El Guillatún

Formación superior en Danza, un lugar por revisar

De la obra «El Salón», dirigida por Ana Carvajal y Bárbara Pinto. Sala Arrau, Teatro Municipal de Santiago, 2013

De la obra «El Salón», dirigida por Ana Carvajal y Bárbara Pinto. Sala Arrau, Teatro Municipal de Santiago, 2013. Foto: Patricio Melo

Estudiar Danza ya es una decisión valiente, pero para que no sea osadía pura vale la pena darle una mirada a lo que está pasando en las escuelas que imparten la carrera.

Las universidades e institutos de formación superior prontamente comenzarán a entregar su oferta para atraer nuevos estudiantes. Las escuelas que imparten Danza no se restarán de esta avalancha de marketing. La pregunta es: ¿qué tan diferente es estudiar en una u otra escuela de formación superior? Y por otro lado, ¿existe una oferta en formación artística consistente y variada, con distintos proyectos pedagógicos y artísticos para bailarines, profesores y coreógrafos hoy en día?

Partamos por lo que significa estudiar Danza, dándole una mirada a lo que pasa en las escuelas, conforme mi particular mirada. Partamos por lo que, a mi juicio, hay que evitar al analizar la oferta:

Estudiar esta disciplina artística es —de alguna manera, aunque no siempre, para ser justos— una especie de adiestramiento dirigido al logro de ciertas formas y movimientos más permitidos, academizados, validados sobre un cómo debemos movernos en escena.

Esto es algo bastante generalizado en las escuelas de Danza de Chile, incluso en aquellas que han sido las más innovadoras, como el Espiral (actual UAHC, donde estudié). Muchas veces en mi formación sentí que mis movimientos perdían naturalidad, que se volvían uniformes respecto de los de los demás y afortunadamente creo que al haber estado atenta a ello, pude buscar maneras de siempre volver a mí y no influenciarme a tal punto de olvidar que tengo un tiempo y energía propios.

¿Es posible, entonces, que la educación en Danza se haya vuelto formal a tal punto que olvida potenciar las diferencias entre los estudiantes? Para responderme, pregunto: ¿Por qué es tan interesante ver moverse a quien nunca ha tomado clases de danza? Me parece que es porque se mueve desde impulsos más auténticos, una danza sin tantos referentes de lo que está bien hecho.

Y esta suerte de homogenización es algo anómalo en el ámbito artístico. Por ejemplo, un estudiante de Teatro o Arte, ¿sería mejor evaluado si su trabajo se parece más al del compañero o al de un director o pintor de moda? Es desastroso imaginarlo en esos casos, pero curiosamente en la Danza parece algo deseado.

Hay una obsesión por el canon, y quizás por eso estemos más cercanos a la formación musical clásica. Sin embargo, lo interesante en una orquesta es que toquen diferentes instrumentos y que suenen distinto. ¿Por qué en la formación en Danza se nos exige el mismo nivel técnico a todos? Y en ese entendido no se toca ni reflexiona la tradición de uniformar a los estudiantes en algunas asignaturas.

La educación somática como alternativa

La educación somática es un campo relativamente nuevo que reagrupa métodos interesados en el aprendizaje de la conciencia del cuerpo en movimiento, lo que de alguna manera viene a subvertir la idea de que todos debemos aspirar al canon. Algunos de estos métodos son Alexander, Feldenkrais, Eutonía, Fundamentos Bartenieff, Body Mind Centering, Idiokinesis, entre otros.

Muchos profesores de Danza se han acercado a las técnicas somáticas buscando encausar estos conocimientos hacia un trabajo más orgánico del individuo. Y se entiende el poder de influencia de esta educación por sus fundamentos: «El concepto de soma postula a que ni el cuerpo ni la mente están separados el uno del otro, ambos son parte de un proceso vivo», dice Yvan Joly, quien nos explica que «cualquier forma de acción en el mundo, cualquier operación, sea concreta o abstracta, sucede con el cuerpo, en el cuerpo y, aún mejor, como un cuerpo. La inteligencia somática se refiere no solo al uso de nuestros cuerpos para actuar en el mundo, sino también a la base corporal de todos nuestros pensamientos, sensaciones y sentimientos. Se refiere al final de cuentas a nuestra propia experiencia de estar vivos como personas únicas e irrepetibles. Por ello es aquella riqueza aún no descubierta de nuestra persona».

Por mi parte, desde 2012 realizo la formación profesional en el Método Feldenkrais, dirigido por Alan Questel (estadounidense, estudiante directo de Moshe Feldenkrais), lo que me ha permitido volver a aprender el movimiento humano desde una perspectiva sensorial, pausada, conociendo los límites propios y valorando las diferencias, entre otros múltiples hallazgos. Este enfoque ha sido una experiencia fundamental para seguir comprendiendo la Danza en este periodo más adulto. Ya no desde lo virtuoso del movimiento, sino desde lo que a mí me identifica como artista.

