El Guillatún

Tragedias y nuevos comienzos

May Andersen en «Una Segunda Oportunidad»

May Andersen en «Una Segunda Oportunidad» (2014). Foto: Rolf Konow

Muchas veces no es necesario ser experto para evidenciar los síntomas de un trauma. Mirada perdida, llanto incontrolable, culpabilidad y pensamientos repetitivos sobre las circunstancias y características de un hecho traumático. Para quien ve Una Segunda Oportunidad (2014), el diagnóstico es claro: un hombre y una mujer son llevados al extremo cuando ocurre una tragedia, experimentando varios golpes que resultan muy difícil de superar.

Una Segunda Oportunidad es de las más recientes entregas de la danesa Susanne Bier. Protagonizada por Nikolaj Coster-Waldau interpretando a Andreas, un policía y padre de familia que lidia diariamente con la violencia, abuso y abandono, mientras su mujer Anna se dedica al cuidado de su pequeño hijo Alexander. En la otra vereda se encuentra Simon, amigo y colega de Andreas que vive una vida completamente distinta, solitario y bebedor alejado por completo de su familia.

Este apacible panorama es interrumpido por una gran tragedia, la muerte sorpresiva de Alexander remece la realidad de los personajes, y acompañados por el dolor se sumergen en la necesidad de hacer algo —por descabellado que sea— para intentar reconstruir la vida que tenían. Andreas se quiebra por completo al ver a su mujer devastada, y decide ir en absoluto secreto a buscar al hijo de una pareja de drogadictos que había visitado con su patrulla. Esto último genera reacciones sorpresivas en Anna, y la tragedia comienza a hacerse más compleja de lo que fue en un comienzo, con una serie de revelaciones y giros inesperados.

Los hechos descritos ofrecen una serie de fuertes imágenes, quizá como un elemento narrativo la pretensión de Bier es poner en evidencia la crueldad del abandono, el dolor inmenso de un padre y de una familia completa, pero también, la necesidad de buscar algún tipo de retribución que pueda calmar el dolor que cada uno de ellos sufre. En varias ocasiones este drama se vuelve sobrecogedor, llega a lo profundo de las emociones y de los miedos que sienten los personajes, siendo imposible para el espectador mantenerse al margen de lo que ellos viven.

En cuanto a los temas que muestra la película, es conveniente hacer una lectura en varias capas. La primera de las temáticas que surge a muy simple vista, es la vivencia de la tragedia, el trauma que genera y cómo las personas lidian con semejante dolor. Por otro lado, más adelante surgen claros cuestionamientos sobre la idea de justicia, Andreas dice que «no es justo que perdamos a Alexander mientras ellos destruyen a su hijo», justificando sus actos en una suerte de restitución de la justicia, instando a los espectadores a cuestionarse qué es lo justo en este caso. Es muy probable que esa respuesta nunca llegue, y el mérito de la historia está justamente en ese punto, esto es, en no entregar respuestas ni valoraciones unidimensionales a realidades sumamente complejas. En el mismo sentido, una de las líneas que sigue Una Segunda Oportunidad —al igual que en otras cintas de la directora— es la vida familiar de los núcleos contemporáneos, las dificultades de la paternidad y maternidad, traiciones y engaños que ocurren inesperadamente han sido frecuentemente utilizados como premisa cinematográfica.

Ahora bien, el dedicado oficio de Susanne Bier es inconfundible. Se trata de un buen relato, acompañado de un guion que permite que el drama se despliegue por sí mismo, con su propio peso sin adornos innecesarios. Desde el punto de la vista de la interpretación, Nikolaj Coster-Waldau ofrece un registro muy distinto al que lo hizo mundialmente conocido en la serie de HBO Game of Thrones (2011), y funciona bastante bien en un drama de esta categoría. Del mismo modo, lo ofrecido por Ulrich Thomsen como Simon es de excelente calidad —al igual que varios de los personajes secundarios— demostrando su experiencia en el trabajo con la danesa en producciones anteriores. A pesar de dichos méritos técnicos, en ciertos momentos el film carece de los ritmos de montaje apropiados para una película de esta intensidad, puede tratarse de una maniobra de estilo, pero ciertamente quita suspenso y fluidez, añadiendo tensiones innecesarias para la historia.

La carga que lleva a cuestas la dirección no es menor, se incluye entre las obras de Bier una serie de éxitos del cine nórdico contemporáneo, grandes logros en guion y un impecable desarrollo de las historias han hecho de algunas de sus películas clásicos de la actualidad: Después de la Boda (2006) y la ganadora del Óscar a mejor película extranjera En un Mundo Mejor (2010) son dos de las mejores producciones de su filmografía. Ciertamente Una Segunda Oportunidad (2014) queda al debe en algunos aspectos en relación a sus predecesoras, pero es sin duda una buena producción, sensata y bien armada, donde se muestra de forma clara la impronta de la directora.

Actualmente se encuentra en cartelera en El Biógrafo y es en la abundante oleada de estrenos de verano, una buena alternativa para quienes buscan ver algo de las producciones destacadas que se proyectaron durante el año pasado. Además, la nutrida trayectoria de Susanne Bier hace que sea un indispensable para los conocedores del cine contemporáneo.

Finalmente, el desenlace del film nos acerca también al fondo de la obra desde su título: ¿Cómo similar tragedia puede convertirse en Una Segunda Oportunidad? ¿Cómo un trauma tan grande puede ofrecer un nuevo comienzo? Esas respuestas pueden encontrarse desde las acciones de los personajes, y cómo por medio de un gran cambio pueden lograr algo de redención. Tanto Andreas como la madre drogadicta al parecer recuperan algo de lo que perdieron, en un epílogo que es sorprendentemente esperanzador.El Guillatún

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