El Guillatún

Tocopilla surrealista

La danza de la realidad

La danza de la realidad.

Esta película es la representación de la niñez de Alejandro Jodorowsky en la ciudad de Tocopilla, al norte de Chile, en 1929. Alejandro (Jeremías Herskovits), que corre por las calles de la ciudad y conversa con los extraños personajes que se le cruzan, debe lidiar con la represión de su severo padre, Jaime (Brontis Jodorowsky), que lo reta en todo momento. También está su madre Sara (Pamela Flores), que no habla sino que canta como una soprano todas sus intervenciones y que acoge al pequeño Alejandro después de cada castigo.

Hijo de un padre estalinista, que también es dueño de la tienda «La Casa Ukrania», Alejandro recorre Tocopilla y enfrenta los prejuicios de ser hijo de un extraño burgués y que lo traten de judío de forma despectiva. Pero a los 9 años puede más la curiosidad y la aventura, por lo que el joven sigue su camino y sus encuentros con rarísimos sujetos, como personajes de circo, trabajadores mutilados y el enano que grita las ofertas del negocio del padre, entre otros. Al ver estas secuencias de La Danza de la Realidad, se disfruta del mundo surrealista que es marca registrada del artista Alejandro Jodorowsky. Aquí, el circular de personajes, el tratamiento del pasado, las situaciones entre cotidianas y extraordinarias, más el humor, llenan de vida la pantalla, de una agradable falsa realidad, que aún así es más honesta que varias otras cintas nacionales que se han estrenado en el último tiempo. Hay cariño por los personajes, aunque la pasen mal, hay trozos de humor insertos que los levantan o nos hacen ver que esa realidad es más llevadera.

Ya en la casa familiar, el relato se asemeja al de las comedias italianas de mediados de siglo, con el padre machista, castigador y ateo; la madre sometida, cariñosa y creyente; y el hijo al medio, recibiendo ideas y tratos distintos de lado y lado. Hay ahí un buen retrato de las familias chilenas de ese siglo, con el padre dictatorial y proveedor y la madre que es pura buena intención, que sus palabras son un canto y es protección corporal. Pues a veces se olvida esa imagen y nos quedamos con la eliminación de los roles que actualmente asciende y gana espacio en el país y en las pantallas. Pero estas imágenes ayudan a entender los roles asignados y afincados en el colectivo nacional durante muchas décadas, que recién hace unos años se están desprendiendo. Qué cosa más sana para el diálogo entre generaciones a nivel país que tener a directores longevos (86 años en el caso de Jodorowsky) participando de forma activa.

En la segunda mitad de la película, el protagonismo recae en Jaime, quien decide partir a Santiago para matar al presidente Carlos Ibáñez del Campo. Ahí la estética es más oscura y aparecen conceptos más ligados al honor que a la aventura. Pero las situaciones anómalas se siguen mezclando con rasgos cotidianos. Hay momentos notables, como por ejemplo la escena en que el cuidador del caballo del presidente de la república le entrega su ropa de huaso a Jaime, que lo termina enterrando vivo. Tiene una mezcla de lo chileno, lo surreal, el humor y la pobreza.

La Danza de la Realidad es una película jugada, que camina al borde del abismo y no tiene miedo de caer por la quebrada, porque esa caída también es parte del relato. Están las obsesiones clásicas de Jodorowsky por los personajes excéntricos, los desnudos, los límites de lo que se puede mostrar en pantalla y el viaje físico y espiritual del hombre. Es una película que se siente larga, no es cómoda, ni tiene un relato clásico fácil de seguir, pero eso es parte de la ecuación, es jugar por la quebrada y hacerlo bien, sin miedo. Resulta bastante surrealista que el que mejor haga esto, o quizás el único que se atreva a hacerlo a gran escala, sea alguien que no estrenaba una película hace 25 años y que tiene 85 años de edad.El Guillatún

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