El Guillatún

La rodilla solo se dobla hacia atrás

Mon Roi

Vincent Cassel y Emmanuelle Bercot en la película de Maïwenn, «Mon Roi».

Una imponente escena con montañas cargadas de abundante nieve dan inicio a Mon Roi (2015), de la directora francesa Maïwenn. Frenética, romántica y dolorosa en la mayoría de sus pasajes, la nominada a la Palma de Oro en Cannes 2015, resulta ser uno de los más interesantes arribos del cine francés a nuestras carteleras. Presenta con firmeza una historia de amor, pero también, resulta ser un potente drama que tiene bastante de crudeza entre sus líneas.

Toni (Emmanuelle Bercot) sufre un grave accidente en la nieve —que se nos presenta en los primeros minutos del film— que la obliga a recluirse en una casa de recuperación costera. Herida gravemente de la rodilla luego de este misterioso acontecimiento, se enfrenta tanto a un doloroso proceso de sanación, como a un intrincado recuento de su historia con Giorgio (Vincent Cassel). Dicha recuperación se construye lentamente por medio de dos pasajes: por un lado los ejercicios y difíciles practicas diarias que vive la protagonista, y por otro, los recuerdos de un pasado que se intuye profundamente intenso.

La pareja se conoce en una fiesta, donde la frenética cámara se posa en los rostros de ambos personajes y la historia comienza con una serie de eufóricas risas, citas encantadoras, y paseos repletos de este magnífico delirio entre Toni y Giorgio. Sin embargo, a medida que avanza el relato, el mismo frenesí da paso al llanto, a la soledad y a la destrucción.

Desde el punto de vista técnico, destaca el trabajo en guion. La escritura da un especial dinamismo a la narración, en especial, durante la primera hora. En general, discurre por dos líneas distintas temporalmente, pero igualmente dependientes una de la otra: el presente y el pasado de Toni, unidos por esta rehabilitación. Muchas veces los relatos que juegan con estas variables, tienden a perderse en la línea temporal por la que osadamente transitan, sin embargo, Mon Roi logra con bastante gracia sortear esas dificultades. La trasposición entre presente y pasado se soluciona de un modo bastante armonioso y coherente con la propuesta inicial, y es por eso, que resulta siempre muy estimulante volver y avanzar en el tiempo de manera de reconstruir el relato.

Por otro lado, la narrativa alude directamente a la intuición del espectador. Desde la primera escena del film, quien la ve puede vislumbrar que ciertos acontecimientos han ocurrido, o bien, ocurrirán de manera intempestiva en la vida de los personajes. Esto último es bastante evidente cuando se presenta el accidente de Toni: poco se sabe de las circunstancias en que ocurre, pero las imágenes e interpretación de los actores entregan justo lo necesario para que ese trabajo quede en manos de quien está mirando. Por su parte, el desenlace final no hace más que reafirmar este constante intuir, la solución dada es elegante y muy respetuosa de la intensidad que se vive en los primeros episodios de la historia.

Asimismo, existe un cuidado uso de la simbología, del lenguaje y de los tiempos narrativos. Durante los primeros minutos, una de las terapeutas conversa con Toni y le dice que, curiosamente, la rodilla solamente puede doblarse hacia atrás, y que por simple que puede resultar dicha afirmación, no existe otra solución para avanzar en su tratamiento que retroceder en el tiempo y rememorar estos episodios de su vida. Mal que mal, Maïwenn trata con estas líneas de establecer un marco teórico sobre el cual se pueda tender esta complicada relación.

La labor de interpretación de los protagonistas permite que la película sea un deleite, y además se constituye en un muy buen encuentro entre el relato y lo visual. No es por nada que Emmanuelle Bercot fue galardonada con el premio a mejor actriz en Cannes 2015, y por su parte, Vincent Cassel hace gala de uno de sus mejores registros: el enigmático y frenético Giorgio es un personaje oscuro que permite contrastar con la aparente ligereza de Toni, y las dinámicas que van ocurriendo a medida que avanza su relación resultan profundamente inquietantes. En ese mismo sentido, la honestidad con que la directora juega con temáticas como la paternidad, los roles que se ocupan en una relación, el matrimonio, drogadicción e infidelidad es quizá uno de los elementos para destacar.

Ciertamente que Mon Roi hace suyos la intensidad y explosión de lo que quiere contar, y es quizá en ese aspecto donde su fijación con lo momentáneo impide mantenerse firme en la conciencia de quien lo ve. En algunos momentos el film es una fiesta, en otros un drama sin igual, en otras, se desliza entre lo magnifico y espontáneo con muchísima facilidad, tanta, que no puede sino pensarse que acá hay en juego distintas verdades que calibrar.

Estrenada recientemente es una excelente opción no sólo para los aficionados al cine francés —ya que en algunos momentos escapa a las claves usuales del cine francófono—, o para los seguidores de Cassel y Bercot, sino que para cualquiera que pretenda ver algo de honestidad en la pantalla. Mon Roi entrega algo muy visceral a ratos, que permite cuestionarse las relaciones humanas y lo que se espera en ciertos casos de ellas, pero también, permite entender que «doblar hacia atrás» es un ejercicio obligado para sanar heridas y ver el presente con claridad.El Guillatún

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