El Guillatún

Madama Butterfly: Tutto è morto per me!

Madama Butterfly

Madama Butterfly. Foto: Felipe Zubieta

Madama Butterfly de Giacomo Puccini (1858-1924), que volvió después de ocho años al Teatro Municipal de Santiago, se encuentra en la cima de la popularidad del repertorio. Un lugar justo, si estimamos lo completa que es como conjunto, porque todas sus partes contribuyen a su todo de tal forma que cada una no se entiende por separado: el libreto no logra el dramatismo que conocemos sin el acompañamiento de la música y cada personaje no adquiere toda su individualidad psicológica sino relacionado con los demás.

La obra fue estrenada en febrero de 1904 en La Scala de Milán y tras un legendario fracaso, logró la fama que mantiene hasta hoy en el estreno de una versión revisada, ese mismo año, en Brescia. En su estilo, representa el verismo que ya venía desarrollando Puccini en sus óperas anteriores, consistente en retratar emociones humanas más realistas, alejándose de los dramas románticos, no obstante la ambientación sea en lugares «exóticos» como el Japón de comienzos del siglo XX de Butterfly o la China imperial, de Turandot.

En el argumento, un teniente de la marina estadounidense, Pinkerton, se casa con Cio-Cio San reconociendo desde un comienzo que pretende algún día casarse con una verdadera esposa americana. Cio-Cio San, completamente enamorada, espera el regreso de su marido, que partió poco después de la boda. El retorno ocurre, pero Pinkerton está casado nuevamente y pide a Butterfly le entregue al hijo que tuvieron. La protagonista, destruida, se suicida. Todo el drama es acompañado por Sharpless, el cónsul estadounidense, que llama a Pinkerton a la prudencia y Suzuki, la sirvienta y amiga de Butterfly, que la acompaña en su espera (tragedia).

Como ya fue dicho, el texto de Luigi Illica y Giuseppe Giacosa cobra todo su sentido gracias a la música. Algunas de las melodías más hermosas del repertorio se encuentran en ella, como el leitmotiv del amor de la protagonista, presente en su aparición, en el dúo del primer acto con Pinkerton, en el comienzo y cerca del final del segundo acto y, más grave, cerca de su muerte, en el tercero. La obra es estable y continua: no es una ópera de «números» del siglo XIX y la música tiene pocas interrupciones, tanto en lo instrumental como en lo vocal. Además, Puccini incorporó una serie de elementos orientales que están presentes a lo largo de toda la partitura.

Dirigiendo la Orquesta Filarmónica de Santiago en el elenco «ópera estelar», José Luis Domínguez fue ovacionado. Mantuvo un tempo tranquilo, marcando los matices de la música y acentuando las percusiones. Solamente en la última escena fue difícil seguirlo en relación con la protagonista.

La soprano española Carmen Solís, interpretó a Cio-Cio San de forma magistral. No solo cantó al personaje, sino que lo vivió, siendo capaz mostrar la compleja evolución de éste: la niña ilusa de quince años que «acude al llamado del amor» (io son venuta al richiamo d’amor) y cambia de ánimo constantemente, volviéndose oscura al recordar a su padre muerto o al pensar en ser abandonada; la joven madre ansiosa que tiene esperanza en el regreso y, la mujer desolada que muere de amor. Su voz es de una gran riqueza desde los graves hasta los agudos y fue estable, como lo exige un personaje que está prácticamente la totalidad de la obra cantando.

Evelyn Ramírez encarnó a Suzuki con toda la solemnidad y compromiso que requiere. Suzuki está en el escenario más tiempo en silencio que cantando, pero los silencios son tan decidores como las palabras, al menos en esta dirección. Ramírez fue la testigo inocente de la tragedia, emocionándose e intentando advertir incesantemente a Cio-Cio San de lo que está por venir. Impecable vocalmente.

El Pinkerton de Gonzalo Tomckowiack fue creíble y, fiel al texto, cantó a un vividor, irresponsable y egoísta. Muchas veces su voz fue pequeña y en el tercer acto, cantando junto a Ramírez y Arrey, tuvo bastantes problemas de afinación.

Sharpless fue interpretado por Javier Arrey estupendamente en lo vocal y actoral. El chileno tiene una bella voz y gran volumen y expresividad. Fue equivalente a Suzuki: si bien no mostraba la deferencia necesaria por la cultura de Butterfly, sí desde el comienzo tuvo humanidad y respeto por las demás personas, lo que fue perfectamente interpretado por Arrey.

El resto del elenco fue correcto, en especial el Goro Gonzalo Araya y el Tío Bonzo de Arturo Jiménez.

La dirección escénica, escenografía, vestuario e iluminación estuvieron a cargo de Hugo de Ana. La actuación fue acentuada desde el comienzo y en todos los personajes, reforzando el contraste cultural entre los norteamericanos y los orientales, el desprecio por la cultura japonesa y el perfil y rol de cada personaje, así, por ejemplo, Pinkerton y Sharpless se deshacen, con mayor o menor cuidado, de la bebida que les sirven y el actuar ceremonioso de los sirvientes es burlado por el ayudante del marino que, grosero y descuidado, deja una caja con licores en cualquier lugar, alterándolos. Toda la actuación, además, se esforzó en hacer regresar a Butterfly de su sueño, sin conseguirlo a tiempo.

La escenografía logró captar la esencia de la arquitectura tradicional sencilla, minimalista y geométrica a través de tres cubos que ocupaban gran parte del escenario. En el fondo, una proyección permanente del mar que es esencial en la obra: el amor viene del mar, pero también el dolor. Solo me permito criticar el exceso de imágenes proyectadas al fin del segundo acto y en el preludio instrumental del tercero. Las proyecciones, sumadas a una pausada coreografía que acompañó a Butterfly en vela durante la noche, se hicieron cansadoras y sobrecargadas.

El vestuario, excelente, con la salvedad de Kate Pinkerton, que hace pensar en una vestimenta de los años ’50, lo que quita veracidad al relato, especialmente si pensamos en el contexto japonés posterior a la Segunda Guerra Mundial.

En fin, Madama Butterfly es un tesoro de la historia de la música y del arte, no solo por su partitura, sino por la emoción que produce y por la vigencia permanente de su conflicto: cómo el desinterés, el egoísmo y el engaño pueden llegar a lo más profundo de los demás.

Todo ello fue logrado con maestría esta temporada 2015: tutto è finito!El Guillatún

Madama Butterfly (foto: Felipe Zubieta)

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