El Guillatún

Lo prometido es deuda

Este 20 y 21 de junio se inició —por fin— una marcha blanca del Centro de las Artes CA660 de la Fundación Corpartes con un concierto ofrecido por la Orquesta Sinfónica de Chile, dirigida por el austriaco Roberto Paternostro. Quizás por pura casualidad, la ocasión se sintió como un experimento al que le cuadró perfecto el marco de «marcha blanca». El reordenamiento del programa —cuyo contenido ya era peculiar—, la presentación del teatro y otras excusas del caso, constituyeron los rasgos distintivos del evento.

De los aspectos acabados en el teatro, se destaca por sobre todo la completa visibilidad del escenario desde todas las butacas y su comodidad. Además, la distribución le permite al público más alejado de la orquesta estar a una distancia agradable de ella, otro logro más del diseño. Respecto de la acústica, Corpartes todavía debe la instalación de paneles acústicos y una concha acústica el doble del tamaño de la que se está usando en esta marcha blanca. De todas formas, el sonido para este concierto en particular funcionó bastante bien, con la excepción de algunos momentos poco claros, probablemente por las deudas no resueltas todavía.

En cuanto al programa, la idea fue establecer un puente entre Beethoven y Wagner, haciendo una pequeña parada en un compositor actual, el argentino Osvaldo Golijov. El concierto comenzó con la casi olvidada Sinfonía en Do mayor WWV 29 de Richard Wagner, una obra temprana en la producción del compositor (1832) que sorprende por guardar una notoria influencia del sinfonismo de Beethoven. De ahí parte del interés en combinar a ambos compositores en un programa. Al principio, el reordenamiento del esquema original provocó efectivamente la duda de si se trataba o no de Wagner (se esperaría que Beethoven abriera), especialmente el segundo y tercer movimiento, que resonaban como motivos del segundo movimiento de la Séptima y el tercero de la Heroica de Beethoven. Fue el tercer movimiento el que mejor representó el solapamiento entre ambos y donde se pudo apreciar la mejor virtud de Paternostro: su sensibilidad para describir los cambios de carácter en la música.

El segundo bloque lo comenzó Last Round de Golijov. Así como Wagner es tributario de Beethoven, Golijov lo sería de Piazzolla (no de una pieza específica, pero sí de su sonoridad). Para orquesta de cuerdas, la pieza redistribuye la formación tradicional enfrentando a primeros y segundos violines como si fuera un duelo entre dos bailarines de tango. Eso al menos para el primero de sus dos movimientos. El segundo funciona como música más meditativa y catártica, muy piazzolliano. Pero a lo largo de la pieza se percibe un aura oscura que debe ser parte de la originalidad de Golijov. La música es estimulante y aligera el tono tan «alemán» del concierto.

A continuación, la Sinfonía N°1 en Do mayor Op.21 de Ludwig van Beethoven fue el momento más inusual del concierto. Después de una ejecución tremendamente vivaz del primer movimiento de esta sinfonía, el director dio a entender que la interpretación terminaba ahí, el público tentado y desorientado con el proceder del programa. Quizás se determinó truncar la sinfonía por cuestiones de tiempo, pero a cambio se reforzó la sensación «experimental» de la organización del evento, mensaje que desarma la lógica estructural del programa.

Finalmente, la interpretación de la obertura de Tannhäuser de Wagner quedó aislada, pero por su fortaleza musical sirvió como un muy buen cierre. Al recordar la sinfonía del primer bloque, aquí se escucha a un Wagner distintivo, un compositor que está consciente sobre la exploración de las posibilidades de la orquesta, gesto que, entre otras cosas, reafirma su compromiso musical e ideal con el romanticismo. Paternostro logra una versión casi pedagógica sobre los detalles que están detrás de la melodía, sobre la dimensión subliminal de la música, donde las cuerdas juegan un papel fundamental. Una conclusión que se agradece como resultado de una muy buena exposición de música y como medio para evaluar los avances de un teatro que apuesta a convertirse en uno de los más importantes del país.El Guillatún

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