El Guillatún

Un año más que se va

Ilustración 2014

No hay caso, por más que uno se proponga hacerle el quite al calendario, ese espacio en blanco que queda entre un año y otro pide ser rellenado. Así, sin pedir permiso, desfilan 365 días en una larga secuencia que nos interroga: ¿Fue un buen o mal año? ¿Logré mis objetivos? ¿Qué quiero para el siguiente?

Me gusta pensar que hacer evaluaciones anuales es como intentar medir un muro teniendo como referencia apenas un ladrillo, pero qué le vamos hacer, no pude quedarme fuera del rito y me rendí, algo tardíamente, a la labor de hacer un ilustre, subjetivo, parcial y antojadizo recuento del 2014.

Chile al mundo

Este año la presencia chilena en la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil de Bolonia se notó. Al menos un poco más. No solo hubo un stand nacional que exhibió una amplia selección de publicaciones, además la chilena Sol Undurraga fue seleccionada entre miles de autores para exhibir en la muestra oficial del evento y editorial Amanuta recibió una Mención de Honor en el premio New Horizons por la edición de cuatro cuentos clásicos reescritos por Gabriela Mistral.

Considerando que Bolonia es la principal vitrina de la edición LIJ y la ilustración mundial, se trata de una señal concreta del interés que despierta fuera de nuestras fronteras la producción nacional. Y si a esto se suma la incorporación de Pati Aguilera a la agencia española Pencil; la creciente participación de ilustradores como Marcela Trujillo, Cata Bu, Alejandra Acosta o Francisco Javier Olea, Alberto Montt, por nombrar a algunos, en ferias y encuentros internacionales; publicaciones de autores chilenos en Argentina, España, México y próximamente Colombia, la selección de dos chilenos —Pablo Balzo y Claudio Romo— en el Catálogo Iberoamericano de Ilustración o la elección de Al sur de la Alameda (Ekaré Sur), de Lola Larra y Vicente Reinamontes, entre los mejores libros para niños y jóvenes en el recuento realizado por El País de España, es posible afirmar que Chile está logrando, poco a poco, inscribirse en el escenario mundial.

Pero el viaje no solo fue de ida. Este fenómeno se vio respaldado por la calidad y variedad de invitados internacionales que estuvieron presentes durante este año en Chile. Gracias al esfuerzo de instituciones como el Consejo de la Cultura, MINEDUC, Cámara Chilena del Libro o PLOP! Galería, de editoriales y universidades, pudimos conocer y escuchar en vivo a ilustradores como Benjamin Lacombe, Gabriel Pacheco, Alejandro Magallanes, Cristián Turdera, Delius, María Luque y Pablo Amargo, quienes compartieron su mirada del oficio y se llevaron de vuelta su propia impresión sobre el activo panorama nacional.

La hora de la reflexión

Hasta el 2014, y fundamentalmente desde el 2010, la ilustración chilena había estado marcada por un exponencial crecimiento. Más creadores, más publicaciones, más editoriales, más público. Durante el año que recién pasó se produjo un giro fundamental y comenzaron a repetirse preguntas esenciales: ¿Por qué ilustrar? ¿Bajo qué condiciones? ¿Desde qué tradición? ¿Con qué medios y soportes?

Algunos de estos cuestionamientos fueron parte de instancias como Apocalipsis, una cita inédita y fructífera organizada por la incansable Loba Galería que reunió a ilustradores y dibujantes nacionales en Valparaíso; el II Seminario Internacional ¿Qué leer? ¿Cómo leer? Lecturas de juventud, que contó con la participación del autor y teórico del cómic estadounidense Scott McCloud y de la editora colombiana María Osorio, y la Primera jornada de ilustración y edición, realizada por Festilus en Tránsito y la Feria Internacional del Libro, que incluyó a exponentes de Argentina, México y España, entre ellos la agente y experta en derechos de autor Sandra López.

Su presencia en Chile fue fundamental para profundizar sobre el papel del ilustrador en la sociedad chilena y la forma en que debería relacionarse y vincularse con su entorno. Temas en los que también ha trabajado con especial ahínco Marcelo Pérez, creador del sitio Grafiscopio, quien durante el 2014 ratificó su rol central en la profesionalización de la actividad. Cada uno por su lado, y también en conjunto, dejaron claro que uno de los grandes desafíos que enfrenta el medio nacional es la constitución de una asociación gremial, tarea pendiente y urgente para los próximos años.

También aportaron a este debate algunas publicaciones que dan una mirada retrospectiva a la ilustración e historieta chilena, necesaria para construir una identidad propia. El libro Cómics en Chile, de Moisés Hasson, una exhaustiva recopilación de revistas publicadas en el país, Carne de estatua. Allende, caricatura y monumento, de Jorge Montealegre, incansable investigador del imaginario chileno, o las reediciones de libros ilustrados de autores históricos como Marta Carrasco, Coré y Palomo muestran un interés por recuperar nuestra memoria gráfica. A este conjunto me atrevo a sumar a Antología visual del libro ilustrado en Chile, un recorrido por más de 150 años de publicaciones nacionales editado por Quilombo.

Los nuevos chicos del barrio

Paralelamente a una problematización histórica, social y laboral del quehacer del ilustrador en Chile, en 2014 fue un año de apertura hacia nuevos soportes y lenguajes. Ya a comienzos de año la exposición El hilo de Ariadna en PLOP! Galería puso el foco en una serie de ilustradoras —Catalina Silva, Francisca Robles y Melina Rapimán— que van más allá del dibujo y exploran las posibilidades del hilo y la tela.

Asimismo, tanto el trabajo de Pablo Balzo, quien publicó su segundo libro, como el talento de Cecilia Toro, quien utiliza la plasticina como materia prima y forma parte de un movimiento de animación chilena que durante el 2014 recibió importantes reconocimientos, demuestran que la ilustración no está anclada a las dos dimensiones. Ni tampoco a una sola página. De hecho, autores ya consagrados, como Paloma Valdivia, Alberto Montt y Francisco Javier Olea se lanzaron a explorar narraciones de mayor extensión en los libros Sin palabras, Achiote y ¿Y usted quién es?

El 2014 fue también el año de consolidación de creadores que, si bien ya contaban con una sólida trayectoria, pudieron desplegar durante este último tiempo toda su capacidad. Entre ellos están Malaimagen, sin duda una de las figuras más destacadas del humor gráfico actual; Cata Bu, que con su libro Diario de un solo demostró una madurez y agudeza narrativa sorprendente; Raquel Echenique, dueña de algunas de las imágenes más bellas y conmovedoras que ha dado la ilustración chilena contemporánea, Karina Cocq, con un discurso visual y poético cada día más intenso, y Marcelo Escobar, quien en el libro Lo que todos nombran, pero nadie ha visto (Ocho Libros) se presenta, además de notable ilustrador, como historiador y cronista de gran potencia.

En medio de todo esto, algunas nuevas figuras comienzan a perfilarse. Activos en las redes sociales y en las ferias de ilustración, comprometidos con la autogestión, las publicaciones independientes y el trabajo colaborativo, nombres como Nico González, Cata Bodoque, No Sofía, Pepe Reyes, Pablo Delcielo, Shumeikers, Camilo Jerez, Camila Barrales, Luisa Rivera, Gabriela Valdés, Maritza Piña y Totó Duarte están dando personalidad propia a una nueva generación de ilustradores chilenos que ya comienza a alzar la voz.El Guillatún

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