El Guillatún

Sangre, gritos y mujeres guapas corriendo

Aftershock

Aftershock.

Un par de amigos chilenos, Ariel (Ariel Levy) y Pollo (Nicolás Martínez), le muestran las fiestas y los panoramas para hacer en Santiago a Gringo (Eli Roth). En una de esas salidas conocen a un grupo de guapas mujeres extranjeras, Kylie (Lorenza Izzo), Irina (Natasha Yarovenko) y Mónica (Andrea Osvart), a las que convencen de que deben conocer el verdadero Chile y para eso las invitan a la ciudad de Valparaíso.

En la quinta región, en primera instancia, no es mucho lo que se cumple de la propuesta hecha a las turistas. Esto porque se establecen en una hostal bastante exclusiva, visitan los lugares turísticos y terminan la noche bailando en un lugar que está en Valparaíso, pero que bien podría ser de cualquier otra ciudad. Pero en medio de la música y el alcohol la tierra comienza a moverse y se desencadena un terremoto. Ahí es donde comienza verdaderamente Aftershock, todo lo anterior no era más que una preparación del desastre que está por venir.

Entre las réplicas el grupo de jóvenes intenta abandonar el local de la fiesta, pero en medio de los gritos, las caídas de objetos y los empujones, Ariel queda gravemente herido y deben buscar la forma de llegar al hospital. Aquí la película se mueve entre los códigos de las cintas de desastre, con las chicas guapas corriendo llenas de sangre, harto grito, llanto, personajes que aparecen y se van en un par de escenas, y secuencias de escape que terminan con los protagonistas más perdidos que al iniciar el recorrido.

Esos momentos funcionan, no es que uno quede al borde del asiento, pero sí hay pequeñas dosis de adrenalina. Algo en que la experiencia del 4DX ayuda mucho. Ahí la discusión podría derivar en qué valor puede tener una obra cinematográfica que se sirve en gran parte de una tecnología que mueve los asientos, tira viento, agua y prende las luces, según lo requiera cada escena, para generar emociones. Esa discusión excede esta crítica, sería ideal retomarla en otra ocasión, pero la realidad es que en Aftershock la mezcla del 4DX funciona de buena manera y es recomendable verla así.

Nicolás López se aleja de las historias de relaciones de pareja y de amistad que había tratado anteriormente, para trabajar en una de desastre con pequeños tintes de horror y gore. Pero más importante que el cambio temático y estético, es que por primera vez en su filmografía aparece la marginalidad. No sé si el verdadero Chile, pero con los presos que escaparon de la cárcel y los grupos armados que se mueven por las calles, hay al menos una mirada hacía la otra realidad nacional, esa de sujetos mal vestidos, que hablan en otro registro y se mueven por lugares distintos. Así, López da muestras de girar un poco su mirada. Se podrá discutir la calidad de ésta y su verdadera aproximación a la realidad, pero el hecho de que amplíe su imaginario o de que lo ocupe ahora por primera vez, resulta interesante si se quiere analizar en un contexto más amplio y que incluya las variables sociales y políticas del país.

En resumen, Aftershock —que es hablada en inglés— es una película de entretenimiento que funciona en esos códigos, aumentada con el funcionamiento del 4DX, pero que es sólo eso, un momento medianamente divertido. Aquí no hay profundidad argumental ni desarrollo de personajes, sino que sangre, gritos y mujeres guapas corriendo.El Guillatún

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