El Guillatún

Canción sobre canción

Spandau Ballet

Spandau Ballet.

En esta serie de columnas sobre las canciones y el oficio de escribirlas no he querido ahondar mucho en el tema de las letras por ser un asunto muy personal, y quizás aún más misterioso que el de hacer música. Además de que roza tangencialmente otra disciplina en la que no me considero experto, que es la literatura. Pero dos hechos en particular, primero el que este ha sido un año en que no he escrito prácticamente ninguna línea, y una canción de los años ochenta que me ha estado rondando durante este mes repetidamente y no paro de escuchar, me han motivado a desarrollar el siguiente tema: la metamúsica.

¿O quizás llamarlo «metacanción»? Así como existe —y ampliamente difundido—, el término «metaliteratura», que es la literatura que habla sobre la propia literatura y los actos de escribir y leer, en este caso estoy hablando de letras de canciones que terminan relatando sus propias dificultades para nacer o terminarse. En mi experiencia particular, hay letras que me han llegado a tomar años, años de tachar líneas, reemplazar palabras, coros inconclusos; así como también hay canciones que se completan en unas pocas horas y casi pareciera que alguien te las hubiese dictado.

Fue una frase en particular la que me motivó a reflexionar sobre esto: en 1983 la banda británica Spandau Ballet editó el que sería su primer hit mundial, la balada «True». ¿Tal vez el mejor lento de la historia? Una canción que angustiosamente se revela a sí misma con la frase «Why do I find it hard to write the next line? Oh I want the truth to be said» (¿Por qué me resulta difícil escribir la siguiente línea? Oh, quiero que la verdad sea dicha), y deambula constantemente entre una sensación de algo inconcluso y el anhelo de que sea concretado. Todo esto ambientado con —y ahora sí podríamos llamarlo metamúsica—, referencias a la música que sirvió de inspiración al compositor: el soul y Marvin Gaye (en las líneas «Listening to Marvin all night long. This is the sound of my soul»). Y la verdad no pudo ser mejor dicha, mucho más difícil que escribir estas columnas, varias veces me he visto atascado por horas en la incertidumbre de cual será la siguiente frase de esa canción a medias en la que estoy trabajando, casi como si me jugara la vida en eso. El tiempo y la distancia posteriormente recompensan la espera, pero sin embargo me conmovió oír ese momento plasmado en una letra con tanta contundencia como lo hizo Gary Kemp, el compositor de Spandau Ballet. Sin duda una de mis canciones favoritas de la vida.

Otro ejemplo similar que se me viene a la memoria procede de nuestro idioma. La letra de la canción «No hago otra cosa que pensar en ti», del catalán Joan Manuel Serrat, se sumerge precisamente en el estado de no-inspiración, y divaga sobre una serie de situaciones que ocurren y distraen al autor mientras trata infructuosamente de concretar una canción de amor. Una oda a la procastinación literaria que desordenadamente recopila momentos como «Buscaba una canción y me perdí en un montón de palabras gastadas», «Enciendo un cigarrillo, y otro más, un día de ésos he de plantearme muy seriamente dejar de fumar» o «Busqué, mirando al cielo, inspiración y me quedé colgao en las alturas. Por cierto, al techo no le iría nada mal una mano de pintura»; los cuales finalmente dan cuerpo a una sencilla canción sobre la estupidez del estado de enamoramiento.

Por último, decidí titular esta columna recordando una de mis canciones favoritas de mi adolescencia, perteneciente al magnífico disco debut de Fito Páez, Del 63 (publicado en 1984). La letra de «Canción sobre canción», mas allá de su explícito título que cae como anillo al dedo de lo que estoy contando, también se va relatando sobre su propia construcción, adornada con cierta ingenuidad e impaciencia propia de un adolescente (el autor tenía 20 años cuando la compuso o quizás menos). «Canción que cuenta como nace, canción de amor que te recuerda», «Blanco para la flecha, blanco que es armonía Flecha que apunta exacto hacia el corazón», son algunos de los pasajes de una canción que escuché cuando tenía 16 años y me tomó mucho tiempo entender y llegar a vivenciar. En ese entonces mi mente tergiversó la frase «Sigo desarrollando, quiero encender el fuego. Yo quiero acabar la línea cuando den las diez» como una referencia al consumo de cocaína, cuando no se trataba más que de lo mismo en que se detiene la canción de Spandau Ballet: ¿Por qué se hace tan difícil escribir la próxima frase?El Guillatún

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