El Guillatún

El (macabro) sentido de la vida

Joaquin Phoenix y Emma Stone en «Hombre Irracional»

Joaquin Phoenix y Emma Stone en «Hombre Irracional» (2015). Foto: Sabrina Lantos / W.A.S.P.

Abe Lucas (Joaquín Phoenix) es un profesor de filosofía, romántico existencialista y según Jill (Emma Stone) no es solamente esto, sino que se trata de un hombre claramente perturbado. Recién llegado a una nueva universidad, Abe se encuentra en una grave crisis: abandonado, cargando una pésima reputación, involucrado con su colega Rita Richards (Parker Posey), y con problemas con el alcohol, se sumerge en los más oscuros pensamientos y divagaciones filosóficas. Sufre de un bloqueo existencial y emocional que le impide ver las cosas con claridad, hasta que su aventajada estudiante Jill parece tener cierto interés en él.

Es en este momento donde el protagonista toma una determinación vital: cometer un hecho despiadado surge como la solución de un hombre racional para darle significado a su existencia. En este cometido, el académico y su alumna se enamoran, y de algún modo, este plan y el amor se encargaron a este individuo. Sin duda que es en este minuto donde la racionalidad del ser humano y la necesidad de encontrar coherencia a la existencia, chocan dramáticamente, permitiendo que el público se cuestione como lo hizo el protagonista: «¿Cuál es el sentido de la vida?».

Esta última pregunta es una excelente forma de resumir Hombre Irracional, y el guion se encarga de insistir en ese asunto. Los personajes elucubran sus inclinaciones y motivaciones a medida que avanza la acción, y Jill se convierte de alguna manera en la principal narradora, en un artificio comúnmente utilizado por el cineasta, y que a pesar de tratarse de una dinámica comprobada, termina por dar demasiadas respuestas a un espectador que no parece necesitarlas.

En cuanto a lo estrictamente técnico, probablemente se trate de la producción más fresca de Allen en el último tiempo. Es un film muy limpio y dinámico, en especial desde la cinematografía, nuevamente a cargo de Darius Khondji, quien ha trabajado con el director en varias de sus últimas entregas. Cobran especial valor dos momentos estratégicamente bien elaborados: un parque de diversiones donde el uso de las imágenes es esencial, y en segundo lugar cuando Abe juega a una desquiciada ruleta rusa, esta última es ciertamente una de las mejores escenas de la película, dando cuenta también de los logros en guion. Asimismo, lo realizado en edición es de fundamental importancia, permitiendo que en 90 minutos la acción quede ampliamente abarcada, sin sobrepasar ni acortar innecesariamente los tiempos narrativos.

Desde el punto de vista interpretativo Phoenix y Stone destacan en su oficio. Es para Joaquin Phoenix la primera vez que colabora con Woody Allen, y brinda en esta oportunidad dos de sus más interesantes y —quizá más conocidos— registros. Por un lado el dramático y pesimista catedrático que carece de fuerza vital, sin desbordar en la insania como lo hizo en The Master (2012) entrega una creíble y bien ejecutada versión de un individuo en crisis, y en segundo lugar, la del tipo enamorado. Este último registro bebe en parte de lo que mostró en Her (2013), ambos aspectos son muy bien trabajados y se ejecutan de muy buena manera. Igualmente, el compromiso del actor con las producciones en que se involucra es siempre bienvenido, y es algo que traspasa la pantalla. Lo realizado por Emma Stone no es distinto y en la segunda alianza con Allen, se aleja bastante de la caracterización que vimos en Magic in the Moonlight (2014), en esta oportunidad Jill es una estudiante concienzuda y reflexiva motor del suspenso en que se sumerge el film, teniendo gran importancia en el desenlace de los hechos, en especial, durante los últimos 30 minutos.

En su más reciente producción, el neoyorkino hace gala de aquello que nos gusta de su cine. Las crisis del ser contemporáneo es algo que aflora como inseparable de la pluma del director. Abe Lucas tiene bastante de Jasmine Francis en Blue Jasmine (2011), pero también de aquella aparente desconexión de la realidad de Gil Pender en Midnight in Paris (2011), e indudablemente de la determinación de Chris Wilton en Match Point (2005).

Tal vez la línea más interesante de Hombre Irracional, es la que nos adelantó el propio Profesor Lucas, al señalar «olvidé la razón para vivir, y cuando la recordé, no fue convincente». La radicalidad del pensamiento es clara, pero a medida que Abe puede encontrar un plan que seguir —por macabro que sea—, la vida comienza a sentirse menos vacía y con algo de sentido, diluyendo aquellas articulaciones de la desesperación. Por otro lado, las consideraciones sobre la moralidad o amoralidad de las decisiones y acciones humanas es un tema que ciertamente puede ser explorado, asimismo, la formación académica del protagonista y lo vacío e inútil que parecen las teorías o grandes frases de los filósofos ante la desesperación de este sujeto, deben leerse con la ironía que fueron pensadas.

Por estos días se encuentra en cartelera en El Biógrafo, y es sin duda un plato seguro en el menú disponible en cartelera. Hombre Irracional tiene varias ventajas que la hacen recomendable para un público amplio, si bien no se trata de una comedia propiamente tal, permite que sea interesante para todo espectador. Mal que mal, el título invita a darnos la oportunidad de hacer un examen a la racionalidad o irracionalidad de las conductas, y también, a lo confusa o compleja que puede ser la revisión del comportamiento humano. Las citas y referencias a filósofos y pensadores no son hechas en vano, y sorprendentemente no parecen pretenciosas, sino que de alguna forma permiten entender que lo fundamental para la vida parece estar por sobre aquellas disquisiciones, en un lugar que cada uno tiene la tarea de encontrar.El Guillatún

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