El Guillatún

Ciegos, que viendo, no ven

Niña sombra

Imagen del documental «Niña sombra» (2016) de María Teresa Larraín.

María Teresa Larraín es cineasta y está terminando de editar un documental en Toronto, Canadá. Durante un viaje en bicicleta por esta ciudad sufre un accidente. Éste le trae recuerdos de la infancia, donde una tierna madre ante la pregunta «¿Cuándo nos vamos a quedar ciegas?» de su hija, responde enérgicamente: «¡Nunca!». Lamentablemente para María Teresa la realidad fue otra.

Niña sombra (2016) es un largometraje documental dirigido por María Teresa Larraín que retrata el proceso vivido por la realizadora ante la pérdida progresiva de su visión. Con cierto humor y mucha franqueza, nos lleva en un viaje poético-visual destinado a mostrarnos los efectos que trajo tanto a su vida como a su visión la aparición de esta enfermedad que le fue diagnosticada cuando era pequeña.

El relato inicia con la descripción del accidente ocular que tuvo mientras andaba en bicicleta. Éste vuelve presente varios fantasmas del pasado en los que su madre también sufrió un deterioro gradual de la visión. No obstante, Larraín está empeñada en dar fin a un documental en el que viene trabajando durante varios años: El juicio de Pascual Pichún (2007). Con la ayuda de varios amigos, logra concretar esta tarea. Ahora bien, en esta nueva realidad de la ceguera, decide solicitar una pensión de invalidez al gobierno de Canadá, petición que fue rechazada debido a que logró finalizar con éxito su película a pesar de estar ciega. Tras vivir 30 años en este lugar y luego de recibir una llamada que le informaba la muerte de su madre, la directora vuelve a Chile para encontrarse con su familia más cercana y darle sepultura a su progenitora. Después de un tiempo de haber arribado al país, María Teresa se perdió en el centro de Santiago. Fue otro ciego, quien a su vez era vendedor ambulante, el que la escuchó algo perdida gracias al bastón que llevaba para guiarse. A partir de aquí, la cineasta se sumerge en un mundo desconocido para ella: ciegos que buscando su espacio en esta sociedad, emprenden su propio negocio y salen a vender a la calle.

El documental destaca en su genuina búsqueda por traducir para aquellos que vemos, las impresiones reales que deja el perder progresivamente la capacidad de percibir nuestro entorno. De esta forma, el trabajo realizado por la directora se centra en acompañar su voz que guía el relato con imágenes que den cuenta de esta pérdida. El uso de sombras, la sobreimpresión de imágenes, la aparición de siluetas difusas, la manipulación del color, la sobreexposición de la imagen, el desenfoque y una serie de efectos difíciles de explicar por escrito, se intercalan entre sí para dar cuenta de esta nueva realidad a la que se vio enfrentada. Sumado a esto, están las imágenes de archivo de ella y su familia, que son de gran ayuda para entrar con mayor facilidad en la intimidad de un relato que se muestra frágil y decidido a la vez.

Ahora bien, Niña sombra además de ser un testimonio audiovisual acerca de la inmersión en la ceguera por parte de la realizadora, también es un triste retrato de la serie de conflictos a los que se ve confrontado tanto el sujeto no vidente como aquellos que lo rodean. En el momento que María Teresa conoce a los ciegos que trabajan en el centro de Santiago, se vuelve visible ante nosotros una realidad que contrasta fuertemente con aquellos discursos que promueven la inclusión de las personas con capacidades diferentes. Por un lado, están las paupérrimas condiciones de trabajo en las que estas personas desarrollan su labor, debido a que no existe una real integración en las fuentes de trabajo formal. Y, por otro lado, está la eterna suspicacia de las personas videntes al momento de interactuar con ellas, cuestionando siempre la condición de ceguera en la que están inmersos.

Es así como el documental disputa ciertos sentidos comunes que existen en torno a la figura de los ciegos, los que traducidos a una frase que uno de ellos expresa, se resume en: «[la gente vidente] cree que los ciegos no piensan». Esta cruda afirmación (de manifiesta subestimación) entra en tensión cuando la directora del film decide mostrarnos cómo los ciegos son capaces de superar las limitaciones impuestas por nuestra sociedad, instalándose ellos en la calle para obtener un sustento económico que les permita sobrellevar su propia vida de manera autónoma. También reluce en este sentido la secuencia en la que María Teresa enfrenta a una persona vidente ante su duda y le enseña que existen diversos grados de ceguera, lo que explicaría la mayor destreza de ciertos ciegos en relación a otros, pues la percepción general es que estos están invalidados en su totalidad.

El título de este artículo viene de Ensayo sobre la ceguera, del conocido escritor portugués José Saramago. Y es que la pregunta se hace inevitable: ¿Quiénes son los realmente ciegos aquí? Aquellos que viendo no dan cuenta de lo que tienen en frente de sus narices, o aquellos que sin este supuesto don de la mirada son capaces de percibirlo todo e incluso, ser mucho más humanos. Como sea, la respuesta más que ser luz y sombra, parece esconderse en la penumbra.El Guillatún

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