El Guillatún

Los dos Foscari: «Que todos, patricios o plebeyos, presentes o ausentes, sepan que las leyes los hace iguales»

Mónica Ferracani en «I due Foscari» (foto: Felipe Zubieta)

Mónica Ferracani en «I due Foscari» (foto: Felipe Zubieta)

Giuseppe Verdi (1813-1901) estrenó I due Foscari (su sexta ópera) en 1845, cuando Gaetano Donizetti era el rey de la ópera italiana, aunque sus composiciones más importantes ya habían visto la luz. El romanticismo estaba en boga y en Italia la tradición belcantista continuaba siendo la más poderosa.

El quinto título de la temporada 2015 del Teatro Municipal de Santiago estrenó el día 21 de septiembre con el elenco internacional, luego de un estreno privado del elenco estelar en la gala de fiestas patrias, aunque transmitido por televisión abierta: gran iniciativa para acercar la ópera al público masivamente y dando a conocer a un elenco de calidad, pero delatando, por los primeros planos de las cámaras, que aún hace falta trabajo actoral en muchos cantantes.

El argumento de Los dos Foscari es básicamente una intriga política real, basado en el drama homónimo de Lord Byron y llevado al libreto por Francesco María Piave: Jacopo Foscari, el hijo del Duque de Venecia, Francesco, es juzgado y condenado por homicidio y por negociar con enemigos de la república veneciana. El Duque, leal a la institución que representa, se muestra inflexible en su negativa de utilizar el poder que detenta para modificar la sentencia. Lucrezia Contarini, la mujer de Jacopo, recurre a todos los medios posibles para revertir la resolución del Consejo sin lograrlo. Finalmente, aunque se confirma su inocencia, Jacopo muere en el exilio y Francesco es vencido y depuesto por su enemigo, Loredano, también miembro del consejo, muriendo luego de tristeza. Se revela, de esta forma, que toda la tragedia fue una trampa para alejar a Francesco del Ducado, logrando una dramática tensión entre el titular de un gobierno despersonalizado y un consejo corrupto, que escudándose en la igualdad de la ley, maquina en su propio beneficio.

La ópera dura menos de dos horas y la partitura demanda de todos los artistas una intensidad enorme de manera permanente. Siendo así, es un riesgo constante que el sonido de la orquesta o el coro opaquen a los solistas, problema que no existió en esta representación. Verdi mantiene números claramente identificables, como es normal en el bel canto y exige un virtuosismo propio de los grandes cantantes dramáticos de dicho repertorio, pero ya comienza a adelantar lo que será su obra en el futuro (p. ej., los monumentales coros) y a utilizar el leitmotiv para identificar a los protagonistas con melodías que los anteceden en sus apariciones.

Konstantin Chudovsky fue ovacionado junto a la Filarmónica de Santiago, manteniendo un tempo ágil y rápido, pero sin por ello perder la intimidad de arias y algunos conjuntos. El clarinete es esencial en la orquestación de esta obra y fue impecable. El Coro en Los dos Foscari es especialmente importante en el elemento masculino: miembros del Consejo, del Senado y del Gobierno, que juzgan, alaban la igualdad y generalidad de la ley, para finalmente traicionar. Como siempre, muy bien el coro tanto en canto como en actuación.

Son ocho solistas los de I due Foscari, pero definitivamente son tres los protagonistas: Francesco Foscari, interpretado por el barítono Sebastian Catana; Jacopo Foscari, por el tenor Alfred Kim y Lucrezia Contarini, encarnada por la soprano Tamara Wilson. El cuarto papel es el de Loredano, aunque más breve, interpretado por el barítono Patricio Sabaté. Los tres protagonistas fueron, sin exagerar, espectaculares, con voces enormes y macizas en todo el registro, desde los graves hasta los agudos y, posiblemente, de los cantantes más homogéneos en su talento del último tiempo en el Municipal. Catana mantuvo la solemnidad y rigor de su personaje en una actuación firme, muy dramática en la segunda parte del tercer acto; Kim, si bien realizó una estupenda interpretación vocal, fue algo plano en su actuación, finalmente, Tamara Wilson fue un lujo. La soprano estadounidense demostró solidez en una partitura que le exige subir y bajar sin detención, con varias agilidades y estar al borde de la histeria con la obligación de no ser enmudecida por el resto de la música. Ovacionados todos, especialmente Wilson. El resto del elenco fue correcto y estuvo a la altura de tremendos protagonistas.

Pablo Maritano dirigió una puesta en escena que trasladó desde el siglo XV a la década de 1930 la acción. En ello, el Consejo fue representado militarizado con una referencia clara al fascismo. El vestuario femenino, si bien fiel a la época escogida, pudo ser más sofisticado y favorecedor para la protagonista. Cada uno de los tres actos de la ópera se divide en dos cuadros, por lo que existen 5 locaciones: el palacio ducal, el despacho de Francesco Foscari (único que se repite), la cárcel, la sala del pleno del Consejo y una plaza con vista a Venecia. De las cinco locaciones, las más logradas fueron la sala del Consejo y la plaza, especialmente por el excelente uso del espacio y su gran belleza. Las demás, se caracterizaron por los colores grises y reducir el tamaño del escenario (ambas en exceso), como también por la utilización de pinturas de duques de Venecia, estando al centro el retrato del duque Leonardo Loredan (¿coincidencia con el nombre del «malo» de esta ópera, o no?) de Giovanni Bellini, cuya capa y birrete son iguales a los de Francesco en esta producción.

Durante toda la obra, coronó la parte superior del escenario el aforismo latino fiat iustitia ne pereat mundus, que puede traducirse «hágase la justicia, aunque perezca el mundo», que fue el lema del Sacro Emperador Romano Germánico, Fernando I. ¿Debe hacerse justicia aunque esté en riesgo el mundo? Se ha intentado responder a esta pregunta desde la filosofía, pero independiente de lo que pensemos, este cuestionamiento está sobre los hombros de Francesco Foscari toda la obra, dividiéndolo entre el Duque y el padre: la justicia se hace en público, y el sufrimiento es privado. Un excelente y reflexivo recurso.

Para la época ambientada, Italia estaba unificada y era una monarquía constitucional, que cayó en desgracia con la dictadura fascista de Mussolini. No obstante esta dicotomía entre el Ducado de Venecia y la Italia unificada, la puesta en escena, salvo los reparos hechos, fue muy bien lograda, especialmente en el carácter de persecución política contra el instrumentalizado Jacopo y su padre, Francesco, tan comunes en muchos de los horrores vividos en el siglo XX en todo el mundo.

Escuchar a un Verdi temprano es siempre un gozo, porque es un desafío. Entonces, escuchar esta obra con tal calidad, solo permite aplaudir y disfrutar.El Guillatún

Gonzalo Tomckowiack, Mónica Ferracani y Sergio Gallardo en «I due Foscari» (foto: Felipe Zubieta)

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