El Guillatún

Duerme Frutillar

46 Semanas Musicales de Frutillar

Termina otra versión de las Semanas Musicales de Frutillar y el lugar vuelve a parecer un pueblo del sur, un viaje hacia el pasado, un lugar sin nombre. Frutillar ya no es Chile porque Santiago lo es y se ha llevado todo lo que trajo a este encuentro, raro circo itinerante. Pero se queda la carpa. «La magia del sur»: el verano, las vacaciones, el espectáculo.

El gran invitado fue la Orquesta Sinfónica de Chile (OSCh), montando tres conciertos que sintetizaron el trabajo de la temporada de verano realizada principalmente en Santiago. En palabras del director Josep Vicent, el esquema de la temporada que él condujo tenía tres pilares fundamentales: la selección de las Suite N°1 y 2 de Romeo y Julieta de Sergei Prokofiev, Sinfonía de Luciano Berio y Alexander Nevsky de Prokofiev. Un tránsito de lo amoroso a lo épico, a la muerte. En torno a éstos, la construcción de los respectivos programas tanto para Santiago como para las Semanas Musicales.

El primer concierto en Frutillar fue una gala el sábado 1 de febrero que reprodujo el orden exacto del concierto del 10 de enero en el Teatro Baquedano. El primer bloque lo constituían Una noche en el Monte Calvo de Modest Mussorgsky, Adagio para cuerdas de Samuel Barber y Obertura Carnaval Op.92 de Antonín Dvořák. El segundo estuvo dedicado a una selección de las Suite N°1 y 2 de Romeo y Julieta de Sergei Prokofiev. La pieza de Mussorgsky (en arreglo de Nikolái Rimsky-Kórsakov) relata una noche de aquelarre que ocurre en la noche de San Juan vista por un campesino. Es una pieza retorcida, poderosa, llena de movimiento y detalles subterráneos que describen un cuento misterioso y atemorizante (recomiendo escuchar también la versión de Mussorgsky). Luego, la música de Barber retiene. Hay un constante anhelo, tensiones que se repliegan y acumulan hasta elevarse suplicantes. El Adagio es una historia sin fin y por lo mismo tiende a la decepción. Vuelve la potencia con la Obertura Carnaval en un diálogo entre la fiesta, la danza y las meditaciones líricas, la dulzura del oboe, la flauta y el clarinete contra las turbulencias de las cuerdas. Dvořák intentaba hacer música sobre la vida.

Al parecer, la línea que impera en el repertorio es la conciencia programática de las obras. Además, es música muy amable con el auditor porque son puntos de referencia importantes en la memoria cinematográfica. Mussorgsky aparece en Fantasía de Disney, Barber en Amélie (y otras). Incluso la música de Romeo y Julieta que siguió en el concierto parece música de Hollywood para películas de Spielberg (John Williams tiene una deuda con Prokofiev). ¡Uno se olvida del amor! El programa de Vicent es un mejunje musical que antes de estar preocupado de un relato auditivo es fuertemente visual. Le interesa el impacto, la transgresión. Su dirección también tiene algo de esto en las cadencias finales agresivas, cambios de imágenes bruscos, algunos énfasis muy marcados, su gestualidad sufriente y excitada –que puede decir más que el resultado efectivo de su sonido con la orquesta. Es un rockero, si se puede decir. ¿Acaso no se lo permite su repertorio?

El segundo concierto fue el lunes 3 de febrero y el programa fue una apuesta osada que no dejó indiferente a nadie: La fundición de acero de Aleksandr Mosólov, Sinfonía de Berio y Sinfonía N°7 en La mayor Op.92 de Ludwig van Beethoven. Fue un concierto atractivo por donde se lo mire. En Santiago ya se estrenaron las primeras dos del programa con una recepción tremenda en el marco del Festival Internacional de Música Contemporánea. La pieza de Mosólov es un testimonio crudísimo de la vida en la fábrica, la orquesta haciendo de cámara fotográfica. Interpretación que no fue tan impecable como la primera o son impresiones de una segunda audición, pero se perdió parte de la melodía principal, la de los cornos. Aun así, la pieza estaba ahí, rugiendo. Después vino Berio. Una obra que quebró los límites de todo programa en la historia de las Semanas Musicales. El mundo de la cultura en Chile puede jactarse de haber reproducido uno de los hitos más importantes en la historia de la música contemporánea. Y como segunda audición, resultó mejor que en el concierto de Santiago, las ideas estaban más claras, el empaste de la orquestación se lució, los instrumentos entraron juntos, fue una pieza estable. Que la segunda audición de esta obra se haya hecho en el sur exporta el producto cultural de Santiago hacia el resto del país y eso importa si hay tantas personas dispuestas a ir cuando tienen las facilidades. Chile es un país largo y cada vez más caro.

