El Guillatún

¡Huye! Un cómico consumado debuta en el terror

Get Out

Daniel Kaluuya en «Get Out» (2017). Foto: Justin Lubin - © 2016 Universal Pictures

He sido testigo, como muchos de ustedes, de la paulatina desaparición del cine de autor de la cartelera nacional. Cada día son más las películas de Hollywood las que avasallan con abrumadora constancia los horarios prime de los cines, relegando a un espacio ínfimo, casi invisible, películas que no se conformen a las convenciones de la industria del popcorn. Lejos de caer en un anacronismo, pues el consabido estado de cosas tiene ya el tenor de una vieja cantinela, cabría preguntarse quiénes son hoy los guionistas y directores inconformistas. Una especie como ésta, aunque no pueda permitirse el glamour de los años sesenta, ni la taquilla de los noventa, sobrevive a pesar de todo y justo cuando se la creía extinta, se avistan ejemplares en los lugares más inesperados. Hace poco leía una entrevista a David Lynch en que daba por muerto el cine de autor. Más adelante se aclaraba, diciendo que tal vez sólo había muerto como lo conocíamos. Las series de televisión han sido una vitrina espectacular para que estos raros avistamientos ocurran, lo cual explica en parte por qué Lynch eligió precisamente este medio para retornar luego de un silencio de seis años en su carrera como director. Pero, ¿qué pasa cuando el hallazgo ocurre en el lugar más trillado, y no digo en el Festival de San Sebastián, ni en el de Berlín, ni mucho menos en el de La Habana —santuarios donde habita la prensa especializada, con su arsenal preparado para el surgimiento de lo nuevo, lo radical y lo fresco—, sino en el corazón mismo de la industria hollywoodense?

Get Out (2017) es un thriller psicológico, una película de horror y por momentos una comedia. Un género o subgénero que tiene aires de cine adolescente, evocador de Scream (1996) o Death Proof (2007), pero que mantiene cierta seriedad naturalista que la vuelve verdaderamente intrigante. El debut de Jordan Peele en este género, ha sido para todos una sorpresa. El director afroamericano, conocido por su extensa carrera como comediante en televisión, confiesa en una entrevista que tuvo varios problemas para sacar el proyecto adelante. Los productores pensaban que era una película muy seria para sus dotes de sátiro, a lo que Peele invariablemente respondía que confiaran en él. Sin duda los que confiaron, hoy no pueden estar arrepentidos. La película, cuyo presupuesto no superaba los cinco millones de dólares, recaudó en los primeros diez días desde su estreno en febrero de este año, 75 millones de dólares. Quizá el éxito de Get Out se deba en parte al interés del público en el problema del racismo en Estados Unidos, fantasma que, tal como demuestra la reciente elección de Donald Trump, está lejos de ser olvidado. Por mi parte, prefiero pensar que su éxito se debe a que es una película muy emocionante y satisfactoria. Desde sus primeros minutos el guión nos sorprende con su economía y efectividad sin artificio. Nada parece estar demás, todo conspira para que nuestra inmersión en el mundo narrativo sea completa. Daniel Kaluuya (Black Mirror, 2011), en el papel de Chris, tiene el talento para transmitirnos de manera muy efectiva su ansiedad ante el inminente encuentro con la familia de su novia caucásica. ¿Saben sus padres que él es negro? ¿Es su familia conservadora o liberal? Ésta y muchas preguntas asedian al joven fotógrafo, mientras su amigo Rod (LilRel Howery), un negro bonachón que trabaja como agente de seguridad aeroportuaria, sólo agrava sus temores, desaconsejando por completo la visita a casa de sus suegros. Sin embargo, Rose Armitage, interpretada por la bella Allison Williams, disipa con sus encantos lo que parece no ser más que paranoia racista de Chris y la pareja emprende viaje hacia la hacienda Armitage, varios kilómetros hacia el interior de Alabama, un estado famoso por su histórico racismo.

