El Guillatún

Cuatro dimensiones de un viaje internacional

San Petersburgo
San Petersburgo. Foto: Betania González

Cuando he tenido que ir a otro país a bailar alguna obra chilena, me pregunto cuál es el verdadero sentido de hacerlo. Sí, todos queremos viajar con nuestro trabajo creativo, ojalá lo más lejos posible, pero ¿para qué en realidad? ¿Validarnos? ¿Reconocernos? ¿Conocer y gozar un lugar nuevo? Hoy escribo sobre lo que fue bailar en Rusia, luego danza de los israelitas, pasando por políticas de internacionalización y la inquietud por conformar comunidad.

PRIMERA DIMENSIÓN: ¿QUÉ PASA EN LA DANZA CONTEMPORÁNEA CHILENA EN RELACIÓN A OTROS LUGARES DEL MUNDO?

Mientras en Santiago, estrenos y encuentros de danza sobrellevan el gris invernal, en el hemisferio norte acontencen grandes festivales internacionales que también convocan a artistas chilenos. Es así como a comienzos de julio, se presentó en el XVI Festival Internacional de danza contemporánea Open Look de San Petersburgo, las obras Sin Testear y Fractal, dos de los montajes de la alianza entre Francisca Sazie y Cristian Reyes, únicos latinoamericanos en este festival de programación mayoritariamene local y europea. Como intérprete de Fractal, pude visitar este país y enfrentarme a un público poco expresivo pero impresionable y muy interesado por estas piezas chilenas. Como espectadora del Open Look, me llevo la impresión de que el concepto de «contemporáneo» en este festival estaría dado por incorporar en la «coreografía» tintes estilísticos que varían desde el hip hop al expresionismo, o bien por una importante presencia de tecnologías audiovisuales y lumínicas. Pesa la academia, pesa el virtuosismo y pesan los paradigmas. Entonces mi pensamiento viaja a Chile, al otro lado del mundo, donde parece ser que encontrar una autoría propia es lo que perfila la creación, lo que se traduce en una ecléctica búsqueda que nos impide también definir en qué estamos o qué es precisamente esto de «danza contemporánea». Una pérdida de tiempo poco atractiva es querer categorizar, mejor será correr algún riesgo creativo y elevarse flotante ante el peso de los paradigmas, incluso terminar estrellados en el piso —o en el techo o en el cielo— de vez en cuando.

SEGUNDA DIMENSIÓN: ¿UN DEBER O UN DEVENIR?

Se termina Open Look, dejo San Petersburgo y parto con destino a Barcelona motivada por un workshop intensivo de Gaga, dictado por los israelitas Guy Shomroni, Aya Israeli, Shani Garkinfel y Shahar Binyamini. Gaga es aquel lenguaje de movimiento creado en Israel por el coreógrafo Ohad Naharin y desarrollado en su Compañía Batsheva, el cual se difunde tomando gran presencia en la danza internacional actual.

Fueron intensas jornadas de más de seis horas diarias durante siete días, donde cincuenta bailarines provenientes de distintas partes del mundo fuimos movidos a partir de la idea de flotar, de disfrutar del esfuerzo corporal, alcanzar la calma y alerta simultáneos, en pos de encontrar un cuerpo disponible, tanto para la improvisación como para la forma. Es un lenguaje amable y desafiante, que va al encuentro de la imaginación y el placer del movimiento, y que se propone para ser practicado tanto por cuerpos entrenados en danza como también por aquellos sin formación profesional.

Mientras disfruto conocer la danza de los israelitas, la contingencia no deja de resonar en los medios, en las redes sociales y me inquieta. Despierta mi curiosidad que una idiosincrasia marcada por tal historial de guerra y masacre, desarrolle un método así, que apela a encontrarse con el cuerpo de manera poética y sensible. ¿Hipocresía y frivolidad? ¿Falta de conciencia? ¿Afán por sensibilizar? ¿La danza tiene acaso el deber de denunciar (o enunciar) situaciones? ¿Tiene algún deber? ¿O es sólo un devenir? Algo de cierto tendría la tesis de que crisis y adversidad son fuentes de explosión creativa, o quizás tan sólo somos criados aceptando situaciones inhumanas para convivir con ellas con la misma naturalidad con la que se goza el bailar. Sea lo uno o lo otro, no existe moral alguna para la sensibilidad.

