El Guillatún

Estudiar música hoy: ¿qué significa?

Un chelo para llevar

Un chelo para llevar. «Me pregunto si alguna vez ella deseó haber elegido el violín». Visto en la estación de trenes de Valby cerca de Copenhague, Dinamarca (2011). Foto: Jens Rost / CC BY-SA 2.0

¿Qué significa estudiar música hoy en día? Ésta y otras preguntas relacionadas son las que muchos estudiantes realizan o enfrentan en el momento de decidir entrar a un departamento de música para continuar sus estudios superiores. De la misma manera, es una interrogante que como músico he recibido de alumnos, exalumnos, y padres a lo largo de los años, y cuya respuesta ha ido variando. ¿En qué sentido? En la medida de que el estudiante, el profesor y la academia han tenido que tensionar sus intereses con un mundo global, hiperconectado, y en el cual las posibilidades se han incrementado y las distancias geográficas se han reducido. No obstante, los riesgos también han crecido debido a la mayor cantidad de gente queriendo dedicarse a esta disciplina y por la continua dificultad de conseguir recursos para estas actividades que esta competencia trae. A pesar de que mi experiencia se vincula a lo que podemos denominar como música clásica, muchos de los pensamientos pueden conectarse a otras disciplinas musicales, en parte debido a que la separación entre ellas tiende a volverse difusa, un aspecto que ha potenciado las posibilidades de desarrollo de varios músicos.

En columnas publicadas en otros medios en años pasados, hablé sobre el mismo tema concentrando las decisiones y posibilidades en la necesidad de definir la vocación por sobre el gusto de estudiar música y la imperativa necesidad de desarrollar versatilidad durante el estudio de esta. ¿Qué es la vocación? Podría definirse como la necesidad constante de querer crear, tocar, a través de un instrumento o una partitura. Es la abolición de fronteras entre el trabajo y el hobbie; es la idea de querer vincular la música con mi realidad pese a toda la presión que puedo recibir desde el punto de vista social y económico; es la necesidad de comunicar y conducir la creación o el discurso creativo a través de una experiencia sonora; es la imposibilidad de estar alejado de todo esto por un tiempo prolongado debido a que define lo que hago y quien soy. Por esta razón no es extraño de que personas estudiando uno, dos, o tres años de otras carreras, deseen hacer caso a esta vocación y volver a estudiar algo que siempre estuvo cerca y que, por diversas razones, no fue su opción en un momento determinado. No obstante, la vocación es el fundamento, pero al mismo tiempo necesita de la disciplina y el trabajo constante en búsqueda del objetivo. Práctica y muchas horas; ensayo y error; autoaprendizaje, y confianza en la experiencia del mentor.

Sin embargo, pese a que estos aspectos los he abordado previamente, creo que lo fundamental es que se tensione la forma de definir lo que entendemos como «música clásica», su relación con otras músicas, y su tensión con el quehacer actual de las generaciones de músicos jóvenes. Es decir, que su diseño, entendimiento y objetivos sean observados, analizados y criticados en pos de entregar al estudiante una visión actualizada. ¿Qué quiere decir esto a nivel institucional? Desde el punto de vista de las instituciones de enseñanza, es hacerles ver a los alumnos que la carrera no termina con el título, que el grado es una etapa más, y que el aprendizaje es constante. Por otro lado, entender que la colaboración será uno de los pilares de la vida profesional como músico, y que tanto profesores como instituciones deben empoderar e incentivar una independencia de las decisiones profesionales y artísticas de sus alumnos lo más pronto posible. Es decir, que la orfandad musical que significa el dejar de recibir enseñanzas de un profesor sea un proceso y un hecho en franca retirada.

Por otro lado, el músico del siglo veintiuno desde el punto de vista profesional está expuesto a dos versatilidades. La versatilidad profesional y la versatilidad económica. La primera guarda relación con la necesidad para la gran mayoría de realizar dos o más oficios dentro del ámbito musical. Además de ser un concertista o solista, o un compositor que viva de encargos, que es el gran anhelo de la mayoría de los estudiantes, la necesidad de complementar esta actividad con la enseñanza, la gestión cultural o actividades afines, es algo que se ha vuelto cada vez más común. La competencia es mayor que antes, y los recursos tienden a ser escasos. Por esta razón instituciones y profesores deben fomentar a los estudiantes la idea de que estas actividades no son sólo complementarias, sino que son una gran parte del camino profesional de muchos de los alumnos. Quizás no fue la realidad de quienes enseñan, pero si es la experiencia de recientes egresados o de músicos que exitosamente desarrollan su carrera hoy en día. Por esta razón, el potenciamiento de cursos y habilidades de gestión de proyectos, idiomas, e incluso una colaboración seria y prolongada a nivel de la música de cámara son puntos para poner atención en el diseño y actualización de mallas futuras. Sin embargo, esta incorporación necesita una revisión constante y más frecuente, debido a su novedad y las mayores posibilidades de cometer errores en su incorporación. De esto se desprende la segunda versatilidad mencionada anteriormente. El músico de hoy no depende de un ingreso, sino que depende de dos, tres o cuatro fuentes. En la medida de que esto se refleje dentro de las primeras conversaciones, los objetivos y expectativas serán reales y al mismo tiempo fomentarán las posibilidades de colaboración descritas anteriormente.

Pero todo esto va acompañado de excelentes noticias. Pese a que los recursos para las artes son siempre escasos, nuestro país presenta beneficios que no se dan en países de la región o incluso en países más desarrollados. Nuestra infraestructura cultural ha crecido, y las posibilidades de perfeccionamiento que éstas han traído ha sido un aumento en la oportunidad de crear un capital humano avanzado en relación a la música y las artes. Hoy en día, las posibilidades de obtener financiamiento para estudiar en el extranjero son mayores que antes. Y este es un punto fundamental, ya que como señalaba anteriormente, entender que la carrera no acaba con la obtención del título es crucial. Hoy en día, el estudiar en el extranjero además del perfeccionamiento mismo, crea redes, tensiona la enseñanza propia, da posibilidades de conocer audiencias nuevas y de ver el impacto del músico latinoamericano en otras latitudes. Las becas que hoy entrega Conicyt, el Fondo de la Música, y fundaciones privadas hablan de una multiplicidad de fuentes sumados a los fondos que las mismas instituciones extranjeras pueden otorgar. Si a esto agregamos la posibilidad de contar con fondos de creación a nivel nacional, para giras, investigación, o grabaciones, el panorama de creación al que el músico chileno está expuesto es importante. Por esta razón, el estudiante y la institución deben incorporarlo como posibilidad, objetivo y expectativa.

Y finalmente, la decisión de estudiar música es una búsqueda que va de la mano con perseguir oportunidades de innovación. Por esta razón el asumir la incorporación de músicas que han estado eclipsadas por el canon, por vertientes o compositores que no han sido partes de él, es una tensión a la que muchos serán expuestos y que puede agitar los cimientos que muchos esperaban encontrar. En otras palabras, futuros estudiantes y padres deben entender que la música más que nunca, y la forma de estudiarla, está sometida a un cuestionamiento que significa una incorporación de disciplinas y tecnologías que hace diez años no existían.

Por esta razón estudiar música hoy en día representa desafíos que van más allá de las inquietudes, expectativas y miedos personales. Profesores, instituciones, y estudiantes intentan entender un mundo complejo. La buena noticia es que esta tensión está acompañada de grandes oportunidades, y es deber de todos enseñarlas, exponerlas, y tomarlas.El Guillatún

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