El Guillatún

Un miedo paralizante

Alejandro Jodorowsky habla con el director Frank Pavich

Alejandro Jodorowsky habla con el director Frank Pavich. Foto: David Cavallo

Ver un documental que narra el proceso de producción de una película nunca ha sido fácil, porque la mayoría de estas obras cinematográficas, más que apostar por un entendimiento profundo de la materia que están tratando, tienden a parecer largos making off de hora y media, que se limitan exclusivamente a registrar de forma «objetiva» aquello que sucede frente al lente.

Sin embargo, la labor realizada por Frank Pavich en Jodorowsky’s Dune (2013), largometraje documental que relata el épico y a la vez fallido intento del director chileno Alejandro Jodorowsky por llevar al cine la premiada novela de ciencia ficción Dune escrita por Frank Herbert, es un claro ejemplo de que a pesar de lo anterior, el cine sí es capaz de rescatar el espíritu genuino de aquello que nunca se dignó a ser en su momento, no en la condición de un simple observador, sino como un agente activo que pretende recuperar aquello que la historia de los grandes sucesos se empeña en olvidar.

Alejandro luego de haber realizado las controvertidas películas El Topo (1970) y La Montaña Sagrada (1973), entra en contacto con el productor francés Michel Seydoux, el que con una desafiante frase de «haz lo que quieras, yo quiero producirlo», pone en movimiento una serie de acontecimientos futuros que terminarían por convertir este ambicioso proyecto cinematográfico en uno de los más influyentes en la siguiente generación de cineastas, incluso sin haberse concretado realmente. Trabajar con el connotado ilustrador de ciencia ficción Jean Giraud (el que desarrolló su arte bajo el seudónimo de Moebius), descartar al creador de los efectos visuales de 2001: Una odisea del espacio (1968) Douglas Trumbull y tener dentro del elenco a personajes tales como Salvador Dalí, Orson Welles, Mick Jagger y a su propio hijo, son elementos que nos explican los ribetes épicos que poseyó esta historia y que se vio truncado por diversos factores ajenos a la película misma.

En términos prácticos, este documental está compuesto por diversos recursos que no se alejan de un formato más convencional del género, pues en él se ven entrevistas testimoniales, infografías que refieren al paso del tiempo, recreaciones y un sinfín de recursos que son tan típicos en aquellas piezas audiovisuales que remiten a un tiempo pasado. No obstante (y aquí creo que radica la belleza de esta obra), tanto Frank Pavich como su equipo fueron capaces de articularlos de una forma tal, que este largometraje resulta ser una invitación auténtica y abierta a entender las motivaciones más profundas que tenía Alejandro Jodorowsky para hacer esta superproducción llamada Dune, que lo llevó a viajar por gran parte del mundo, haciendo uso de su ingenio (y teniendo una extraña suerte que le permitió estar en el momento y en lugar indicado) con tal de conseguir al equipo que anhelaba para concretar el film. El documental está enriquecido con una serie de anécdotas que demuestran que el destino también forma parte de la historia de un hombre cuando éste trata de materializar sus sueños, complementado a su vez con notables secuencias de animación que representan lo que pudo haber sido la película de haberse realizado (remitiéndonos a un género poco conocido que es el documental de animación).

Y es que gracias a esta intensa obsesión tan bien retratada en este documental, somos capaces de entender incluso cómo a veces a nosotros una idea nos puede invadir sin reparos y todo nuestro accionar a partir de ese momento se orienta en función de concretarla; sacarla de un plano subjetivo para convertirla en algo real y palpable, accesible a todo mundo. Ahora bien, lo anterior tiene sus costos y en el caso de Dune de Jodorowsky, podemos ver que el desafío fue grande, pues el presupuesto estimado para realizar la película era de 15 millones de dólares (bastante alto para ese tiempo) y por otro lado, la mayoría de las grandes productoras de Hollywood tuvieron ciertos reparos en que el director fuera Alejandro. Éste, en función de lo mismo y en conjunto con su productor, imprimieron varias copias de un libro llamado Dune, el cual hicieron llegar a quienes administraban el dinero de la industria cinematográfica de aquel entonces, en el que se plasmaban en más de 2000 dibujos los aspectos visuales, narrativos, de fotografía, de arte y de dirección que proponía la película.

De este libro sólo quedan dos copias y una de ellas está en posesión del director chileno. Del resto, no se sabe su paradero, pues tal como se adelanta en el título de este artículo, fue el miedo de quienes administraban las grandes productoras cinematográficas el que paralizó la realización de esta ambiciosa película. Todos encontraban que era innovadora para su época (y así lo fue). El problema surgía cuando se dejaba en claro que sería Jodorowsky su director y que éste exigiría total libertad en su realización, tanto así, que él tenía presupuestado que la película durara 15 horas, en una búsqueda por impregnar al espectador de las mismas sensaciones que en esa época provocaba el LSD solamente ocupando las facultades que poseía el dispositivo cinematográfico.

Como ya se sabe, no tuvo frutos. No al menos en ese momento histórico, pues varios de los integrantes del grupo que había conformado el gurú de la psicomagia terminaron siendo reclutados posteriormente por Hollywood para trabajar en la industria, destacando H.R. Giger, quien diseñaría años más tarde la criatura de la película Alien (1979) e incluso, en los primeros episodios de Star Wars es posible ver la influencia de este «intento de film» en sus aspectos visuales. De hecho, a David Lynch se le asignó el proyecto luego de unos años y Jodorowsky, luego de ver el trabajo del director estadounidense, supo que aquella película había sido un fracaso de principio a fin, pues Lynch no pudo rescatar el sueño que el primero tenía; nada parecido a como él la hubiera imaginado.

Y es que el miedo a lo nuevo, a lo que se sale de la norma, provoca inevitablemente una parálisis, un bloqueo repentino de todo nuestro ser y no somos capaces de escuchar aquello novedoso que se está proponiendo, lo rechazamos. Con Jodorowsky, pasa eso y por lo mismo suele establecerse como una relación de amor/odio con él. Jodorowsky’s Dune, por su parte, es un honesto acercamiento para aquel que no ha visto nada de este director chileno y una bella forma de reencantarse para aquel que sabe que en éste se aloja una manera muy particular de ver la vida y no por ello con menos sentido. La película ha estado rondando por el cable, pero si no la alcanzas a ver no tengas miedo: el que busca siempre encuentra (y bien sabe de eso Alejandro Jodorowsky).El Guillatún

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