El Guillatún

Orquestas, Renuncias, Fragilidad e Innovación

Orquesta de Cámara de Chile

Orquesta de Cámara de Chile. Foto: CNCA / Rodrigo Campusano

La semana pasada sorprendió con dos dolorosas noticias relacionadas al ámbito orquestal de nuestro país. Por un lado tenemos la renuncia de Juan Pablo Izquierdo a la dirección de la Orquesta de Cámara de Chile, y por otro la cancelación de la temporada de la Orquesta Sinfónica de Copiapó, debido a que la Municipalidad, entidad que daba el sustento financiero, optó por redirigir los recursos para reparar los daños producidos por los aluviones a finales de marzo. Estos dos hechos representan importantes puntos de inflexión en el desarrollo musical de nuestro país porque son ilustraciones de casos que nos impiden dar el salto al siguiente nivel en lo que al desarrollo de la música clásica se refiere.

Como antesala a estas dos situaciones debemos analizar el panorama general. En primer lugar tenemos todo el movimiento de orquestas juveniles que bajo el amparo de la Fundación de Orquesta Juveniles e Infantiles ha seguido su desarrollo en tendencia positiva desde su creación. Sumado a la gran cantidad de orquestas, están los recientes anuncios relacionados a la creación de una academia focalizada y la necesidad de integrar en forma balanceada los conceptos de calidad y el foco social que el proyecto posee. Sin embargo, la gran pregunta que siempre surge en relación a este proyecto es de qué manera este gran desarrollo se ve reflejado a nivel profesional en relación al nivel de los instrumentistas, como a la cantidad de orquestas que puedan albergar a los jóvenes que optan profesionalmente por la música. En este sentido, de gran importancia han sido las orquestas regionales que se formaron y/o fortalecieron gracias a fondos del Consejo de la Cultura, como la Orquesta Marga Marga, la Orquesta de Valdivia, la Orquesta de Concepción, entre otras. Todas estas orquestas tienden a tener como mínimo un tamaño de conjunto de cámara estable (pudiendo expandirse según la ocasión), pero además están fuertemente comprometidas con itinerancias y estrenos de obras nacionales. Esto es vital porque la itinerancia significa poder llevar la música clásica a sectores no familiarizados con ella, y el estreno de obras nacionales apunta a un diálogo importantísimo entre creadores e intérpretes.

No obstante, los hechos descritos en el primer párrafo sin lugar a dudas presentan elementos negativos. Juan Pablo Izquierdo es el más internacional de nuestros directores con proyectos importantísimos en Chile y el extranjero. Además de las distinciones que posee, su compromiso con la música contemporánea, el estreno de obras de manera constante y su desarrollo laboral en un país altamente competitivo como Estados Unidos lo sitúan en este sitial. Al mismo tiempo, Izquierdo se ha caracterizado por ser un director con un discurso estético sólido, que lo sitúa en un lugar desde el cual se desarrolla no sólo como intérprete o director, pero también como intelectual. Todas estas características fueron aplicadas en las iniciativas que llevó a cabo con la Orquesta de Cámara de Chile durante su dirección. Además de la elección de programas, en los cuales se podían encontrar estrenos y frecuentes interpretaciones de obras que no son habituales en los programas orquestales. Todo esto significaba compromiso estético e innovación desde la perspectiva artística, sobre todo en un medio como el chileno. Pero quizás lo más importante ha sido la itinerancia que ha llevado a cabo en iglesias y recintos no «tradicionales». Quizás por su estadía en los Estados Unidos, Izquierdo fue capaz de superar el trauma de no tener teatros adecuados para la música clásica en Chile, y ser capaz de superar esa valla para continuar llevando la música a zonas que no están habituadas a ella. Y el punto fundamental es que no realizaba excesivas concesiones en el repertorio. En otras palabras, no ofrecía un programa de hits para estas itinerancias, sino que lo realizaba apegándose al programa original, desarrollando audiencias y exponiendo éstas a obras de gran calidad composicional.

La cancelación de la temporada de la Orquesta Sinfónica de Copiapó debido a la decisión de la Municipalidad de Copiapó de destinar los recursos inicialmente asignados a la orquesta para la reconstrucción de la ciudad luego de los aluviones tiene diversas implicancias. En primer lugar demuestra la fragilidad laboral y de proyecto ligada a una orquesta que llevaba funcionando hace más de 30 años, ya que los músicos obtenían su remuneración a través de boletas de honorarios. Llama la atención que en todo ese período la situación de los músicos haya sido siempre la misma, es decir, sin cambio de su régimen laboral. Esto se puede entender debido a que ésta dependía íntegramente de la Municipalidad, con la fragilidad presupuestaria que esto podía implicar. Sin lugar a dudas, las municipalidades difícilmente podrán costear proyectos a largo plazo desde el punto de vista artístico. Las razones son la escasez de recursos, pero más que nada también es la excesiva «fondartización» de los proyectos artísticos en Chile, donde las municipalidades han pasado a formar roles de patrocinador de proyectos a postulantes que piden sus instalaciones o su apoyo para la realización de los mismos, pero no sus recursos, ya que se sabe que estos pueden provenir directamente desde los fondos concursables. En este sentido, el caso de la Orquesta de Copiapó significaba una frágil realidad debido a que no contaba con ese apoyo sostenido que provenía del Estado y que de cierta manera podría haber generado una mayor proyección en la iniciativa. Por otro lado, pese a que la idea de que los recursos son siempre escasos es cierta, la principal pregunta es por qué razón las iniciativas culturales son las primeras en caer o en ser cortadas. La respuesta es simple: bajo el prisma de retorno económico, el cálculo de presupuestos de acuerdo a la productividad directa, o simplemente bajo la idea de cubrir iniciativas de primera necesidad, la cultura y las artes quedan desplazadas. Y la desprotección laboral implica que la decisión no tenga contrapesos debido a que no hay mayor resistencia en el entorno.

