El Guillatún

«Una pistola en cada mano», la sinceridad de los sexos

El director español Cesc Gay trae a la gran pantalla una comedia amorosa llena de casualidades y engaños. Este film grabado en Barcelona cuenta con un elenco excepcional el cual ha trabajado en su mayoría con el afamado director Pedro Almodóvar. Tales como Leonor Watling (Hable con ella), Candela Peña (Todo sobre mi madre) y Javier Cámara (La mala educación). A pesar de que Cesc Gay no sea muy conocido por su filmografía en Chile, la inclusión de Ricardo Darín en el film capta el interés de la audiencia latinoamericana sobre esta película.

La trama de la cinta tiene una motivación clara que apunta al interés por entender la naturaleza de los hombres. Lo que se aborda desde dos perspectivas: la primera desde el lado social masculino donde se ven las distintas formas de interacción, conversaciones, etc.; y por otro lado la comunicación con el sexo opuesto, la que va ligada al amor, los problemas de pareja y las infidelidades. Esta conexión muestra que ambas realidades son completamente opuestas. Por un lado las relaciones amistosas entre hombres reflejan un comportamiento reservado, poco comunicativo y orgulloso, en cambio las relaciones privadas con las mujeres son abiertas y sinceras. El tratamiento dramático en torno a esta idea es atractivo porque muestra una forma distinta de tratar la comedia amorosa, ya que se modela un humor negro el cual refleja las debilidades que los hombres suelen esconder de sus propios pares.

Las interpretaciones no son del todo memorables a pesar de tener grandes exponentes de la industria. La gran cantidad de personajes e historias que se relatan, hacen de los actores elementos incidentales y poco relevantes. No hay ninguno que resalte sobre otro porque todos son parte de la reencarnación de una idea totalizadora. Es por esto que la ausencia de un personaje clave en el relato es quizás una de las mayores falencias del film porque no logra una identificación profunda con las problemáticas que se van presentando.

La fotografía es otro elemento que podría haber sido explotado mejor. Los encuadres por un lado están bien pero son la escenografía y las locaciones lo que no llaman la atención. Quizás la intencionalidad del director era precisamente esto, pero inevitablemente queda una deuda al ver en los créditos finales que la cinta fue grabada en Barcelona, una ciudad rica en edificios y monumentos, los que son obviados quedando finalmente como un lugar cualquiera.

En definitiva es una película para disfrutar cualquier día de la semana, donde las situaciones en las que se pondrán a los personajes será un motivo de risa e incomodidad culpable. Liviana, directa y poco ambiciosa. Buen panorama para pasar el invierno.El Guillatún

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