con frecuencia. Esto quiere decir algo más que la simple expresión de que «hay que ser musical y expresivo», o «tocar juntos». La profundidad va ligada al hecho de que cada nota en el discurso debe tener su importancia como individuo y dentro de su contexto y que este sonido debe ser controlado por ambos ejecutantes con la misma dirección intelectual y expresiva. Por otro lado, esta profundidad se encuentra ligada a la posibilidad de desarrollar una flexibilidad en conjunto a través de cambios de tempo, pausas, que posibilitan una mayor expresión, son claves a la hora de progresar en este aspecto. Y finalmente, está el experimentar la necesidad de decisiones expresivas que están determinadas por la experiencia sobre el escenario, en sentido de cómo distintos timbres de instrumentos y densidad sonora, determinan intensidad, expresividad y velocidad, todos atendidos simultáneamente. En otras palabras, una definición del término «musicalidad» ejemplificado en todos sus componentes, y de manera clara y específica. La diversidad de profesores no guitarristas, de alto nivel, y de constante experiencia sobre el escenario, implica que las limitantes técnicas del instrumento no se convierten en limitantes expresivas; por el contrario el intérprete debe crear una alternativa para llegar al resultado solicitado por ellos. A esto se suma el hecho de que todo lo aprendido es constantemente mostrado en distintos escenarios de diversa índole y características: museos, centros de rehabilitación, temporadas oficiales de música de cámara, y clases de apreciación musical. Esta constante presencia en diversos escenarios permite que el trabajo realizado en clases tenga una aplicación real y práctica más allá del examen semestral.

Particularmente para los guitarristas, se crea la posibilidad de explorar un repertorio diverso y experimentar el impacto que éste tiene en la audiencia. De esta manera se puede certificar el hecho de que la música de cámara expande las posibilidades de recepción del instrumento ampliándolo a audiencias que están mayormente familiarizadas con un repertorio de cámara más tradicional. Por otro lado, la posibilidad de tener clases con músicos de cámara en constante presencia en escenarios entrega consejos de realidad sobre la interpretación en conjunto. Y más aún, el desconocimiento técnico de las posibilidades de la guitarra termina siendo el germen de una mayor expresión, ya que simplemente el violinista, cellista, u otro, solicita un determinado resultado independiente de las limitantes que la guitarra pueda tener. En otras palabras el guitarrista debe pensar en distintas soluciones, que en ocasiones son menos frecuentes en repertorio solista. Y particularmente la posibilidad de la experiencia de cuarteto de cuerdas entrega pistas de cómo un instrumento de registro grave como la guitarra, más allá se ser un instrumento de «acompañamiento», es un instrumento que funda el movimiento de la armonía y que además se puede convertir en un instrumento que conduce intensidad y flexibilidad.

¿Cómo mejorar y utilizar la música de cámara como una posibilidad? En primer lugar establecer su importancia a nivel curricular a través de profesores que desarrollen esta actividad con frecuencia; es decir, que sean parte de agrupaciones de cámara estables. Esto implica su experiencia en escenarios a nivel nacional e internacional, ya sea en temporadas estables o como escenarios de extensión. Segundo, estimular que los guitarristas tomen sus clases de cámara con estos profesores, e instrumentos distintos a la guitarra. Finalmente, y quizás lo más difícil, hacer hincapié que la actividad de músico de cámara es combinable con la de solista, aspecto que puede ser ejemplificado en las agrupaciones anteriores, pero que ambos merecen la misma seriedad. Si a esto sumamos la posibilidad de una mayor colaboración con compositores para poder ampliar el repertorio, estaremos avanzando en una dirección que solidificaría aún más el rol de la guitarra. Es cierto que esto implicaría una mayor carga de trabajo, estudio y práctica, pero a la vez permitirá al guitarrista agrandar su espectro de influencia en lo que a audiencias se refiere aumentando la versatilidad del instrumento y de su rol como intérprete. Todos estos aspectos impactarían en la música de cámara realizada en Chile en términos generales aportando a la existencia de agrupaciones estables y la necesidad de diversificar los escenarios para aumentar y entusiasmar audiencias.El Guillatún

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