El Guillatún

Tres horas de excesos

El lobo de Wall Street

El lobo de Wall Street

Durante las tres horas que dura El lobo de Wall Street, de Martin Scorsese, podemos observar el inicio, la subida y la posterior caída de Jordan Belfort (Leonardo DiCaprio) en el mundo de las transacciones bursátiles.

Scorsese narra la historia valiéndose de la primera persona —Belfort—, que relata el proceso de cómo se convirtió en uno de los hombres más poderosos de Wall Street. El principio es lo suficientemente rápido, dinámico, lleno de datos y enseñanzas, que logra que la introducción del personaje esté lista en poco tiempo, para luego dar vía libre a lo que el director quiere mostrar, que es la vida de Belfort desde el poder.

La etapa de la grandeza financiera y corporativa de Jordan Belfort acapara casi la totalidad de la película. Es en esas horas donde se muestra como funcionan las corredoras de acciones, las actitudes de sus empleados, los excesos de éstos y su posición frente al dinero, la vida y los valores.

Esta parte está repleta de drogas, sexo, alcohol y un machismo desbordado. Cuestiones que han estado presentes en varias de las cintas de Scorsese, pero sucede que aquí operan sin sutilezas. Está la intención de alojar el relato en una estética cocainómana, donde cada vez se necesita mostrar más que en la escena anterior, más autos, más yates, más helicópteros, más mujeres y, era que no, más drogas.

La película posee actuaciones correctas en los roles principales (Leonardo DiCaprio y Jonah Hill) y en las decenas de secundarios; tiene una fotografía plana y sin riesgos, pero que cumple a fin de cuentas; el ritmo que tiene es cautivante —a pesar de las tres horas de duración—; y la dirección, sin grandes destellos, está sobre el promedio (mucho más arriba) que las producciones hollywoodenses contemporáneas.

¿Basta todo eso para que la crítica alabe esta película? Al parecer sí, pero me parece que la crítica chilena ha sido bastante permisiva con esta película, calificándola a centímetros de convertirse en un clásico contemporáneo. Si bien está sobre sus entregas anteriores (Hugo, Shutter Island) en ningún momento se acerca a las películas más importantes de su filmografía como Taxi driver o Raging Bull. En ellas sí existía la exacerbación, pero en ningún caso la opulencia excesiva. Acá se apuesta por más, pero sin un respaldo real de fondo, al igual que las operaciones financieras de Belfort. Es parecido a lo que le sucedió a Michael Mann con la película Miami Vice. Son obras con demasiado dinero, mucha producción, harta estética del lujo, pero que terminan siendo insustanciales.

Cerca del final de la película, cuando el sueño del capitalismo salvaje se acaba, donde comienza a operar la realidad, los dilemas, los problemas domésticos y la verdadera violencia, es cuando aparece el Scorsese que uno estaba esperando, lamentablemente, demasiado tarde.El Guillatún

https://www.youtube.com/watch?v=Li45xVb0dy4

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