TERCERA DIMENSIÓN: EL FOCO CREATIVO ESTÁ EN LA PERIFERIA

Ante tanta pregunta, a estas alturas del viaje, una de las pocas certezas que sí puedo establecer respecto a la danza contemporánea, es que se mueve, está esparcida por el mundo, sin tierra ni tiempo delimitados y se expande cada vez más, en vez de concentrarse en un solo epicentro. Y es parte de su supervivencia, porque si no lo hace se mecaniza la creatividad, ya que el único problema del movimiento perpetuo es que nunca se establece en ninguna parte y gracias a eso se renueva, se pone creativa.

Estando en Europa veo, escucho y percibo: parece ser que las periferias toman protagonismo últimamente. No solo en Israel, medio oriente, Asia, también Europa oriental, muchos latinos instalan su trabajo en todo el mundo y no olvidemos que el creador del ya difundido Flying Low es venezolano. Por lo demás, llama la atención afuera cómo en los confines del mundo van generando sus propios modos de hacer y sobretodo de ¡hacer sobrevivir la danza incluso sin las condiciones básicas de derechos laborales, protección social y salud!

Si seguimos esta lógica del interés por la periferia, Sudamérica sería entonces el futuro de la danza contemporánea mundial, lo que nos pone a nosotros como habitantes del fin del mundo en la máxima expresión futurista. A nuestro modo, con nuestros conflictos y demandas, nuestros impulsos, nuestros intereses incompatibles, nuestros encuentros y desencuentros. No es ni siquiera necesario hacernos cargo de este destino, dejemos que simplemente ocurra.

CUARTA DIMENSIÓN: LAS DISTANCIAS Y LA COMUNIDAD

Este es el momento en que aparecen las sorpresas del viaje. Sucede que Barcelona ofrecía mucho más de lo que fui a buscar. En esos días, en el contexto del Festival Grec, se realizó el IPAM (International Performing Arts Meeting), el cual se proponía como una ventana para la internacionalización de la danza catalana. Este encuentro además convocó la participación de plataformas de coproducción e internacionalización que existiesen en Chile, Brasil, México y Uruguay. Su propuesta fue acercar a los distintos agentes que participaron, es decir artistas, gestores, productores y festivales, evitando una relación mercantil de producto y consumidor.

Se presentaron algunas piezas y se expusieron los programas de internacionalización de cada país. Si bien cada cual presentaba realidades muy diferentes en términos de recursos, cantidad de artistas y espacios, no deja de ser enriquecedor conocer cómo se organiza la danza en cada lugar. Un buen ejemplo de esto es la iniciativa de Ley de la Danza en Argentina o, por ejemplo, el modo de otros países latinoamericanos que apelan a una organización mixta, civil-estatal. Este último propone que en lugar de descansar en una única persona o institución que deba hacerse cargo de todas las necesidades del sector y de los modos «correctos» de hacer las cosas, existe una activa asociatividad civil organizada. Es decir no son personas aisladas las que manifiestan sus desacuerdos frente a las resoluciones, las que toman las decisiones o las que definen los modos de participación en una u otra instancia, sino que agrupaciones de personas que trabajan en con-juntos.

A partir de esto pienso que podemos ante todo desarrollar un modo de ser más vinculantes, responsabilidad que recae en todos nosotros ya que es una práctica social el dialogar, así también el conocimiento y la información. Acechan nuevamente más preguntas: ¿Cómo difuminamos la distancia entre unos y otros para así llegar a convertirnos en parte de un mismo acontecimiento que es la danza nacional? ¿Derribamos el fantasma antigremialista? ¿Y si nos asociamos y trabajamos en red de festivales, de salas, de trabajadores, de artistas, u otros, sea cual sea, lograríamos mejorar las condiciones laborales y alcances artísticos efectivamente?

Alianzas inesperadas o voluntarias, institucionalizadas o no. Quizás solo se trata de encontrar cómo estar «con» nosotros, practicando un dialogar con madurez, porque más allá de las diferencias estilísticas, de los intereses o discursos creativos, más allá de afortunados y desafortunados, rechazados y favorecidos, somos todos trabajadores de la danza, que compartimos necesidades en común y podemos obtener beneficios también en común. El individuo se equivoca, la comunidad no, porque en ella habrá siempre un otro después, que podrá cubrir el error que un otro no alcanzó a ver.El Guillatún

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