Entonces, tenemos por una parte una tradición academicista o canónica y por otra la formación somática conviviendo en una misma escuela. Tal vez eso no sea contradictorio y sea posible que los dos aspectos se enseñen a un mismo estudiante. Pero lo que es inexcusable es que no se reflexione respecto de esta convivencia y que se instalen asignaturas por tradición o moda, más que por la necesidad nacida de un proceso de reflexión académico, pues el resultado es un esfuerzo limitado a mejorar el desempeño técnico del estudiante, pero no a formar artistas.

Qué pasa en el aula

He estado observando las distintas mallas curriculares de las carreras que imparten Danza y quiero compartir algunas observaciones que espero ayuden a reflexionar sobre lo que estamos enseñando en las escuelas.

En general estas mallas se parecen mucho. Se ve que las carreras están enfocadas mayoritariamente a entrenar al futuro bailarín, entregándole distintas herramientas técnicas para ello. Unas tendrán influencias más modernas, otras serán contemporáneas o de espectáculo, pero muy pocas están circunscritas a un currículo diseñado para un desempeño artístico consistente. De tal modo, en todas las escuelas se establece la técnica como asignatura troncal y la técnica académica toma un lugar preponderante en casi todas, lo que es discutible en mi manera de ver. Entonces, las diferencias corren más bien por una diferenciación de estilos y técnicas, pero no por visiones artísticas contrapuestas.

De tal modo se repiten más por costumbre fórmulas tales como la de mantener asignaturas de coréutica (Laban) y eukinética (Joos – Leeder), siendo que existen otras y más actuales maneras de analizar el movimiento en el espacio y sus cualidades de movimiento. Por ejemplo, las ideas de Laban fueron reelaboradas por su discípula Irmgard Bartenieff, quien analizó las correlaciones que hay entre estilos de danza y actividades laborales en una selección de distintas culturas del mundo.

Claro, no todos siguen haciendo lo mismo. En la escuela de Danza de la Universidad de Chile, por ejemplo, la profesora Francisca Morand incorporó a su metodología los fundamentos de Bartenieff, pues ella está certificada por el Instituto de Estudios del Movimiento Laban/Bartenieff (Estados Unidos). Esto implica una revisión de los criterios de Laban, antes considerados como la única base teórica para referirse al movimiento en Danza.

Eso es porque la Universidad de Chile es la que ha desarrollado una malla curricular más diferente en cuanto a su estructura. Ésta se establece a través de cursos asociados a áreas globales de estudios en los primeros años, para luego, a partir del tercer año, establecer seminarios de técnicas corporales y prácticas corporales autorales, lo que implica, en mi manera de ver, un diseño de mayor flexibilidad respecto de las necesidades del estudiante.

Otra falencia generalizada se refiere a que las clases enfocadas a la creación, como improvisación y composición, en casi todas las escuelas, se desarrolla consistentemente solo en los primeros años, para luego quedar supeditadas a la elección de una mención, olvidándose de que en la formación de un intérprete es esencial su creatividad y su mirada frente al trabajo de un director o coreógrafo, más allá de la tradición técnica que se siga. Aquí, vale la pena mencionar que la U. de las Américas, mantiene la asignatura de Improvisación durante toda la carrera.

Respecto de la educación somática, son varias las escuelas que integran algún aspecto de ésta, como lo hizo Margarita Reifschneider y Esther Manzanal, instalando Feldenkrais y Eutonía en la escuela de danza de la UARCIS (proyecto truncado por las malas prácticas de la institución). Durante algunos años incluso se mantuvo la mención de Terapia Corporal, idea que retomó la Escuela Moderna, en un principio basado en el método Feldenkrais y Huesos para la Vida con Marisol Madrid, pero que actualmente se desarrolla bajo otro perfil.

Algo curioso es que no todas las escuelas tienen actualizado en su sitio web su equipo de profesores, siendo que ellos son quienes «hacen escuela». Eso probablemente se deba a la precariedad contractual que muchas escuelas establecen con sus profesores, así que insto a que esa información se publique, pues es lo que definirá la escuela, tanto o más que su infraestructura. Sin esa información, es difícil analizar o imaginar cómo cobran vida los cursos de las mallas y sus programas (los que casi siempre suenan bien).

Estamos en el siglo XXI, la danza ha tenido más de una revolución y creo que es momento de pensar una formación distinta que prepare creadores y artistas, y no solo bailarines versátiles, pues mientras más creación reflexiva en Danza haya, más interesante será la Danza chilena.

Por mi parte, quedo en deuda, por si hay interesados, para hacer una comparación más detallada y exhaustiva de la oferta de las distintas escuelas que imparten Danza. Las que son, a saber (en orden alfabético):

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