Contrario a lo esperado, Chris es recibido por los padres de Rose con profusa afabilidad. Dean Armitage (Bradley Whitford), un extrovertido neurocirujano y Missy Armitage (Catherine Keener), una observadora psiquiatra, están empecinados en demostrar que aprueban la relación interracial de su hija, cueste lo que cueste. Los sirvientes negros de la suntuosa propiedad con vista al lago, contribuyen al efecto de general desconcierto, trasuntando con su mirada una mezcla de desconfianza y envidia. De todos estos nuevos personajes, el más directamente confrontacional es el hermano de Rose, Jeremy Armitage (Caleb Landry Jones), un borracho inseguro que quiere seguir la misma carrera que su padre y que habla abiertamente de cómo Chris podría aprovechar su dotación genética para convertirse en un luchador de artes marciales mixtas. A estas alturas sabemos que algo no marcha bien del todo, aunque no sospechamos qué. Rose se muestra igualmente sorprendida del extraño comportamiento de sus familiares, pero le resta importancia, convence a Chris de darles una oportunidad y de permanecer un segundo día en la hacienda Armitage en espera de un gran encuentro familiar. A medida que el metraje avanza, la tensión va en aumento. Durante la noche Missy, la madre de Rose, hipnotiza a Chris con el objetivo de curar su adicción al cigarrillo y a partir de este punto se revelarán hechos cada vez más incomprensibles, que nos irán sumergiendo en un universo siniestro, donde lo sobrenatural se presenta con la apariencia de lo cotidiano. Con ocasión del encuentro de amigos y familiares de los Armitage, Chris se convierte muy a su pesar en una suerte de celebridad. Todos quieren conocerlo, saludarlo, tocarlo, como si de un trofeo se tratara. A lo largo de toda esta escena Jordan Peele logra una magistral pero sutil crítica social: la única manera en que Chris puede coexistir en un universo de blancos, es como un no-blanco. Aunque no sea ya desde el rol subalterno del racismo clásico, se le impone el estereotipo del atleta de dotes físicas o sexuales excepcionales, el de un representante de la cultura e historia afroamericana, o simplemente el de un nuevo color de moda. Chris tiene la impresión de que todo gira alrededor de él y no se equivoca. Ha caído en la peor de las trampas. Así lo concluye cuando la única visita negra de la fiesta, pierde inesperadamente el control y le grita: ¡Huye!

El gran acierto de Get Out, es presentar el monstruo del género del terror como algo que ocurre a plena luz del día, en la vía pública y ejecutado por personas respetables y librepensadoras. Peele ha querido presentar su película como un thriller sociológico, emparentándola con producciones como The Stepford Wives (2004), donde los maridos del pueblo reemplazaban a sus mujeres por robots siempre femeninos y complacientes. Quizá un desacierto que cabría señalar es la dirección musical de esta película, la cual por momentos impone una lectura demasiado estrecha a situaciones que podrían haber sido mejor aprovechadas con el uso de un contrapunto emocional, como se ha logrado emblemáticamente en The Silence of the Lambs (1991), donde descubrimos que nuestro villano ama las Variaciones Goldberg. Asimismo, la resolución de algunas escenas pueden parecerle al espectador detallista, de una simpleza extrema. Todo lo anterior se perdona con igual facilidad, pues recordemos que esta película no está exenta de los recursos de la comedia y la trama es suficientemente ágil para mantenernos involucrados en el conflicto central: descubrir el verdadero rostro del monstruo y saber si nuestro héroe podrá o no escapar de él con vida. Jordan Peele, ha demostrado que su talento no se limita a la sátira social, sino que es capaz de utilizar una variedad de códigos estilísticos para presentar una narración poderosa y emocionante. Después de todo, quizá sea falso suponer que el cómico consumado es incapaz de aterrarnos, conmovernos o llevarnos a serias reflexiones. El Banquete de Platón termina, curiosamente con esta misma digresión de sobremesa sobre la inexclusividad de los géneros en la composición artística. «Es cosa de un mismo hombre, a juicio de Sócrates, el saber componer comedia y tragedia, y quien con arte es autor de tragedias es también autor de comedias».El Guillatún

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