El Guillatún

Hielo que te da fuego (Gelo che ti da foco)

Turandot (TMS2014) - Felipe Zubieta

Turandot (TMS2014) - Felipe Zubieta

La cantidad de disciplinas contenidas en el género operático, desde lo visual a lo sonoro, hacen que el éxito de una producción sea una verdadera hazaña.

Sin embargo, cuando se logra combinar una fabulosa puesta con cantantes que encarnan sus roles vocal y escénicamente a cabalidad, junto a una orquesta balanceada (y perfectamente afinada), logramos olvidarnos de que estamos sentados en una butaca y nos transportamos a la antigua China en este caso, y podemos afirmar que el milagro de la ópera, aquel que hemos venido a buscar, se produce.

Esto nos pasó con la actual producción del Teatro Municipal de Santiago, Turandot, de Giacomo Puccini.

En esta reposición de la puesta en escena de Roberto Oswald (1933-2013) la orquesta fue soberbiamente dirigida por Andriy Yurkevych al frente de una filarmónica que sonó en todo momento con matices de excelencia.

En un espacio amplio, entre realista y mitológico, que se prolonga en nuestra imaginación más allá del cuadro escénico, un coro numeroso abre la acción habitando el frontis de un templo en el que se prepara el sacrificio de un joven pretendiente fallido de la princesa Turandot. De esta masa popular surgen los personajes que llevarán luego la trama de la acción: Calaf, Liù, Timur, y luego Ping, Pong y Pang.

Calaf, al ver la cruel y bella princesa Turandot decide conquistarla. Para ello debe responder los tres acertijos que cual esfinge clásica propone la misma Princesa y por los que han sido sacrificados todos sus anteriores pretendientes.

La obra se desarrolla en torno a estos acertijos de nombres (el hielo que da fuego, entre otros). Un juego despiadado del que la víctima será Liù, la joven esclava que en el tercer acto sorpresivamente se sacrifica por amor a Calaf.

Es significativo que el nombre de los protagonistas, su identidad, sea el misterio que debe develarse para que se puedan amar, aunque pareciera que el verdadero enigma de esta obra fuera la feminidad: por un lado cruel y despiadada, por otro abnegada y sacrificada, y en ambos casos misteriosa, hermética e inalcanzable.

Tras su muerte en 1924 Puccini deja la obra inconclusa, llegando a terminar justamente el cortejo fúnebre de Liù en el tercer acto, sin duda el momento crucial de la obra. Los registros históricos también nos cuentan que Puccini estaba dudoso de cierto aspecto del final de la obra, encontrando poco creíble el amor de Calaf hacia Turandot justo después de la prueba de amor de Liù.

En esta ocasión el rol de Liù fue interpetado por Paulina González con una voz calida e intensamente expresiva, premiada con justicia por una espontanea ovación del público.

Elisabete Matos como Turandot y Kristian Benedikt como Calaf estuvieron siempre a la altura de sus exigentes roles.

En el segundo acto Ping, Pang y Pong encarnados respectivamente por Patricio Sabate, Pedro Espinoza y Gonzalo Araya ofrecieron uno de los momentos más logrados de esta version de Turandot.

Las imperiales apariciones de la corte de Altoum son de una teatralidad absoluta. El trabajo de vestuario de Aníbal Lápiz se integra maravillosamente al extraordinario trabajo escenográfico y de régie de Roberto Oswald.

Las entradas y salidas del coro y de los numerosos personajes son armoniosas y en todo momento funcionan como «un todo» sin perder la visión panorámica de la escena, que nos permite ver a cada minuto del espectáculo un cuadro cuidadosamente compuesto y equilibrado en el que cada detalle tiene su espacio e importancia.

Un gran momento de ópera nos ofreció en esta ocasión el Teatro Municipal de Santiago.El Guillatún

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(crédito fotos: Felipe Zubieta)

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