Mucha gente agradeció el desafío con un fuerte aplauso mientras otro tanto se sintió insultada después de dos bofetadas musicales. Pensándolo bien, tampoco es su culpa. La mayoría fue a escuchar la Séptima de Beethoven. Una obra potente en su tiempo, por lo demás. Pero al lado del primer bloque, parecía algo tibio. El segundo bloque generalmente es el fuerte y el primero prepara la audición del segundo. Si mucha gente se quedó después de Berio fue porque nadie se quería perder Beethoven. Eso sí, es bueno que la música cause polémica. No hay conciertos así hoy en día, la oreja cree conocer todo lo imaginable. Quizás —como se dijo— la inclusión de Berio o de Beethoven en el mismo programa fue simplificar a ambos.

El tercer concierto fue el cierre de las Semanas Musicales, el ocaso del miércoles 5 de febrero. El programa incluyó el Capricho español de Rimsky-Kórsakov, Concierto N°5 para piano y orquesta en Mib mayor Op.73 «El emperador» de Beethoven y la Cantata Alexander Nevsky de Prokofiev. La interpretación del Capricho fue discreta, siendo las secciones solistas del oboe y el arpa las que provocaron mayor emoción, lejos de una burda «sinfonización» de colores españoles en la música. A este comienzo más liviano le siguió El emperador. Un intratable Luis Alberto Latorre al piano le dio verdadera vida a la obra de Beethoven. Muy sintonizado con el director, aprovechó de forma exquisita los espacios solísticos y supo servir de firme colchón armónico a otras ideas orquestales como la melodía del corno cerca del final del primer movimiento. Una pieza que comparte algunos materiales de su famosa Sonata para piano N°21 en Do mayor Op.53 «Waldstein», en una audición que es muy elocuente en cuanto al ámbito emocional que explora Beethoven en la música de ese período de su producción.

En el segundo bloque, aparece de nuevo Prokofiev, ahora vestido de héroe con Alexander Nevsky para concluir el ciclo trágico de Romeo y Julieta. Qué más impactante que la cantidad de músicos en escena. A la OSCh se le sumó el Coro Sinfónico de la Universidad de Chile dirigido por Juan Pablo Villarroel. Una versión excelente de la Cantata que tuvo sus puntos álgidos en Los cruzados de Pskov, La batalla en el hielo y El campo de la muerte cantada por la mezzosoprano Evelyn Ramírez. Su versión es un lamento que esconde tristeza y un reconocimiento de sí misma como víctima por perder a su pareja en la batalla, aunque la asuma con altura («no me casaré con un hombre atractivo […] me casaré con un hombre valiente»). En la guerra que ve Ramírez no hay vencedores. El final sostenido en la mano de Vicent daba a entender que no quería que acabase tan pronto. Ese largo tutti en el último acorde de la Entrada de Alexander Nevsky a Pskov fue correspondido con un interminable aplauso que coronó el cierre de las Semanas Musicales de Frutillar.

Son cuatro años de conciertos en el Teatro del Lago y desde entonces las Semanas Musicales han tenido una visibilidad ineludible por alojarse en uno de los teatros con mejor acústica de Latinoamérica, y uno de los más hermosos también. Eso ha provocado una irrupción de público en el evento que lo obliga a adaptarse. A «urbanizarse», más bien. Han sido cuatro años de experimentación y la organización sigue interesada en abrir el programa en la medida que no se pierda el nivel que ha alcanzado. Pero dónde está el objetivo ahora que las Semanas Musicales de Frutillar han crecido tanto, más de lo que se esperaba cuando comenzó. Flora Inostroza será presidente de la Corporación hasta el 2015, ya vienen los aires de renovación. Pero quién hereda este legado cultural. La Corporación tiene un pie dentro del ámbito privado y otro en lo público. Finalmente, lo que está al fondo del debate es qué significaría apropiarse del proyecto, por quiénes y cómo. Mientras tanto, empieza febrero y con él, las vacaciones.El Guillatún


Josep Vicent y la OSCh en las 46 SMF. Foto: Osvaldo Guerrero

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