Las dos situaciones no ocupan titulares, es cierto, pero marcan un punto de inflexión y enarbolan preguntas. ¿Tenemos políticas culturales sostenidas, con lógicas de impacto, y desarrollo a largo plazo? Sí y no. Los fondos concursables son un subsidio a la creación que no ha encontrado una contrapartida equivalente en el desarrollo de audiencias, que son al final quienes resienten la falta o eliminación de cuerpos estables. En este sentido la labor del Estado no puede sólo circunscribirse a dar dinero a la creación, sino que debe asegurarse de que la demanda se construya de manera equivalente. El eterno abismo entre personas que crean obras artísticas y la audiencia, puede llegar a niveles de difícil retorno. Frecuentemente vemos titulares en la prensa sobre éxito de músicos chilenos en el exterior que son formados en nuestro país. Sin embargo, ya es hora de que las universidades y el Estado jueguen un rol fundamental en la creación de audiencias. De esta manera, cuando se cierre otra iniciativa, serán estos últimos quienes producirán resistencia. En otras palabras, el desarrollo de la audiencia conlleva a que el arte deje de ser visto como un elemento de segundo o tercer orden. Los músicos son personas de alto nivel de especialización, con años de estudio; sin embargo necesitamos que la música clásica sea vista como innovación, arriesgando ideas y propuestas estéticas, intentado al mismo tiempo que el arte deje sólo de ser visto bajo un concepto de «productividad».

Y en este último punto, el de la innovación, es también donde fallamos. Como señalé anteriormente, la solución es seguir el ejemplo de Juan Pablo Izquierdo, quién durante sus años al frente de la Orquesta de Cámara tomó decisiones arriesgadas en cuanto a nivel de repertorio, exigencia artística y elección de escenarios. Trató de llevar repertorios complejos a distintas localidades, sacando la música de los teatros, entendiendo que primero, antes que el edificio, necesitamos la audiencia que justifique la existencia de éste. Y la única manera de lograrlo es interviniendo los espacios.

¿Posibles soluciones? Si ambos hechos no tienen vuelta atrás, enseñanzas se deben sacar de estas situaciones. En primer lugar, quienquiera que sea el siguiente director de la Orquesta de Cámara de Chile, es fundamental que mantenga las características de extensión e innovación señaladas anteriormente, en directa relación con el tamaño y las características de la orquesta. En otras palabras, el nuevo director debe construir sobre lo que ya existe, sin cambiar en demasía lo que según muchos, son fortalezas del proyecto liderado por Izquierdo. En este sentido, esto hace posible una itinerancia dentro y fuera de la Región Metropolitana que perfectamente puede extenderse más allá de las regiones cercanas. Por otro lado, es necesario que las orquestas regionales solidifiquen su labor (no sólo las que dependen del Consejo de la Cultura), a través de subsidios y recursos que no provengan sólo de las municipalidades, ya que como hemos visto, la fragilidad es real producto de circunstancias que no pueden ser planeadas o anticipadas. En otras palabras, es necesario que se potencie la existencia de orquestas regionales de cámara, ya que son un instrumento fundamental en la formación de audiencias, ya que su tamaño y capacidad de abordar distintos repertorios favorece su movilidad en distintas zonas de una región específica. Sin embargo, este fortalecimiento debe llevar consigo exigencias que mantengan un alto nivel, ya sea a través de evaluaciones periódicas que permitan que los distintos miembros mantengan un alto nivel de ejecución. El compromiso con la itinerancia debe ser firme de la misma manera que debe ser el compromiso y la labor de difusión de obras compuestas por músicos chilenos, siguiendo la línea de orquestas como Valdivia, Concepción, o Marga Marga.

Todos estos desafíos y posibilidades significan una cadena lógica entre las oportunidades de desarrollo que abren las orquestas juveniles y las posibilidades laborales futuras en orquestas profesionales. Junto a lo señalado anteriormente, un gran punto es la formación profesional en nuestros conservatorios, que debe ser potenciada a través de cuerpos de profesores que estén en constante actualización, con experiencias y postgrados en el extranjero, con el fin de potenciar calidad, conexiones, y oportunidades para los futuros músicos. Además, la experiencia internacional de intérpretes, profesores, y gestores puede entregar herramientas que ayuden a potenciar el desarrollo y el contexto económico, administrativo y de gestión en general que necesita la música clásica para dar el salto. Y la única manera es intentar que el regreso de los músicos perfeccionándose en el extranjero sea posible a través de concursos públicos y oportunidades en instituciones que necesitan de ellos para poder crecer seriamente.

Porque finalmente el potenciamiento de orquestas regionales e innovaciones programáticas no sólo beneficiará a los músicos, sino que el principal receptor de estas mejoras será el auditor, y la población general que espera ansiosa poder desarrollarse en la música a través de estos proyectos. Necesitamos potenciar audiencias a través de calidad en las opciones artísticas que se toman, como manera única de lograr sustentabilidad y repercusión en el arte en general.El Guillatún

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